Por: Carlos Martínez Loza
Iguala, Guerrero, Mayo 17.- En los alrededores de 1830 Arthur Schopenhauer escribió un texto breve en tamaño pero inmenso en argumentación. A ese manuscrito se le conoció como “El arte de tener razón”, en el reflexiona sobre las artimañas y astucias que tan frecuentemente se utilizan al discutir y cómo defenderse de ellas.
En sus primeras páginas llama ‘dialéctica erística’ al arte de discutir de tal forma que uno siempre parezca que tiene la razón. Aristóteles dividió los argumentos en lógicos, dialécticos y erísticos: estos últimos son aquellos que tienen una estructura formal correcta, pero la materia de sus premisas solo aparentan verdad, de ahí la noción ‘erística’. Schopenhauer piensa que los motivos de querer aparentar razón y verdad, aunque no se tenga y se nos haya refutado contundentemente, se debe a una combinación de elementos: la vanidad, la mala fe, lo torcido de nuestra voluntad y la falta de interés por la verdad objetiva, pues “generalmente quien discute no combate en pro de la verdad, sino de su tesis”.
Para el filósofo alemán existen tres elementos esenciales en toda discusión: 1) un discutidor, 2) lo que dice y 3) los modos y vías para refutar lo que ha dicho. A su vez, los modos para refutar son dos: a) ad rem y b) ad hominem. Se refuta ad rem cuando se muestra que la tesis del discutidor no concuerda con la naturaleza de las cosas o la verdad objetiva absoluta. Se refuta ad hominem cuando se trata de mostrar que la tesis no concuerda con la verdad subjetiva o con otras afirmaciones del adversario.
En la discusión el modo de refutar ad hominem es uno de los más habituales y diversos. En lugar de refutar ad rem (contra la cosa misma del argumento), se genera un ataque contra la persona, se sustituyen las pruebas en contra de un argumento por comentarios abusivos y desprestigiantes para el otro. Esta astucia argumentativa se descubre al considerar que la veracidad de un enunciado es independiente de la moralidad de quien lo emite: la proposición “La tierra gira alrededor del sol” no se refuta aduciendo que quien la enuncia es de nacionalidad estadounidense, ultraconservador, pobre y un político corrupto.
Schopenhauer enlista 38 astucias y engaños artificiosos que él llama estratagemas. La primera de ellas es la ampliación: consiste en exagerar e interpretar de la forma más general y distorsionada posible la afirmación del adversario. Si alguien afirma que está en contra de la eutanasia, el estratega artificioso puede replicar que en realidad está a favor del sufrimiento. Se hace un argumento del hombre de paja. El antídoto que sugiere el filósofo es hacer la precisión exacta de los puntos en discusión.
Es la última estratagema las más desesperada y dañosa. Cuando en una discusión el adversario es superior argumentativamente, el oponente que va perdiendo puede optar por ser ofensivo, grosero, insultante y maligno: “Es una apelación de las facultades del intelecto a las del cuerpo, o a la animalidad. Esta regla goza de gran predicamento porque cualquiera es capaz de ejercerla, por lo que se utiliza con frecuencia.”
¿Qué contrarregla anteponer ante tal actitud? Schopenhauer, apoyándose en Aristóteles, nos aconseja no discutir con el primero que se presente, sino solo con aquellos que están dispuestos a ensayar el entendimiento y a rehuir de lo absurdo.