Por: José Eduardo Cruz Carbajal


Iguala, Guerrero, Junio 17.- Lágrimas corrían por mis ojos al ver que nuevamente te quedabas dormido, el médico vio que mi llanto estaba por brotar y en silencio abandono la habitación. Me senté junto a tu cama, tomé tu mano entre la mía y di rienda suelta a mi llanto, sigo sin entender por qué tienes que morir. Verte débil me duele mucho, me sobrepasa, daría todo por verte lleno de vida, daría todo por seguir escribiendo nuestra historia, daría todo por más fotografías juntos, por más charlas en la oscuridad, por más copas de vino llenas de carcajadas que tienen como consecuencia un dolor de estómago.

Es curioso, dicen que antes de morir tu vida pasa delante de tus ojos y ves todos los pasajes de ella, yo no estoy muriendo, pero aquí en medio de mis lágrimas, mi mente está reviviendo todos los momentos que vivimos juntos. El tiempo realmente parece insuficiente cuando la muerte está cerca, en este momento comprendo que realmente el tiempo corre, pasa en un abrir y cerrar de ojos, es imposible detenerlo, es imposible hacer que vuelva atrás, sí que camina a paso firme, no se detiene, no sabe, no conoce, o quizá simplemente es imposible negociar con él.

Acaricie y besé tu frente y tus mejillas, te hable al oído, te agradecí por todo, por la oportunidad de formar parte de tu vida, te pedí perdón una y otra vez por todas las veces que tuviste que luchar contra mi apatía hacia la vida, algo que de tan solo recordarlo me da vergüenza. No puedo hacer mucho por ti ahora, solo lo que esta a mi alcance, peinarte, cobijar tu cuerpo, velar tu sueño y elevar a mi Señor una plegaria por ti. ¡Cuán limitado me siento ahora! Quiero hacer todo por ti, pero no puedo, ahora comprendo que lo único que puedo hacer por ti es acompañarte, es darme a ti, es ofrecerte esperanza, aun cuando pareciera que no la hay, la esperanza de que estarás cómodo, la esperanza de que tu dolor estará bajo control, la esperanza de poderte ayudar a resolver tus asuntos pendientes, la esperanza de saber que no morirás solo, la esperanza de que morirás en el cuidado de nuestro amoroso Dios. Mi corazón está siendo confortado al descubrir que al final de la vida lo que más importa son los actos que son hechos con amor, y es por amor que estoy aquí junto a ti.

Oh señor, aquí estoy con el corazón herido, pero tú sabes que, con un amor sincero, dame tu compañía y tu fortaleza para estos momentos y para cuando el final se acerque. Tú sabes que no me gustan las despedidas, pero he comprendido que perder y despedirme será parte de mi vida entre tanto yo vaya a ti. Si perder es algo inevitable, solo te pido una cosa: Que no te pierda a ti nunca, que tu Espíritu Santo me consuele, y que me enseñes cómo vivir una vez que mi amado haya emprendido su último viaje.

Referencias:

Pérez, G. (2019). Convénceme de vivir. México: Diana.

*José Eduardo Cruz Carbajal (Iguala, Guerrero) es psicólogo y maestro en tanatología. Contacto: psiceduardo15@gmail.com