Día Internacional de la Mujer Indígena

Por: Alejandra Salgado Romero

«Empoderar a las mujeres indígenas es fundamental para erradicar el hambre y la desnutrición en el mundo”

José Graziano da Silva

Las mujeres indígenas enfrentan aún, múltiples obstáculos a lo largo de su vida: reducidas oportunidades para acceder al mercado laboral, dificultad para tener acceso a los servicios de salud y educación, tasas elevadas de analfabetismo, poca participación en el proceso político, falta de acceso a alimentación y agua, así como sufrir violencia doméstica. Ellas han sido parte muy importante en las luchas de sus pueblos, de igual forma son conocidas como garantes de la cultura y juegan un papel fundamental en sus familias y sus comunidades, tanto en el ámbito nacional como internacional. Sin embargo, la supresión social, económica y política que enfrentan las mujeres indígenas contribuye a una situación constante de discriminación, que las vuelve particularmente susceptibles a diversos actos de violencia.

En 1983, el 5 de septiembre fue la fecha instituida en el Segundo Encuentro de Organizaciones y Movimientos de América, en Tiahuanaco (Bolivia), para conmemorar el Día Internacional de las Mujeres Indígenas, en honor a la lucha de Bartolina Sisa, guerrera aymara, quien se opuso a la dominación colonial y fue asesinada en la Paz, Bolivia, en 1782. El objetivo de esta celebración es rendir tributo a todas las mujeres pertenecientes a los pueblos indígenas del mundo, y lograr visibilizar su contribución histórica. En el ámbito internacional de la protección de los derechos humanos existen diversos instrumentos para su defensa, por ejemplo, el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes y la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. El Gobierno mexicano, al ratificar el Convenio 169, se comprometió a promover la plena efectividad de los derechos sociales, económicos y culturales de los pueblos indígenas con un pleno respeto a su cultura, tradiciones e instituciones. La Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas fue aprobada el 13 de septiembre de 2007 por la Asamblea General del organismo internacional, y casi una década después, el 17 de junio de 2016, se suscribió la Declaración Americana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas; nuestro país suscribió ambos instrumentos.

Se calcula que, en la actualidad, en Latinoamérica existen alrededor de 522 pueblos indígenas que integran una población de aproximadamente 42 millones de personas, de las que el 59% son mujeres, es decir, más de la mitad; pese a ello, representan el sector más oprimido, pues la mujer indígena actualmente sufre, en voz de especialistas, una triple discriminación: a) La primera se debe a su género, ya que la mayoría de los pueblos indígenas son machistas, por lo cual les privan a las niñas su educación e incluso, muchas de las prácticas de apareamiento en algunas de estas culturas contemplan la violación; b) La segunda discriminación se debe a su condición de indígenas, pues en muchos países, como en México, se percibe al indígena como un ciudadano/a de segunda clase; y, c) La pobreza, ya que aún en pleno siglo XXI muchas mujeres indígenas no pueden ser dueñas de la tierra donde viven y trabajan, sino que esta pertenece al “hombre de la casa”, al que deben pedir permiso para trabajarla e incluso tomar lo cosechado.

Con lo anterior como antecedente, toma relevancia que esta conmemoración nos permita reconocer y apreciar los ricos conocimientos de las mujeres indígenas sobre el mundo natural, la salud, las tecnologías, los ritos y rituales distintivos y otras expresiones culturales significativas, ya que, generación tras generación, las mujeres indígenas transmiten estos conocimientos tradicionales, que constituyen una herencia de incalculable valor. ONU Mujeres, en el marco de esta conmemoración, ha hecho un llamado para visibilizar el rol fundamental que las mujeres indígenas juegan en la importante tarea de mantener y defender la identidad de sus pueblos, respaldando además, su derecho para que sus voces, -diversas y muestra de la riqueza cultural que representan-, se escuchen de manera fuerte y clara en todos los espacios en los que habitan, “no sólo en el hogar y la familia, sino también en el espacio político, social, económico y cultural”.

Cabe mencionar también que la pandemia generada por el COVID-19 exacerbó la brecha de desigualdad que ya existía y ha atentado gravemente contra la autonomía de las mujeres, especialmente de las mujeres indígenas. Por ejemplo, de acuerdo con el Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES), el 49 por ciento de las mujeres indígenas vivieron situaciones de violencia por parte de su actual o última pareja, el tipo más frecuente fue el emocional (38.9 por ciento), siguió la violencia económica o patrimonial, (21.5 por ciento), física (20.8 por ciento) y sexual (7.7por ciento). Las mujeres no somos una minoría, sino al menos la mitad de la población, y las mujeres indígenas, en la mayoría de nuestros países no son una minoría, sino que en muchos casos representan también mayorías. Por ello, resulta impostergable que se pongan en marcha iniciativas en cumplimiento de los compromisos asumidos mediante la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), para incorporar a las mujeres indígenas en los planes de respuesta a la crisis y más allá en las políticas públicas y los esfuerzos de desarrollo sostenible y sustentable, garantizando que la legislación y las políticas nacionales y locales promuevan la participación efectiva de las mujeres indígenas en la toma de decisiones.

Ampliar las oportunidades de participación efectiva en el ámbito político y social para todas las

mujeres indígenas, requiere desarrollar una serie de capacidades que les permita moverse

fluidamente en el espacio público. Sin duda, para lograrlo, además de lo normativo, resulta imprescindible promover una cultura que respete, reconozca y apoye los liderazgos de las mujeres indígenas, así como trabajar efectivamente para prevenir, sancionar y erradicar todas las formas de violencia política hacia ellas.

Aquí y ahora debemos aplicar el principio “Nada sobre nosotras sin nosotras”, pues las mujeres indígenas requieren un respaldo sororal, pero sin duda, nuestro país y el mundo demanda, para avanzar, su participación en condiciones de igualdad.

Les deseo una semana excelente y agradezco sus aportaciones y/u opiniones a través del correo alexaig1701@live.com.mx.

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