Por: Carlos Martínez Loza


Ciudad de México, Noviembre 26.- Qatar es el nuevo nombre del debate. Petróleo, perlas, suras, emires, Alá y el Ramadán han transmutado en un dilema ético para Occidente por la vía de un juego inventado en una nublada pradera inglesa: ¿mirar el Mundial de futbol Qatar 2022 convierte al aficionado en cómplice de un régimen que vulnera los derechos humanos (mujeres, inmigrantes y minorías)?

La respuesta afirmativa inaugura un marco discursivo que me parece sospechoso de falacia. Afirmar que se es cómplice de un régimen que vulnera derechos humanos tan solo por mirar el torneo de futbol o regocijarse en un gol de la selección mexicana, es tanto como decir que se es cómplice de vulnerar derechos humanos por mirar un torneo de basquetbol en Guerrero, estado en el que desaparecieron 43 estudiantes en 2014.

La falacia genética es un razonamiento que postula transferir las propiedades negativas y originarias de A a B. Por ejemplo, sería inmoral tomar una aspirina para el dolor de cabeza porque la aspirina en sus orígenes se utilizó para aventajar a Alemania en la Primera Guerra Mundial.

Otra manera de refutar la afirmación base es por medio de una reducción al absurdo. Si se acepta que “se es cómplice de vulnerar derechos humanos por mirar el Mundial de Futbol”, también se tendrían que aceptar las siguientes conclusiones:

Se es cómplice de vulnerar derechos humanos al comprar celulares o electrodomésticos con componentes hechos en China o Taiwán, dadas las condiciones laborales de los trabajadores de fábrica.

Se es cómplice de vulnerar derechos humanos al leer algunas páginas de Gabriel García Márquez, pues en Colombia abunda la guerrilla y en otros tiempos el vertiginoso comercio de drogas; se es cómplice de vulnerar derechos humanos por leer una poema de Andrés Bello, pues en su país, Venezuela, su régimen vulnera a la luz del sol y la luna los derechos fundamentales; se es cómplice de vulnerar derechos humanos al consumir cacao de origen africano, pues si bien es el mayor productor en el mundo, su cosecha es laboriosamente penosa para sus cultivadores; se es cómplice de vulnerar derechos humanos por utilizar el teorema de Pitágoras, pues Pitágoras no era muy dado a respetar al prójimo.

Y llego al súmmum del absurdo: se es cómplice de violar derechos humanos cuando se utiliza la expresión “derechos humanos”, pues es una noción que tiene su origen en Occidente, lugar que prohijó las dos penosas guerras mundiales.

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