Colosio, el presidente que no fue
Por: Efraín Flores Iglesias
Su asesinato rompió un proyecto transexenal y ocasionó una fractura en el equipo de Carlos Salinas de Gortari, el personaje que en ese entonces gobernaba al país.
Este 23 de marzo se cumplieron 29 años de ese episodio de sangre que marcó para siempre al pueblo de México. Y los dirigentes del Partido Revolucionario Institucional (PRI) montaron en varias ciudades del país guardias de honor para honrar su legado y entrega por México.
Me refiero, por supuesto, a Luis Donaldo Colosio Murrieta, ese candidato joven y carismático que se ganó la simpatía de millones de mexicanos (priistas y ciudadanos sin partido).
Todo indicaba que él sería el ganador de las elecciones de julio de 1994 y, por ende, el sucesor de Carlos Salinas, su mentor político.
El 27 de enero de ese año, todos los candidatos a la Presidencia de la República firmaron el “Pacto para la Paz, la Democracia y la Justicia”, como principal sustento de garantías para una convivencia armónica y en el propósito común de avanzar en la democracia dando pasos significativos para una elección legal y creíble.
Los candidatos que se registraron para esa elección, además de Luis Donaldo Colosio, fueron:
Diego Fernández de Cevallos, del Partido Acción Nacional (PAN); Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, del Partido de la Revolución Democrática (PRD); Cecilia Soto González, del Partido del Trabajo (PT); Jorge González Torres, del Partido Verde Ecologista de México (PVEM); Rafael Aguilar Talamantes, del Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCRN); Álvaro Pérez Treviño, del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM); Marcela Lombardo Otero, del Partido Popular Socialista (PPS), y Pablo Emilio Madero Belden, de la Unión Nacional Opositora.
Y, a pesar del alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas, el 1 de enero de 1994, los candidatos realizaron sus eventos de campaña sin contratiempos.
Colosio encabezó desde un inicio todas las encuestas que realizaron y publicaron diferentes casas encuestadoras.
El berrinche de Manuel Camacho Solís, no le afectó mucho a la campaña del candidato del PRI. Pero era claro que el entonces regente del Distrito Federal estaba muy dolido porque el presidente Carlos Salinas no lo eligió a él como el candidato a la Presidencia.
Varios analistas y actores políticos de esa época vieron en Camacho como el sucesor de Salinas, ya que ambos personajes eran amigos desde la juventud y habían trabajado en equipo durante muchos años.
El regente capitalino y posterior titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores se sintió traicionado por la decisión que tomó el presidente. Y murió (2015) lamentándose no haberse deslindado de él de un modo más drástico y buscar la candidatura por otro partido.
Por cierto, Manuel Camacho fue el mentor político del actual canciller y aspirante a la Presidencia de la República por Morena, el ex priista Marcelo Ebrard Casaubón. Pero esa es otra historia.
Luis Donaldo Colosio Murrieta fue un líder que atraía con su discurso transformador. Y su visión de país era clara: crecimiento con estabilidad, confianza, buenas finanzas nacionales y buenas finanzas familiares, mayor equidad, empleos crecientes con ingresos suficientes, combate a la desigualdad y una gran reforma para el campo.
También se comprometió en construir un nuevo equilibrio en la vida de la República, porque –decía– que era hora del poder del ciudadano y de la democracia en México. Y ofreció un cambio con rumbo seguro para garantizar paz y tranquilidad a las nuevas generaciones.
Fue un demócrata en toda la extensión de la palabra. Y lo demostró con hechos en los cargos administrativos y partidistas que desempeñó. Pero el partido en el que militó era antidemocrático y alejado del pueblo al volverse tecnócrata en 1982.
Quiso cambiar a México y acabar con la desigualdad social.
El 6 de marzo de 1994 y ante miles de priistas que se congregaron en la explanada del Monumento a la Revolución, en la capital del país, pronunció un discurso sui géneris que, para muchos, marcó su propio destino.
He aquí algunas frases:
- “Yo veo un México con hambre y sed de justicia. Un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla”.
- “México quiere democracia, pero rechaza su perversión: la demagogia. Expreso mi compromiso de reformar el poder para democratizarlo y para acabar con cualquier vestigio de autoritarismo”.
- Sabemos que el origen de muchos de nuestros males se encuentra en una excesiva concentración del poder. Concentración del poder que da lugar a decisiones equivocadas; al monopolio de iniciativas; a los abusos, a los excesos’’.
- Me he encontrado con el México de los justos reclamos, de los antiguos agravios y de las nuevas demandas; el México de las esperanzas, el que exige respuestas, el que ya no puede esperar”.
- Es la hora de un nuevo impulso económico; es la hora de crecer sin perder la estabilidad financiera ni la estabilidad de precios. La economía, más allá de metas técnicas, tiene que estar al servicio de los mexicanos”.
Cuando Colosio fue cobardemente asesinado en Lomas Taurinas (Baja California), un servidor contaba con escasos 8 años de edad. Pero recuerdo muy bien como mis padres se pusieron tristes al enterarse de tan lamentable noticia en el noticiaro nocturno de don Jacabo Zabludovsky.
Mis padres, al igual que muchos ciudadanos del país, simpatizaron con Colosio y lo apoyaron como promotores del voto porque representaba un proyecto de nación responsable.
Lamentablemente, personajes siniestros de su propio partido lo vieron como una seria amenaza para sus nefastos intereses. Y lo más grave: algunos representantes populares y funcionarios todavía fingen llorarle en los eventos que organiza el otrora poderoso partido de Estado, en lugar de exigir justicia.
Han transcurrido 29 años de aquel hecho de sangre y el caso sigue impune.
A México le hacen falta muchos Colosios, muchos políticos con estatura política y moral como lo fue el oriundo de Magdalena de Kino, Sonora. Es cuanto.
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