Por: José Eduardo Cruz Carbajal

Mi muy amado bebé:

La noticia de tu muerte ha traspasado mi corazón, una parte de mí se ha ido contigo, todas mis ilusiones se han vuelto nada, me he quedado con los brazos vacíos, siento que estaba a punto de llegar a la meta, y de repente la carrera ni siquiera terminó, simplemente se detuvo. ¡La vida es injusta! ¡Yo te quiero conmigo, no lejos de mí! A mi alrededor solo oigo palabras vacías: “Ya tendrás otros hijos”, “Por algo pasan las cosas”, “Ni siquiera lo conociste”… ¡Me dan ganas de golpear a todos! No saben lo que dicen, me ofende escucharlos, cómo si tu valiosa vida fuera reemplazable, tú eres único, nadie podrá ocupar tu lugar. Al escuchar que tu corazón no latía, mi mundo se hizo pedazos, vi a tu mamá llorar por ti, el médico nos habló ásperamente, solo dijo: Su corazón ha dejado de latir, y salió del consultorio, por lo menos pareciera que cuando no sabía qué hacer, hizo lo más prudente que podía, dejarme a solas con tu mamá. Allí en el consultorio dimos rienda suelta a nuestro dolor, después de un tiempo, prepararon a tu mamá para inducirle el parto. Cuando el parto terminó, otro médico me informó acerca de tu mami, ella estaba estable físicamente, pero por dentro estaba inconsolable, me permitieron cargarte y estar unos minutos a solas contigo y con tu mamá.

Al salir del hospital tus abuelitos nos esperaban, no dijeron nada, comprendieron lo que pasaba y se portaron a la altura de las circunstancias, ellos te cargaron, se echaron a llorar sobre tu cuerpecito, te dijeron cuanto te amaban, y juntos te entregamos a Dios, allí donde nosotros ya no podemos cuidarte, Él si puede hacerlo. Tu mami, tus abuelitos y yo decidimos velar tu cuerpecito una noche, no hubo tanta gente, pero quienes nos acompañaron nos mostraron un amor que nos hizo sentir seguros en medio de la tormenta, en el momento de tu sepultura comprendí que ya no había vuelta atrás, nada podía devolverte la vida.

Como tu papá me quedan algunas certezas, aunque no estés conmigo, en mi fe, sé dónde estás, pero también en mis ojos naturales sé dónde no estás. Tengo la certeza de ser tu papá, siempre podré decir con la frente en alto que tengo un hijo, soy papá desde el embarazo de tu mamá hasta la muerte, me queda la certeza del gran amor que te tengo, el cual nunca dejará de ser, te amaré hasta mi último suspiro, me queda la certeza del amor que nos tenemos tu mami y yo, y en nombre de ese amor y del amor hacia ti transitaremos esta pena, no te prometo estar bien en un futuro cercano, ya que lo que deseo ahora mismo es morirme yo y que tú estés vivo, y me queda la certeza de que nunca te olvidaré, vaya tarea tengo ahora: Vivir con el dolor de tu ausencia… Con amor: Papá

*José Eduardo Cruz Carbajal (Iguala, Guerrero) es psicólogo con estudios en tanatología. Contacto: psiceduardo15@gmail.com

Comparte en: