Violencia en el contexto escolar 2022
Por: Alejandra Salgado Romero
“Corremos el riesgo de que reconozcamos el hecho del acoso y la violencia escolar, pero nuestra mirada adulta lo lleve precisamente a lo penal, y eso no es sano ni sostenible. Claramente, cuando hay uso de un arma o lesiones que tardan más de 15 días, ni siquiera hay que cuestionarlo, pero hay otras formas de acoso escolar –psicológico, empujones, golpes– que no tienen que llevarse a lo penal porque esto lo único que hace es profundizar el conflicto”
Juan Martín Pérez García
Aun cuando resulte difícil, es necesario admitir que la violencia escolar no es un hecho aislado, y que inclusive está asociado a otros tipos de violencia. En el ámbito escolar, la violencia puede ser entendida como cualquier acción que ocurra y se geste en y desde la escuela, dificultando su finalidad educativa y lesionando la integridad de algún miembro de la comunidad escolar, por lo que es imperativo abordar el tema con total compromiso, aceptando que no es posible hablar de violencia escolar de forma aislada, sin establecer nexos entre lo público y lo privado, hilvanando comportamientos colectivos e individuales y entretejiendo aspectos del ambiente familiar y comunitario, sin aludir a las diferencias de género y a las historias de vida de quienes agreden o son víctimas de agresiones, y por supuesto, sin considerar muchos otros factores, como la cultura, las relaciones interpersonales, etc. Juan Martín Pérez García, de Tejiendo Redes Infancia, señala que la violencia escolar es una expresión más de las violencias que viven los países.
En nuestro país, durante los últimos años, la violencia y los delitos de alto impacto se han incrementado, generando miles de familias afectadas por la inseguridad y el crimen organizado; como dato importante, en el caso de niñas, niños y adolescentes, de cada 100 carpetas de investigación donde son víctimas, sólo tres alcanzan sentencia. Pérez García, de Tejiendo Redes Infancia, aportó que “Los niños y adolescentes que ejercen algún tipo de violencia en la escuela son víctimas que están expresando esa violencia que están viviendo seguramente en casa o en su comunidad, y la están reproduciendo; lo que necesitan es atención, no más castigo; sin embargo, el Estado mexicano en su conjunto, y particularmente la Secretaría de Educación Pública (SEP), no tienen una estrategia eficiente para atender el acoso escolar desde los niveles básicos”. Para dicho especialista, resulta indispensable recordar que la escuela es solamente un reflejo de lo que sucede en la familia y la comunidad.
Lo anterior indica que, además de lo que se requiere atender en otros temas, se necesita construir una cultura de paz en las escuelas. Desafortunadamente, investigaciones y estadísticas reflejan que prevalece una cultura machista y que, en el caso de los hombres, tiene un sentido muy fuerte de forzar el ejercicio de los roles tradicionales de género. Al respecto, hace énfasis en que las escuelas son las responsables de la violencia que se da en su interior, así como de atenderla desde la cultura de paz, por lo que asegura que “No funcionan en lo absoluto las medidas punitivas: expulsar a los niños, castigarlos con actividades de servicio o demás es punitivista, no cambia. Tenemos que regresar al principio de que los niños que ejercen violencia son víctimas de violencia; ahí aplica lo que conocemos como justicia restaurativa, que implica reconocer a la víctima, reconocer al agresor –hablo de hombres porque la mayoría lo son–, pero reconocer también a la comunidad como una tríada donde se encuentran soluciones para evitar la repetición de los hechos”.
Debemos tener claro que, si sólo se observa la violencia escolar, únicamente se estaría considerando una pequeña parte de un problema mucho más amplio, en otros tipos de violencia se influyen mutuamente. Ortega aportó que es un modelo de relación desigual entre aquellos (as) de quienes se espera una relación igualitaria. Por lo anterior, para comprender la violencia escolar y/o bullying, es preciso conocer el contexto en donde se desarrollan las personas, investigar si han vivido otros tipos de violencia –en su familia de origen o en su comunidad–, determinar si los estereotipos de género que siguen arraigados, entre otros muchos factores. La violencia escolar, -de acuerdo con lo que se ha determinado por medio de diversas investigaciones-, es un reflejo de la que se vive en otros espacios cercanos. Es necesario trabajar de manera conjunta (profesional, personal, social, cultural), para crear entornos familiares más saludables; además, se requiere de autoridades capacitadas en el tema, comprometidas y fuertes, que garanticen que las normatividades sean puestas en práctica, las leyes sean respetadas y se establezcan medidas más efectivas.
Un aspecto relevante siempre será considerar las condiciones de género, ya que aún cuando las desigualdades y prácticas culturales han reproducido situaciones de violencia tanto para mujeres como para hombres, su concepción es diferente y, por lo tanto, nos ha afectado y afecta de diversas formas. La violencia escolar, lamentablemente, forma parte de la realidad cotidiana de las instituciones educativas. Es un tema que ha adquirido protagonismo gracias a la frecuencia con que se presenta y a las consecuencias personales, familiares y sociales en que deriva, lo que conlleva aceptar que se trata de un fenómeno cuya complejidad no puede ser analizada con una sola perspectiva, metodología o enfoque. Por todo lo anterior, para entender la violencia escolar, es obligatorio considerar una reflexión colectiva donde se visualicen los factores que la influyen, pero también aquellos que pueden prevenirla.
Una buena manera de empezar a combatir la violencia entre pares en el contexto escolar es conocer y relacionarnos afectivamente con niñas, niños y adolescentes… saber distinguir a aquellos (as) que pueden haber sufrido directa o indirectamente signos de violencia o haberla visto. Debemos apostar por la prevención, estar atentos (as) y actuar ante el primer signo de violencia. Ante algún alumno o alumna violenta, lo mejor es actuar con firmeza pero con afecto, fomentando su integración y nunca su discriminación, ya que esta última sólo sería un motivo más para fomentar su violencia. Debemos cuidar todos los espacios dentro de nuestras escuelas, y estar pendientes e incidir en los espacios familiares y sociales de nuestro alumnado, pues la violencia en el ámbito escolar no genera únicamente daños en ese espacio, sino que trasciende y determina, -por mucho-, limitantes para el progreso de la sociedad.
Les deseo una semana excelente y agradezco sus aportaciones y/u opiniones a través del correo alexaig1701@live.com.mx.