El artista y su familia también comen
Por: José I. Delgado Bahena
Hace unos días, en una conversación que tuve con mi amigo Yair Lozano, uno de los tantos músicos talentosos que hay en nuestro municipio, reflexionábamos sobre las necesidades que el artista tiene, como cualquier otra persona que come, viste, pasea, tiene una familia y requiere de un lugar donde vivir; pero que rara vez ve cubiertas esas necesidades gracias al producto de su arte.
Desde luego, no hablemos de quienes, de alguna manera han logrado llegar a un gran nivel y pueden lucrar con su arte y vivir, digamos, decorosamente; pero son los menos. Con frecuencia, son los que se relacionan en la política o con patrocinadores a los que llaman “mecenas”. Desde luego, también, gracias a que sus habilidades las incrementa en la escuela, con estudio y preparación. Así, al desarrollar su talento en la pintura, la música, la literatura, etc, y relacionarse en esferas que le serán propicias para ubicarse entre quienes le apoyarán para difundir y promover su obra, entonces puede decir que “vive” de su arte. Pero, la verdad, a lo largo de la historia de la humanidad, se ha sabido de artistas famosísimos que murieron en condiciones de pobreza extrema, y solo después de su partida sus obras fueron valoradas y vendidas en sumas de dinero importantes.
Pues bien, en la plática con mi amigo, coincidimos en que, con frecuencia, al artista se le ve como un necesitado de aplausos, de reconocimientos en papel, de palabras motivadoras, de que su nombre aparezca en los programas; pero casi nunca se le considera que es como cualquier ciudadano, que también debe alimentarse, pagar el transporte público o la gasolina para trasladarse al lugar de su presentación, que probablemente, tenga una familia que espera superar su nivel de vida…
Entonces, cuando tenemos una invitación: quienes escribimos, para presentar nuestros libros; quienes pintan, para mostrar en una exposición su obra; quienes se dedican a la música, para cantar o dar un recital musical… entonces, nos alegramos porque suponemos que obtendremos alguna retribución económica, ya sea que nos compren libros, que adquieran, los organizadores, una obra pictórica, o que consideren un apoyo, o mejor dicho: pago, a quienes cantan o tocan algún instrumento.
Es que, mire: al interpretar una sola canción, el artista lo hace desde su corazón; pero, al mismo tiempo, su estómago le recuerda lo importante que es, además de alimentarse de los aplausos, nutrirse con una buena comida. Y es que, al parecer, quienes disfrutan del arte, se olvidan de que, para producir y tocar una canción, el cantante pasa mucho tiempo ensayándola, preparándola; además, se necesita un instrumento, que también cuesta y requiere de mantenimiento.
Por eso, Yair me confió que, cuando lo buscábamos para que nos acompañara en nuestros eventos, advirtió que no le aportábamos nada para su economía; entonces dijo: “Por aquí no va a cosa”. Así que decidió poner una escuela de música, donde tiene, aproximadamente, cuarenta alumnos a quienes, por supuesto, les cobra; trabaja en un mariachi, ameniza fiestas con su saxofón y su violín… y con eso obtiene algunos ingresos para comer, comprar su gasolina y hacerse de otros instrumentos. Se dio cuenta, pues, que eso de andar actuando gratis y por altruismo, le deja muchas satisfacciones en sus emociones, pero con hambre.
Ese es el sentir general. En lo personal, creo lo mismo. De manera que, cuando recibo alguna invitación para una presentación de mis libros, ofrezco un recital poético acompañado de un músico, a quien le pago, y una lectura de cuentos, pero con la petición de que promuevan la compra de mis libros; por una parte, para que me lean; pero, además, para cubrir los gastos que generará en mi bolsillo esa presentación.
Afortunadamente, algunos tenemos un ingreso económico extra, por algún otro trabajo, y de vez en cuando podemos participar de manera altruista, en algún festival que tenga un propósito noble; pero, por favor, si usted que me lee, conoce a algún músico, pintor, cantante, escritor, poeta, danzante, declamador, etc, y piensa invitarlo, porque es su amigo y cree que no le va a cobrar, porque son amigos, tal vez el artista le regale su actuación, por eso mismo; pero, usted, precisamente, por ser amigos, busque la manera de ofrecerle alguna gratificación, porque los aplausos alimentan al espíritu, pero al estómago lo alimentan otras cosas.