Por: Carlos Martínez Loza


Iguala, Guerrero, Marzo 25.- Emparejar ambos y rotundos nombres puede ser una extrañeza. Pero al hombre de la cruz y al creador de la Teoría Pura del Derecho no solo los une su origen judío sino además su inclinación a pensar el fundamento último del derecho.

El carpintero de Galilea y el jurista austriaco se enfrentaron a las preguntas: ¿Por qué vale una norma? ¿Cuál es el gran mandamiento en la ley? La primera cuestión aparece en la Teoría Pura del Derecho (Reine Rechtslehre, 1934); la segunda, en el Evangelio de San Mateo en el marco de una disputa religiosa. Al desarrollar el concepto de la norma fundante básica o norma suprema (Grundnorm), Kelsen se apresura en acudir al ejemplo de los Diez Mandamientos de Moisés para explicar el sistema de normas estático y dinámico.

En un sistema de normas estático la norma suprema da su fundamento a las demás normas por la derivación de su contenido, para explicarlo Kelsen da el ejemplo del mandamiento “Se debe amar al prójimo”, del cual pueden derivarse las normas particulares: “no se debe ocasionar mal al prójimo, “no se debe matarlo”, “no se debe dañarlo física ni moralmente”, “se debe auxiliar al prójimo en caso de necesidad”. Estas normas derivadas las presupone o contiene el mandamiento de amar al prójimo: el enunciado “no se debe dañar al prójimo” se subsume como contenido particular en el universal “se debe amar al prójimo”.

San Pablo, en su carta a los Corintios, procede a la manera kelseniana. Al hablar de la preeminencia del amor, uno puede advertir la derivación lógica que hace del amor para obtener las normas: “No tener envidia”, “No hacer nada indebido”, “No guarda rencor”, “No gozarse de la injusticia”. Cristo precedió a Pablo en este razonamiento en su disputa contra los fariseos, a la pregunta “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?”, respondió que de los mandamientos amar a Dios y al prójimo dependía toda la ley y los profetas. El carpintero de Galilea sentó las bases del sistema normativo estático de las naciones cristianas.

Aún queda una pregunta, ¿cuál sería el fundamento de validez del mandamiento “Amar al prójimo? Pienso que Kelsen respondería que lo es el enunciado deóntico: “Debe obedecerse lo que Dios manda”, este es el principio del sistema normativo dinámico. Que en lenguaje bíblico equivale al famoso epílogo del Eclesiastés: “Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque eso es el todo del hombre”. Es la ‘Grundnorm’ del cristianismo.

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