Educar para la vida
Por: José I. Delgado Bahena
Sí: otra vez comentaré sobre este tema que está atrayendo la atención de diversos sectores de la sociedad. Lo hago como cualquier ciudadano que trata de entender las diversas posturas que se están haciendo públicas a través de los diferentes medios de comunicación; pero, por supuesto, también desde el banquillo de maestro jubilado.
Quizá más importante sea lo que pienso como maestro que como ciudadano dedicado al arte, o tal vez pueda aun ubicarme en mi ya lejana situación de padre de familia, y preocuparme también por los contenidos que habría de adquirir mi hija, si fuera el caso de que ella aún estuviera en la escuela básica.
De entrada, debemos estar de acuerdo en que, como pasa en muchas ocasiones en la vida, ni todo es malo, ni todo es bueno; o lo que es lo mismo: nada es perfecto y todo puede mejorarse si se corrigen los errores que se han señalado por parte de algunas personas.
Mire: como maestro, sé que el libro de texto no es el único, ni el último, recurso que los docentes utilizan para lograr que los alumnos desarrollen las habilidades y aprendan los contenidos del plan de estudios. También sé que una de las primeras y principales indicaciones que han recibido los maestros para planear y desarrollar sus actividades de aprendizaje, es que tienen completa libertad para seguir un método y las técnicas que ellos consideren pertinentes de acuerdo con las características del grupo de alumnos que les haya tocado para este ciclo escolar.
Es cierto que, por lo que he escuchado, a quienes están a cargo de orientar el modelo educativo de este gobierno, les hizo falta transparentar el proceso y ser más cuidadosos en la edición de los textos; pero, ¿qué cree?, eso ocurría en cada sexenio que me tocó estar al frente de mis alumnos: siempre que entraba un nuevo presidente de la república, se implementaba un nuevo modelo, ordenado por el secretario de educación, que tiraba los lineamientos de los planes anteriores y los maestros teníamos que tomar curso tras curso para entender y aplicar la filosofía educativa que trataban de imponernos.
¿Y los métodos? ¡Uf!, ya ni los recuerdo. Pero lo que sí recuerdo es que cuando trataron de imponer el sistema de Carrera Magisterial, fuimos muchos los que nos opusimos, porque nos dimos cuenta de que se trataba de dividir al magisterio haciendo que entráramos en un tren de competencias que descarriló en un pantano de corrupción con la venta de los exámenes que se nos aplicaban periódicamente.
Ahora bien, en la visión que el padre de familia común y corriente debe tener, al escuchar tanta información, y desinformación, que los medios vacían en sus mentes, seguramente también abren mucho los ojos al escuchar hablar de temas como la diversidad sexual, las parejas disfuncionales y la función, al natural, de los órganos sexuales. Pero se les olvida a esos padres que los niños y jóvenes desde hace varios años están adquiriendo esa información por medio de la televisión y la Internet. Efectivamente: cuántos padres, por mantener a sus hijos entretenidos y que no los molesten, les sueltan su celular o, peor aún, les compran el suyo, por lo que niños de ocho y diez años, navegan en la red con libertad y mucha curiosidad.
Por supuesto, no digo que esté mal. Eso no lo sé. Pero creo que estos temas los deberían abordar los padres y, claro está, darle seguimiento en las escuelas. Al fin al cabo, los niños hallarán ejemplos muy claros y precisos, sobre eso mismo, en la vida de sus amigos, sus primos, y en la propia.
Repito lo que dije en los primeros párrafos: el libro de texto no es el único recurso, es solo un apoyo. Los maestros sabrán utilizar otros materiales, como videos y los que la misma escuela les provea.
Mire: la mejor escuela es la vida. Cuando los alumnos adquieren los conocimientos de manera vivencial, estos se vuelven más significativos. Recuerdo que, cuando estuve activo como maestro, utilizábamos mucho la correlación de contenidos; es decir: podíamos trabajar un tema de ciencias e involucrar contenidos de matemáticas. Pero, ¿sabe qué?, solo le estoy compartiendo mi punto de vista. No soy pedagogo, ni al menos maestro; solo soy un maestro jubilado que trató que sus alumnos salieran preparados más para la vida que para otra escuela.