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Londres, Inglaterra, El Tottenham volvió a escuchar el himno de la Champions en su casa y lo hizo con un triunfo que vale más por la calma que aporta que por el brillo en la cancha. En Londres, frente a un Villarreal combativo, pero sin filo, los Spurs encontraron la diferencia en un episodio que ni siquiera nació de su ingenio: apenas a los cuatro minutos, un centro sin mayor veneno de Lucas Bergvall fue suficiente para que Luiz Júnior, portero del Submarino Amarillo, se enredara en la jugada y terminara empujando el balón a su propia meta.
Ese autogol marcó el encuentro. El Tottenham eligió la prudencia. Cedió terreno, aguardó en su zona y se aferró a la ventaja de vestidor. El Villarreal, obligado a responder, intentó abrir pasillos por las bandas con Nicolás Pépé, tomando la posesión como estandarte. Sin embargo, en cada, la zaga, liderada por Micky van de Ven, segura y sólida, cortó los envíos peligrosos.
La grada del antiguo White Hart Lane vivió un partido que por momentos fue áspero. El Tottenham sufrió, pero en esa incomodidad también demostró clase. El técnico Thomas Frank movió sus piezas para resistir las aproximaciones de los visitantes.

En la previa, la UEFA subrayó que sería el primer choque europeo entre Spurs y Villarreal. El historial de los londinenses frente a rivales españoles tampoco era alentador: apenas dos triunfos en 14 duelos. Por ello, la victoria, aunque mínima, adquiere valor.
El Villarreal, en cambio, se marcha con la frustración de haber hecho casi todo salvo lo esencial: anotar. Tuvo la pelota, intentó ser protagonista, pero careció de precisión en el último tercio del campo. La sensación es que, tras ese gol en propia puerta tan prematuro, batalló 90 minutos, contando el tiempo agregado de cada mitad.
Al final, el encuentro quedó a deber en emociones, pero al Tottenham le queda la sensación de cumplir los deberes, con tres puntos en su casillero.