Por: Rafael Domínguez Rueda

         -La última ¡Alerta!

Un voto por Claudia es un voto contra México, porque de ganar ella México tendrá un retraso de 20 años y si gana el Congreso el retraso será de 50 años. El mexicano, como dice Octavio Paz, vive en el laberinto de la soledad, por eso se deja llevar por cualquier merolico y vive con miedo a perder lo poco que tiene, a que le quiten lo que ha conseguido. Y en el extranjero, los mexicanos somos reconocidos en lo cultural, mientras tenemos una imagen negativa en lo político y en lo social. Las áreas de turismo, cultura, arte y cinematografía, le otorgan al país un brillo muy atractivo al exterior. De manera inversa, la corrupción, pobreza, desigualdad y violencia le dan una imagen de ignorancia y populismo.

Tenemos un presidente enfermo de poder. Por eso México camina hacia otro México: un México sin Estado de Derecho y envuelto en la violencia. De nosotros depende que ese otro México sea libre, justo, independiente, democrático y, sobre todo, unido.

México tiene más de 200 años de luchar contra el imperialismo, despotismo, dictadura y ahora contra el absolutismo. Los males de nuestro país principian desde el momento de la Conquista, desde el momento en que el español, usando de la razón de la fuerza que nunca es razón, dividió a nuestro pobre país en una calidad de explotados y explotadores.

Así, después de 300 años, nuestra categoría de pueblo colonial, semifeudal esclavizado, sin independencia, porque la independencia se perdió en las manos prestigitadoras del traidor Iturbide -traicionó al virrey, a Guerrero, al Plan de Independencia-, pues como todos sabemos quedaron las mismas desigualdades de carácter político, económico y cultural.

Luego vino Antonio López de Santa Anna, quien ocupó la presidencia de la República en 6 ocasiones. Se hizo nombrar su Alteza Serenísima y vendió a Estados Unidos más de cien mil kilómetros cuadrados del territorio mexicano.

Los males se siguieron agudizando a medida de que se desenvuelve nuestra historia, y ni siquiera el gesto magnífico de la Reforma es suficiente para resolver la contradicción económica con todo y la buena voluntad de aquellos hombres montaña que vinieron a señalar la Reforma, no se corrigió el mal y la tierra siguió siendo ocupada por unos cuantos privilegiados y la enorme multitud de campesinos continuó en la miseria.

Don Porfirio era un dictador, sí, pero no un tirano ni un perverso. Don Porfirio hizo cuanto pudo para aparecer como padre bondadoso. Pero ni así, disfrazada la dictadura de bienestar nacional y de respeto internacional, toleró el pueblo mexicano que se le asfixiara su libertad.

La Revolución de México no terminó. La Revolución Mexicana fue un proceso incendiario que se pasó del caballo de Emiliano Zapata al corcel del PRI.

Tres gobiernos de alternancia desembocaron en un sexenio de anarquía. Morena valiéndose del veneno maquiavélico que lo volvió populista reclutó desechos de todos los partidos, intelectualoides de izquierda, clase baja (pobres) y delincuencia. ¿No es eso anarquía?

30 años de paz porfiriana los pagó México con 20 años de guerra y un millón de muertos. ¿Cuántos años más de sangre nos esperan después de AMLO? ¿Cuántos muertos más? ¿En cuántos años recuperaremos el sistema de salud, educación, seguridad y el pago de la deuda?

¿Por qué creer en una candidata que al igual que el padrino miente, engaña y sólo repite lo que el maestro dice? Un maestro que margina el Estado de Derecho y pregona que no le vengan con que la ley es la ley, pues no tiene la voluntad de transparentar las compras públicas: el 80% son asignaciones directas; mantiene el huachicol; el desabasto de medicamentos persiste en los hospitales; la corrupción lejos de disminuir ha crecido con carta de naturalización. El océano de promesas y engaños se pierde en el horizonte. Entonces, ¿por qué creerle?

Preguntan  los intelectuales de izquierda: “¿Qué quieren que siga?: la 4T o la corrupción”. Seis años después de que AMLO tomó posesión como presidente de México siguen creyendo en la 4T, pero ésta simplemente no se ve por ningún lado. Más bien, priva la arbitrariedad, presupuesto regresivo y la eliminación a rajatabla de 109 fideicomisos, entre un sinfín de males.

Al pueblo de México le han usurpado su soberanía, le han arrebatado su libertad, han concesionado su seguridad y se han apoderado del sagrado derecho de elegir a sus gobernantes. Si don Porfirio Díaz claudicó y cayó en la dictadura, la Revolución fracasó y ha sucumbido a la prevaricación y a la traición.

Increíble, pero después de más de 200 años de independencia seguimos teniendo reyes sexenales; no podemos tener un gobierno republicano como Vicente Guerrero lo soñó.

Si el populacho, intelectualoides y la mafia lo quieren, que sea así; pero que en nosotros, en el auténtico pueblo mexicano esté la decisión de quien deba ser la reina.

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