Israel Salgado Urióstegui
Iguala, Gro., Ni el Monumento a la Bandera ni el Zócalo deben saturarse de imágenes, por principio, por orden y por estética. Lo anterior, con el fin de dar el honroso sitio que corresponde a los bustos, estatuas y placas que fueron retirados del Centro Histórico de Iguala previo a su reconstrucción.


Esa es la postura de la Asociación de Historiadores del municipio de Iguala, planteada el 22 de octubre de 2024, y que fue expresada a través de un documento dirigido a la directora de Promoción y Servicios Turísticos, Sandra Román Riestra.


La posición fue presentada como respuesta al oficio PROSETUR 050/25, emitido por la funcionaria federal con fecha del 10 de julio de 2025.


El cronista de la ciudad, Rafael Domínguez Rueda, informó que algunos bustos, estatuas y placas fueron donados por familiares; otras se colocaron por simpatía, y algunas más fueron promovidas por clubes o por conveniencia, sin una valoración profesional.


Domínguez Rueda reiteró que ni el Monumento a la Bandera ni el Zócalo deben llenarse de imágenes, pues se requiere pluralidad para la expresión artística en los espacios públicos. Señaló que deberían realizarse foros con especialistas para discutir qué elementos deben colocarse en estos espacios.


«Si la plaza donde se alza el Monumento a la Bandera fue construida para honrar este símbolo, ¿por qué demeritarlo con otras imágenes que, de acuerdo con la Ley del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), no proceden?», cuestionó.


En el documento se propone que los bustos de Francisco González Bocanegra y Jaime Nunó, así como el libro de piedra con la novena estrofa del Himno Nacional, sean colocados en una plaza dedicada al Himno Nacional.


Asimismo, se sugiere que el busto de la poetisa igualteca Catalina Pastrana sea instalado en la avenida que lleva su nombre o en la biblioteca de la Alameda.


También se propone reubicar el busto de Píndaro Urióstegui en la Escuela Secundaria Plan de Iguala; la estatua de Vicente Guerrero, en la Secundaria Técnica número 70; y la estatua de Benito Juárez, junto con el mosaico con la efigie de Luis González Vieyra, en el Zócalo.


Lo anterior, porque esa plaza se llama oficialmente Jardín Juárez, y el general González Vieyra fue quien plantó los 32 tamarindos que se volvieron emblemáticos en la ciudad.


«Espero que coincidamos en este primer paso y continuemos con los demás, pues creemos que es urgente cuidar, exhibir y difundir nuestro patrimonio cultural. Sobre todo, debemos mantenerlo en buen estado y dejarlo registrado, para que no vuelva a abandonarse ni a perderse», concluyó.

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