Amor y resignación
Por: José I. Delgado Bahena
Una de las cualidades que más debemos valorar en nuestra naturaleza de seres humanos, además de la misericordia ante el dolor, es el amor hacia todo y hacia todos, y la resignación ante lo inevitable.
Digo lo anterior motivado por una experiencia que me fue compartida por un amigo que la vivió en carne propia, junto con su esposa y su pequeña hija, además, por supuesto, de los amigos y familiares que supieron y los estuvieron apoyando en todo momento.
La comparto con la anuencia de los esposos con el propósito de reflexionar sobre el valor que le damos a la vida, así como a la muerte, en una dualidad irrenunciable desde que se nace, pero que, cuando llega el momento, las reacciones pueden llegar a ser las menos esperadas.
Fui invitado a estar presente en una reunión en la que la esposa compartiría de viva voz la vivencia que tuvieron; pero, como tenía un compromiso, no pude asistir; sin embargo, tuvieron la amabilidad de compartirme el audio de la narración y, al escucharlo, no pude dejar de conmoverme. Sinceramente, me impactó emocionalmente. Es una gran lección de amor, de vida y de fe. Seguramente los asistentes vivieron con ellos esos tristes días, pero también los habrán convertido en alegría, al aceptar y entender la decisión del Señor.
Mi amigo se llama José Luis Piza Casiano, y su esposa: Lady Amelia Salgado Álvarez; sus hijas: Keyla Naomi Piza Salgado, de quince años de edad, quien actualmente estudia la secundaria en la escuela 213, y Karyme Noemí Piza Salgado, quien tenía 12 años: nació el 13 de febrero del 2010 y partió con el Señor el 24 de diciembre del 2022.
Mi amigo, José Luis Piza, y su familia, se hacen llamar un equipo de cuatro, y así seguirá siendo, me comentó él, porque su hija Karyme, al partir de este plano terrenal, les dejó el encargo de cuidar y querer mucho a su perrito, el cual se llama “Gober”.
Sinceramente, me faltaría espacio para contar con las palabras que fueran las adecuadas para transmitir el sentimiento que les embarga a la familia por ver partir a su pequeña hija, de doce años, que enfrentó un padecimiento de salud, al parecer como consecuencia de los efectos del Covid, junto con la vacuna que le fue aplicada.
Me contaron que, después de ser atendida en diversos hospitales de la ciudad, los padres tuvieron que aceptar el desenlace que, según palabras de ellos, fue decisión de Dios, y de la niña misma, al declarar que estaba cansada de luchar.
En realidad, el diagnóstico fue indeterminado, ya que, incluso, fue intervenida en el corazón para retirarle un especie de sustancia gelatinosa que le había cubierto tal órgano vital. Luego, cuando parecía que estaba en recuperación, con un seguimiento puntual de estudios y tratamientos, su organismo dio muestras de debilidad y su corazón le falló.
La entereza, la resignación y, sobre todo, la fe que los padres manifestaron ante el designio del Ser supremo, nos muestra que el ser humano puede ver de manera diferente este hecho: el de la muerte, como una transición hacia otro espacio, en otra vida, en la que el espíritu encuentra paz y la felicidad plena.
Los padres me dijeron que la oración les permitió entender, aceptar y abrir su corazón para, primero, pedirle a Dios por su hija, en la enfermedad; luego, para reconocer que a Dios no se le reprocha, no se le reclama, solo se cierran los ojos y se le ofrenda hasta lo más querido, porque todo lo que Dios decide tiene un propósito.
“Nosotros le llamamos, a mi hija que partió con el señor: GUERRERA DE DIOS, porque murió para salvar vidas, al igual que nuestro señor Jesucristo, y murió el día en que se recuerda el nacimiento de Jesucristo, que para muchos es la navidad; para nosotros es el nacimiento de Jesucristo, y ahora la partida de mi “guerrera de Dios”, fueron las palabras de José Luis, quien, con la voz quebrada, pero con la confianza en que su hija está al lado del Señor; inclusive, cree que Él le ha permitido a Karyme venir a estar con ellos en el Día del amor y la amistad, a convivir con ellos, con la familia de cuatro.
Los esposos, día a día, reafirman en su corazón la convicción de que su hija está con Dios para su felicidad. Vaya nuestro abrazo, a casi seis meses de la partida de su hija. Les agradezco el que me hayan compartido, desde lo profundo de su ser, la enseñanza que les dejó esta experiencia de vida, y de muerte.