Por: Álvaro Venegas Sánchez
Zoé Robledo Aburto, director general del IMSS, presentó datos dramáticos respecto al sistema de salud de Guerrero: 82 por ciento de una población calculada en 3 millones 541 mil personas hasta el 2020, no tiene acceso a seguridad social, incluyendo servicios médicos”. Para más, el diagnóstico de campo hecho con especialistas, arrojó que existe una infraestructura de salud muy grande, pero con enormes carencias: “Hay hospitales que dificultan tanto la operación como para que realmente se les pueda llamar hospitales”.
En el sistema, abundó el funcionario, integrado por 42 hospitales, hay 18 equipos de rayos X que no están operando, tampoco 22 ultrasonidos, 4 mastógrafos y 52 unidades anestésicas; en el único hospital de tercer nivel de atención ningún equipo de rayos X sirve, igual los equipos portátiles, el tomógrafo, y apenas uno de los dos mastógrafos; de los 66 quirófanos para las personas que no tiene seguridad social 18 están fuera de servicio. El mismo problema existe en áreas como las de cuidados especiales a neonatos (recién nacidos, peines de laboratorios, centrales de esterilización”. Y no se diga, “en los hospitales básicos comunitarios de Tlacotepec, Coahuayutla, Malinaltepec, Alcozauca y Tlacoapa,
Este abandono ¿se debe a la falta de recursos? La respuesta hay que inferirla sin esforzarse teniendo que meterse a investigar fuentes económicas o de distribución del presupuesto público de quien sabe qué gobiernos. Es suficiente entender lo que el viernes 2 de septiembre, expuso el empresario Carlos Slim Helú. Veamos lo que dijo: “México le falta no cometer errores; ha tenido oportunidad tras oportunidad y no las ha aprovechado. Ha habido sexenios de mucha abundancia de recursos que no ha sabido utilizar. Una época de oro que llamamos “desarrollo estabilizador”. Entre 1958 y 1970, doce años, el país vivió una era de sustitución de importaciones. Afirmó que, por el petróleo, llegamos a percibir 460 mil millones de dólares por exportación petrolera en un sexenio, (pero) nadie sabe dónde quedó ese dinero. Bueno, todo mundo imagina dónde fue a parar.
El tiempo que Carlos Slim rememora, a personas más o menos de mi generación consta cómo era la situación. Por ejemplo, en septiembre del año 1962, inicié mis servicios como maestro rural en la comunidad de Huautla, municipio de Heliodoro Castillo, cuya cabecera es Tlacotepec. Allá, de vez en cuando, llegaban “los rociadores”; eran trabajadores de salud con uniforme color caqui y casco amarillo que combatían el mosquito transmisor del paludismo. Después de hacer su trabajo, nos dejaban a los maestros material para tomar muestras de sangre. Mientras en la cabecera municipal, sólo había un “puesto periférico”, donde el único doctor existente en la población, daba servicio médico por parte de ISSSTE. Este panorama era común en nuestra entidad.
Sin embargo, estamos hablando de una realidad de exactamente hace 60 años. ¿Quiénes y cómo gobernaron a nivel federal y estatal para que lugares como los mencionados por el director general del IMSS, no hayan superado necesidades ancestrales? ¿Qué hicieron con el dinero que propició “la época de oro”, durante el desarrollo estabilizador? ¿Fue acaso, tanta la falta de empatía social y grandes las ambiciones personales de los gobernantes y por eso el abandono injustificable? Los expertos de la oposición deberían explicar esto al pueblo de México.
Resulta curioso, paradójico inclusive, que Slim se haya expresado como López Obrador: “la lucha contra la pobreza no sólo es asunto ético y moral, sino de justicia social, es una necesidad económica en esta nueva civilización”; “la mejor inversión universal de todo el mundo es combatir la pobreza, la marginación, la ignorancia; todos los países están obligados a ello, desarrollando capital humano, con salud, educación y empleo para que todas las personas se incorporen a la modernidad”. Ahora falta, nada extrañaría que semejante coincidencia discursiva, la descalifiquen los promotores de consideraciones absurdas.
Lo importante de todo es que, el diagnóstico culminó con la posibilidad de invertir casi 4 mil millones de pesos para levantar el sistema de salud de Guerrero. Ello implica adquirir los 31 mil 430 equipos que se requieren en el primer y segundo nivel de atención y un cálculo de nómina de cuatro meses de lo que se contrataría de manera adicional en términos de personal e infraestructura. Al gobierno federal le quedan dos años, suficientes para que, con la voluntad del presidente de la República, los guerrerenses salgamos del ostracismo en que nos colocaron aquellos que presumían “saber cómo hacerlo”. Todavía, al dirigente Alito, le da gritar y presumir con orgullo priista: “nosotros sí sabemos gobernar”. Es posible que aún no se dé cuenta, porque quizás para él pobreza y marginación son cuento, que hubo malos políticos y malas también sus políticas. Esperemos.
Iguala, Gro., septiembre 5 del 2022.