Por: Leonardo Kourchenko
El reconocimiento generalizado en el seno de la Asamblea de la ONU al Estado palestino ha provocado la movilización inmediata por parte del Departamento de Estado en Washington. El objetivo es convencer a Benjamin Netanyahu de aceptar un nuevo Plan de Paz, con cese al fuego incluido y la obligada reconstrucción de la Franja de Gaza.
Parece una medida desesperada ante la aplastante expresión internacional de apoyo a Palestina.
Trump se vio obligado a sentar a Netanyahu y decirle: “Es ahora o nunca: la última oportunidad; de lo contrario, mi apoyo y respaldo tendrá que verse limitado, reducido o suspendido”.
Netanyahu aceptó y todos esperan ahora la respuesta de Hamás.
Las condiciones del acuerdo no son inaceptables. Por el contrario, ofrecen una salida digna para que los palestinos de Gaza recuperen su tierra, destruida y devastada por la aniquilación lanzada por el Estado de Israel, pero con el compromiso de inversión internacional para la reconstrucción, especialmente de Estados Unidos.
Intercambio inmediato de rehenes vivos y muertos por ambas partes, en un plazo no mayor a las 72 horas. Declaración de zona desmilitarizada y desarmada —lo que tiene serias implicaciones para la inexistencia de armamento palestino—. Además, el establecimiento de una Fuerza Internacional de Paz que gradualmente tome el control de la administración del gobierno con una renovada Autoridad Palestina.
Podría sonar, hasta ahí, esperanzador.
El genocidio israelí sobre Gaza ha sido criminal: 66 mil muertos, muchos de ellos niños y mujeres inocentes, han sido las víctimas primarias de esta atroz destrucción que ha borrado de la faz de la tierra lo que un día fue la Ciudad de Gaza. Junto a las víctimas vitales, están cientos de miles de desplazados y refugiados en plena crisis humanitaria por el bloqueo de medicamentos, alimentos y atención básica.
Parece que el impacto del reconocimiento internacional, el vacío y evidente rechazo a Netanyahu en la Asamblea General de la ONU hace unos días, y la presión de Washington han forzado al primer ministro de Israel a aceptar los términos.
Sin embargo, si Hamás rechaza o se niega a aceptar los términos y condiciones en un plazo muy breve, Trump respaldará con toda la fuerza al gobierno de Israel a “tomar las medidas necesarias” para eliminar a los terroristas. Es decir, destruir lo poco que queda.
La interesante figura de una autoridad internacional, multinacional, con personajes relevantes como el exprimer ministro británico Tony Blair, podría otorgarle una nueva era al futuro Estado palestino, porque resulta evidente que, a estas alturas, será imposible para Washington o Tel Aviv negar la cascada mundial en reconocimiento a esta nueva nación.
Los términos indican que las fuerzas israelíes se retirarán poco a poco y que el territorio se entregará a una nueva entidad llamada “Junta de la Paz”. Esta junta contará con una Fuerza Internacional de Estabilización, apoyada por Estados Unidos y países árabes.
Esa combinación podría resultar esperanzadora para una región desgarrada por el odio y el rencor mutuo entre dos pueblos que fueron capaces de convivir en el pasado. El control opresivo de Israel en contra del pueblo palestino por décadas, además del apoyo de algunos emiratos y estados árabes, convirtieron a Gaza en un polvorín sangriento.
El acuerdo obliga a la coexistencia pacífica y a que Hamás no podrá gobernar Gaza, lo que supone una dificultad política interna.
Es importante subrayar que es el punto más elevado al que Washington ha conseguido llevar a Netanyahu hasta ahora, considerando que Israel se compromete a no ocupar la Franja y permitir, con base en cambios a la Autoridad Palestina y al establecimiento de un diálogo interreligioso, la posibilidad de reconocer a un futuro Estado palestino.
Muy considerable avance en la posición israelí, claramente forzada por la Casa Blanca.
El punto ahora es que más de 100 países otorgaron ya el reconocimiento al Estado palestino; Estados Unidos e Israel imponen un “impasse” para lograr todas estas condiciones previas: desarme, retiro de fuerzas, Hamás no gobernará en el futuro, ¿lo aceptarán los demás países y los propios palestinos?
Este plan representa la más clara, sólida y probablemente viable oportunidad para un cese al fuego inmediato y para sentar las bases de una paz duradera.
Ojalá que los líderes de Hamás y sus respaldos en Qatar e Irán coincidan en fortalecer e implementar esta propuesta.
Incluso, abriendo la posibilidad de que fuerzas árabes formen parte del contingente multinacional que vigile y garantice la seguridad de Gaza en los primeros años.