No todo está perdido
Por: José I. Delgado Bahena
Definitivamente, contra las voces pesimistas que propagan la idea de que la juventud está echada a perder, y que la sociedad cada día avanza entre un mar de dudas, desconfianza y falta de valores; pero, sobre todo, el hablar de que se han perdido las motivaciones para vivir y ser productivos; es decir: que ya no hay hombres y mujeres de bien, que trabajen y luchen por un sueño, comprometidos con ellos mismos y con sus semejantes, tengo que decir, y reconocer, que aún hay esperanza.
Seguramente, usted que me lee estará de acuerdo en que es cierto: la tecnología, las adicciones, el ritmo de vida, la necesidad de proveer lo que se requiere en el hogar y muchos otros factores, han propiciado que se descuide la orientación de los hijos y estos crecen sin una guía moral y espiritual que los lleva a creer que el agradecer a Dios en el Facebook basta para encontrar la armonía emocional que necesitamos para convivir con los demás.
Sin embargo, como dije líneas arriba, me he dado cuenta de que no todo está perdido, gracias a Dios. A favor, hay que reconocer, y aceptar, que hay padres que dan tiempo de calidad a sus hijos y aprovechan la tecnología para estar al pendiente y en contacto permanente con ellos; que los han convencido de que no se trata de molestarlos, sino que tienen interés en cumplir con su responsabilidad hacia ellos.
Es que, mire: acabo de pasar a una barbería donde me arregló el poco cabello que me queda un joven de escasos quince años. No tuve desconfianza porque, como le dije: no te preocupes, haz lo que puedas, siempre uso sombrero, él me dijo: sí, desde que lo conozco, lo he visto con sombrero. Entonces le pregunté: ¿cómo es que me conoces? Él me respondió que ha leído mis libros. Así iniciamos una conversación que me llevó a saber que estudia la preparatoria abierta y que por medio de su trabajo cubre sus gastos, y su propósito es seguirse superando para ser alguien en la vida.
Otro ejemplo es de un amigo a quien conozco desde hace como diecisiete años por ser, los dos, poetas, y nos encontramos en el grupo “Trangresión”, de esta ciudad. Él se llama Rafael Villalobos Salazar y a lo largo de, aproximadamente, quince años, se ha dedicado a prepararse, a estudiar sobre diversas disciplinas de atención para la salud física y emocional; es decir: tratamientos alternativos que ofrece en su consultorio y que, además, de pronto se dedica a participar en campañas altruistas para apoyar a jóvenes que necesiten de alguna terapia para superar desajustes en su corazón.
Mi amigo Rafa, a través de su trabajo, ha ido haciendo un gran número de amigos porque a sus pacientes, o clientes, no los ve solo como una forma de obtener ingresos, sino que les da su atención de una forma cálida y humana, de manera que quienes llegan a estar en algún tratamiento con él, lo invitan a comer y le dan regalos; pero, lo más importante es que se gana sus afectos.
Le comento que Rafa comenzó a prepararse, y a trabajar, con su primer oficio: enfermero, cuando tendría escasos dieciocho años de edad, y ahora ha crecido, en sus aprendizajes y como ser humano, gracias sus esfuerzos y sacrificios personales.
Además de poeta, es emprendedor y le gusta cumplir retos, se proyecta un sueño y busca la manera de cumplirlo. No está conforme, siempre trata de salir de su zona de confort para sentirse contento con él mismo y no estancarse ni quedarse en un lugar por comodidad solamente.
A Rafa le llamo terapeuta, y tal vez es lo que más lo identifique; pero me ha dado masajes y me ha puesto tratamientos para mi presión y la circulación arterial. Y solo es algo de lo mucho que ofrece, por ser multidisciplinario su oficio. Por ejemplo: habla de la tanatología, no solo en referencia hacia la pérdida mortal de un ser querido, sino que hace el tratamiento en muchos campos que abarca esta disciplina de la ciencia, incluyendo la pérdida de una ilusión, de un sueño.
Ojalá que sirvan estos dos ejemplos para seguir creyendo y que, además, apoyemos a los jóvenes que tengan estas iniciativas que los llevan a superarse por el bien de ellos, de sus familias y de la sociedad en general.