Por: Álvaro Venegas Sánchez

Conjeturas, alarma, histeria política, generó la iniciativa del Ejecutivo para que la Guardia Nacional pasara a depender del Ejército. Evitar la militarización del país se convirtió en sonora consigna de la oposición política al gobierno de la 4T. Desde antes y sobre todo con la instalación de las Cámaras del Congreso, el debate arreció. Juristas a favor unos y otros en contra de la intención presidencial, junto con legisladores del PAN, PRI, PRD y “el grupo plural” de senadores, prácticamente advirtieron una desgracia nacional. La tensión aumentó ante la expectativa de la resolución de la SCJN respecto a la prisión preventiva.

Diputados y senadores identificados por el NO a todo, que previamente acordaron y declararon moratoria legislativa, sorprendieron por la vehemencia para rechazar que la seguridad pública se pusiera en manos de una Guardia Nacional militarizada. Creyendo sean buenos y sinceros habría que entender por qué tanta incredulidad de su parte a explicaciones dadas. Quizás se debe a que pertenecieron y apoyaron siempre a gobiernos con mandatarios de doble moral y discurso. Que hablaban correctamente para decir una cosa, pero hacían lo que convenía a su interés o al de cierto sector progubernamental. Por tanto, ahora, les cuesta trabajo; no pueden y no quieren creer que AMLO sea distinto.

El discurso o los argumentos que presentan, varios años atrás eran sostenidos como denuncias por la oposición a regímenes autoritarios desde la lucha social (estudiantil, magisterial, campesina y popular). Líderes y personajes respetables de partidos políticos de la oposición de antes, llegaban si acaso a la Cámara de Diputados. Por supuesto, con autenticidad y pasión manifestaban el sentir del pueblo y la preocupación por el uso arbitrario de la fuerza; empero, minoría a todas luces, clamaban en el desierto.

A las fuerzas armadas, que eran utilizadas para reprimir e intimidar la inconformidad social (larga es la lista de hechos históricos en que actuaron con anuencia del mando supremo), en el informe de cada primero de septiembre el presidente de la República, con solemnidad, destacaba su honor y lealtad a México. En este sentido, es de llamar la atención: la oposición hoy, los anti AMLO, no proceden de la lucha social. Lily Téllez, Marko Cortés, Moreira, Germán Martínez Cázares, Alito, Margarita Zavala, etcétera, etcétera, vienen y han llegado y están donde están, gracias a la lucha por el poder y han sido triunfadores nada más en sus partidos. Esta es la razón, no hay otra. Por eso, aunque se desgañiten, no son creíbles. Además, los argumentos que ofrecen no tienen sustento social. Ni siquiera respaldo de gobernadores. Claras son las posturas de los de Querétaro y Durango.

Por fortuna, aun cuando el debate llegó al insulto y la descalificación, el Senado, último filtro de la iniciativa, aprobó el viernes 9 del presente por la madrugada, la minuta que deja al Ejército el control operativo y administrativo de la Guardia Nacional. Y, formalizadas las disposiciones legales que entregan la autoridad de la corporación a la SEDENA, el general Luis Cresencio Sandoval, declaró con aire de reproche en la conferencia mañanera realizada en Zacatecas: “Los dos gobiernos pasados jamás atendieron la petición de las fuerzas armadas para contar con un marco legal que permitiera la intervención en labores de seguridad pública. Nuestro personal actuaba al margen de la ley, cumplía órdenes y el resultado es que tenemos mucho personal en prisión”. Por alusión, Calderón y Peña Nieto, tienen la palabra.

En mismo tenor, el rechazo de la SCJN a invalidar la prisión preventiva oficiosa y analizar alguna otra propuesta mejor, que pudiera ser de consenso entre los ministros, abonó a la distensión para vivir momentos de calma chicha. Para bien de la sociedad se esfuman los barruntos que anunciaban tempestades. No así para el PRI, PAN, PRD y MC.

El desenlace, al menos de este episodio, deja a estos partidos en malas condiciones. MC debido a los desaciertos de quienes gobiernan en Jalisco y Nuevo León. Los otros, particularmente PAN y PRI, por empeñarse en sostener una alianza artificial sin deponer sus propios intereses, los cuales parecen ser más fuertes que los principios doctrinarios que les dieron origen.

Alejandro Moreno Cárdenas, atropellado una y otra vez en Las noches del jaguar, en Campeche, fue haciéndose insostenible por los propios priistas. No fue suficiente calificar de ilegales las denuncias en su contra y hacerse víctima de persecución política. Quiso cobijarlo el PAN, pero brotó el asunto del cártel inmobiliario en la Ciudad de México y empataron en desprestigio. Sin embargo, la gota que derramó el vaso fue la propuesta del PRI para prorrogar por cuatro años más la participación del Ejército en tareas de seguridad pública. Ni modo. La turbulencia reviró a la oposición teniendo frente así los retos electorales en Coahuila y estado de México.

Iguala, Gro., septiembre 12 del 2022.

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