Sector 7

Abr 26, 2025

Los celulares en las escuelas

Por: José I. Delgado Bahena

¿Prohibir o no prohibir? Es la pregunta que en estos días se hacen en la cámara de senadores de México, ante una iniciativa presentada por la legisladora María del Rocío Corona, del partido Verde, que propone reformar el artículo 84 de la Ley General de Educación para prohibir el uso de teléfonos celulares en las escuelas de tres niveles: primaria, secundaria y preparatoria.

Esta propuesta ha desatado un debate social que va desde la defensa de la posesión, y uso, de estos dispositivos por parte de los alumnos en las aulas, hasta la aceptación y ver con buenos ojos la medida.

Por supuesto, en su argumentación, la senadora analiza desde diversas perspectivas esta medida, y el planteamiento no sugiere prohibir por prohibir, sino regular, controlar, proteger.


Revisé los comentarios de la ciudadanía y, en un, aproximadamente, noventa por ciento, hallé aprobación a la disposición; en el bajo porcentaje de respuestas se advierte gran falta de análisis y solo rechazar por sistema la iniciativa.


En mi opinión, con base en mi experiencia como docente, y en lo que veo en los hogares cercanos a mi círculo, la regulación del uso de los teléfonos celulares en las escuelas, no tendría que pasar por el senado, simplemente el maestro, los directivos, e inclusive los padres de familia, pueden participar para aplicar ciertas medidas que, en lugar de verlos como perjudiciales para el hecho educativo, se aprovechen.


Tampoco quiero decir que apruebo el uso indiscriminado de la tecnología; dije que, como docente, daba mi opinión, porque tengo claro que los aprendizajes se adquieren construyendo, manipulando, actuando de manera dinámica en las estrategias que los docentes redactan de acuerdo con los planes y programas de estudio, de manera que, si en alguna actividad de su plan del día, considera, digamos, investigar, buscar información en los teléfonos, o acceder a las herramientas que proporcionan, como lecturas complementarias, digamos que están justificados.

Por esto, me manifiesto a favor, no de prohibir, sino de controlar. No podemos negar que, en la actualidad, por seguridad, es muy importante la comunicación permanente entre los miembros de un grupo; pero, indudablemente, se pueden tomar medidas para no interrumpirla, como que los padres de familia tengan un número de algún asistente de dirección para, ante alguna emergencia, haya modo de contactar a sus hijos.


Ahora bien, sinceramente, creo que ninguna medida será eficaz mientras no se convenza a los padres de familia de lo valioso de su colaboración para que, incluso en casa, se aplique. Igual que con el consumo de los alimentos “chatarra”: ¿de qué sirve que los prohíban en las escuelas, si los padres les compran en la tiendita o les permiten consumirlos en los hogares? Es lo mismo. Los padres de familia que protestan, lo hacen porque no son capaces de implementar normas en casa para limitar tanto una como otra de estas dos propuestas.

No sé, pero pienso que la norma debería tener otro enfoque, digamos, más familiar, para orientar, guiar y CONVENCER a los padres de que las dos cosas: la comida “chatarra” y el uso excesivo de los celulares, no son de grandes beneficios para sus hijos.


Pero, honestamente, ¿sabe por qué no funcionaría un programa de persuasión dirigido a las familias? La respuesta es simple: si quisieran imponer un regla que controlara estas medidas, tendrían que participar también, ¿y qué pasa?, los padres y los otros hermanos que ya son profesionistas, se dejan ver gran parte del tiempo con el celular en la mano, sobre las piernas, sobre la mesa al momento de comer, al conducir un automóvil o, peor, en motocicleta, caminando, en el cine… En el trabajo, los empleados se esconden para sacar su teléfono y meterse a las redes sociales, y en el mismo senado, muchos de los senadores se la pasan en el celular.

Aventuro otra pregunta seria: ¿los maestros, también participarían?
Bueno, concluyo creyendo que se aceptará la iniciativa, se legislará, se cambiará el artículo de la constitución para ordenar algo que ya, seguramente, muchos maestros están haciendo, por sentido común, en sus aulas. Ojalá que los padres se inmiscuyan y apoyen la iniciativa y, desde su trinchera, también den la batalla. Lo dudo.

Comparte en: