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Ciudad de México, Octubre 2.- Descansar deja de ser un acto pasivo cuando consideramos que los microbios intestinales podrían contener la clave oculta de por qué dormimos: microorganismos que habitan en nuestro intestino pueden influir en el susurro interno que nos dice que es hora de soñar.


Un estudio reciente publicado en Nature sugiere mecanismos precisos por los cuales ciertos metabolitos bacterianos podrían modular el sueño, aportando un vínculo biológico entre el intestino y el cerebro. Este hallazgo, junto con revisiones sobre el eje microbioma-intestino-cerebro, plantea un universo donde no solo el cerebro decide cuándo dormir.


El eje intestino-cerebro y el sueño: un diálogo íntimo


La idea de que nuestro intestino “habla” con el cerebro no es nueva, pero sus implicaciones para el sueño apenas comienzan a revelarse. La microbiota intestinal forma parte de un ecosistema que genera compuestos bioactivos —como ácidos grasos de cadena corta, neurotransmisores o metabólicos derivativos del triptófano— que pueden modular procesos neuronales.

Por ejemplo, el ácido butírico, un metabolito producido por fermentación bacteriana de fibra dietética, ha demostrado en modelos animales aumentar significativamente el sueño no REM (NREM). En experimentos, la administración oral de butirato incrementó el sueño NREM en ratones durante varias horas después del tratamiento.


Estos efectos sugieren que los microbios actúan como “orquestadores químicos”, utilizando rutas inmunológicas, endocrinas y nerviosas para modular la arquitectura del sueño. La relación no es unidireccional: dormir poco puede provocar alteraciones en la microbiota (disbiosis), que a su vez afectan más el sueño, generando un ciclo negativo.


Evidencia humana: asociación entre microbioma y calidad de sueño
Aunque gran parte de la investigación parte de modelos animales, estudios humanos también apuntalan esta conexión. En investigaciones epidemiológicas se ha observado que la variabilidad nocturna del sueño —es decir, cuánto varía la duración entre noches— se relaciona con la riqueza y diversidad del microbioma intestinal.


Una revisión reciente en Frontiers in Microbiology usó técnicas genéticas y análisis de asociación para investigar si ciertos géneros bacterianos estarían causalmente ligados a rasgos del sueño humano. Los resultados sugieren una relación bidireccional: ciertos tipos de bacterias pueden favorecer patrones de sueño saludables, mientras que las alteraciones del sueño pueden modificar la abundancia microbiana.


Otra revisión sobre mecanismos del microbioma-sueño menciona que el eje microbioma-intestino-cerebro integra vías inmunitarias, metabólicas y endocrinas para modular neurotransmisores como el GABA y el triptófano, ambos esenciales para la regulación del sueño.


No obstante, la comunidad científica aún debate si estos efectos son fuertes y consistentes en todos los individuos. Los factores de estilo de vida —dieta, estrés, patrones de alimentación— complican la interpretación.


Experimentos sólidos: probióticos, metabolitos y sueño mejorado


Una de las líneas más prometedoras es el uso de cepas específicas de probióticos para modular el sueño. En un ensayo clínico reciente se empleó Bifidobacterium animalis subsp. lactis BLa80 durante ocho semanas en adultos sanos, comparado con placebo. El grupo tratado mostró mejora en el puntaje del Índice Pittsburgh de Calidad del Sueño (PSQI), asociado a cambios en la composición microbiana y producción de GABA.


Este tipo de enfoques busca transformar la microbiota hacia un perfil más favorable para el sueño, actuando como “psicobióticos”. Pero los resultados aún no son uniformes: algunos ensayos no observan mejoras, lo que refuerza que la respuesta puede depender de muchos factores individuales.


En modelos animales también se usarán metabolitos como el butirato para demostrar efectos directos sobre etapas del sueño, lo que refuerza la hipótesis: microbios no solo acompañan, sino que guían ciertos ritmos neuronales.

Para que los microbios intestinales puedan “dictar” cuándo sentimos somnolencia, sus productos deben actuar sobre el sistema nervioso central. Aquí algunas vías plausibles:


Metabolitos bioactivos: ácidos grasos de cadena corta (como el butirato), metabolitos del triptófano (serotonina, melatonina) y otros compuestos pueden atravesar barreras o modular receptores periféricos.


Señales inmunológicas: bacterias activan el sistema inmune intestinal, liberando citocinas que viajan al cerebro y pueden alterar ciclos del sueño.


Vía nerviosa (vago): la conexión nerviosa entre intestino y cerebro puede transmitir estímulos microbianos modulados.


Eje endocrino y circadiano: las bacterias pueden influir en la liberación de hormonas como cortisol o insulina, afectando los relojes biológicos.


Estos mecanismos aún se exploran con cautela, pues muchas de las rutas son hipotéticas o demostradas en animales, pero constituyen el andamiaje sobre el que podría edificar una medicina del sueño con base microbiana.


El sueño, tan humano y al mismo tiempo tan misterioso, podría depender en parte de un ecosistema que vive dentro de nosotros. Con cada avance en microbioma y neurociencia se vislumbra que los “guardianes microbianos” tal vez regulan más de lo que imaginamos. Pero, mientras celebramos esos descubrimientos, recordemos mantenernos en diálogo con médicos y especialistas: la interpretación clínica sigue siendo esencial.