-Escabroso año político 2024

Por: Rafael Domínguez Rueda

Acostumbro escribir crónica, pues este género que, poca gente domina, tiene una doble finalidad: recrear un hecho a través de un texto narrativo valorando dicho acontecimiento con un estilo creativo y desparpajado, pero también me valgo de artículos de fondo para orientar al Estado, consciente de que a los periodistas nos gusta predicar en el desierto. Hoy, en la primera colaboración de 2024, usaré los dos géneros, pues vamos a vivir un escabroso año político.

Amigos, conocidos y desconocidos lectores, estamos estrenando un año más: el 2024. Estrenar año es como estrenar carro: lo estrenas con gusto y procuras no ensuciarlo; no te pones a pensar si el día de mañana va a recibir un golpe. Así también, aunque nos hacemos los mejores propósitos, cada Año Nuevo cometemos el error de no mirar los árboles por ver el bosque. Vemos el Año Nuevo, pero no vemos los 366 nuevos Días que este año nos traerá.

El día último del año, así como las primeras horas del que llegó festejamos esos momentos, nos abrazamos, nos deseamos lo mejor y nos hacemos algunos propósitos, pero resulta que el día 2 volvemos a ser como siempre hemos sido. Con eso hacemos que el Año Nuevo sea viejo. Sería mejor, hacer todas las mañanas una celebración de Día Nuevo. Sería un sencillo ofertorio; ofrecer mis pequeñas cosas de todo el día en manos del Creador, con la certeza de que se me van a multiplicar, es decir, proponernos a pasar el día en forma productiva, alegre y con una actitud positiva; hacer una silenciosa promesa de demostrar nuestro cariño a nuestros seres queridos; proponernos a llevar a cabo una buena obra por nuestros amigos, compañeros, conocidos o desconocidos; también hacer algo por este planeta en que vivimos.


Yo no me propondré ser perfecto, sino sencillamente un poco mejor. Ser mejor, es la capacidad de tener un comportamiento benévolo y amable; ver cómo hacer crecer el entorno, tener valores y honestidad; juntarse con personas positivas y tener valentía para defender la verdad.


Procuraré no soltar de la mano a esa codiciada mujer llamada felicidad, sabiendo que se disfruta mejor cuando se ayuda a hacer la felicidad de los demás.


Procuraré dar todo lo que pueda. No olvidaré que tengo que justificar ni presencia en este mundo y el único modo es haciendo que sea mejor mi pequeño mundo: mi hogar, oficina, círculo de amigos, grupos sociales y culturales. No se trata de dar dinero. Se trata de dar algo de mí.


Así pues, ¡Feliz y saludable Año 2024 les deseo a quienes me leen!


Ahora, paso a hablar en tono grave. Nuestro país cerró el año 2023 bañado en sangre, más violento que nunca, más impune que otros sexenios, más corrupto que en otros años que yo recuerde, más polarizada la sociedad y con la amenaza de socavar nuestra endeble democracia.
Y es que está asediada por al menos 7 peligros: deslizamiento autoritario; deficiente representación política; corrupción; ineficiencia gubernamental; acabar con la división de poderes; anular la transparencia; y crimen organizado que cogobierna en buena parte del país.


El presidente –un hombre demagogo, autoritario y corrupto- ha dispuesto con su lema de “abrazos y no balazos” no enfrentar la violencia y permite que ande como “Pedro por su casa”, cuando prometió erradicarla. Más bien, se ufana en sus obras faraónicas que ha inaugurado simbólicamente: el aeropuerto “Felipe Ángeles”, sin futuro; “Dos Bocas”, sin refinar un litro; “Tren Maya”, Chucu-chucu, que el día de hoy se vence el plazo para adquirir sus locomotoras; la semivacía Mega Farmacia, por la que pagará 2 mil millones de pesos a Liverpool, es “un disparate, absurdo y no soluciona nada”; y una línea aérea con dos aviones rentados y dos de la Fuerza Aérea Mexicana.


Tenemos una Guardia Nacional que sólo sirve para acordonar sitios donde ocurrió un siniestro…Un Ejército en el que los militares están distraídos por todos lados: vigilan el Metro, construyen el Tren Maya, aeropuertos, bancos, canales de riego, hoteles. Y por si no fuera suficiente, resguardan aduanas, ductos, terminales aéreas, transportan combustibles y ahora también medicamentos. Imaginemos el costo de traslado de una medicina de 150 pesos desde el estado de México hasta Tijuana. ¿Es una solución de gente normal?

Está empecinado en ganar las elecciones, primero para que le cubran las espaldas de tanta trapacería y, segundo, para suprimir los contrapesos de la vida política mexicana e instaurar un gobierno dictatorial, como se puede interpretar en sus declaraciones presidenciales de todos los días. Y en los discursos de la candidata presidencial oficialista.


Ciertamente hay mucha inconformidad en gran parte de la ciudadanía, sobre todo, porque cada día lo resiente más el bolsillo; pero tanto por los discursos como por las acciones de los morenistas creemos que no hay duda respecto a la intención de ganar las elecciones a como dé lugar. Decía Pedro Salmerón: “Hemos luchado por el poder por más de 20 años y ustedes creen que ahora lo vamos a dejar fácilmente”.


De resultar así, será más de lo mismo por seis años. Implantar un Maximato para que siga más violencia, más impunidad, más polarización, más injusticias, más ocurrencias, con una educación más deficiente, salud precaria, economía endeuda y una sociedad más empobrecida.


También quiere decir, vivir en un Estado clientelar en cuanto los bienes públicos no se administran según la ley, sino bajo una apariencia legal que utilizan discrecionalmente los detentadores del poder político, sabiendo que están respaldados por los beneficiarios de los programas sociales, de los grandes contratistas, huachicoleros, narcos, extorsionadores, fanáticos e intelectualoides.


Las cuentas de la realidad son muy opuestas a los resultados del delirio autoritario y del propósito de imponer a su sucesora a toda costa. Serán pagarés que no podrán cubrirse en menos de una década, pues hemos retrocedido casi medio siglo.

Entre todos los pendientes en economía, seguridad, educación, salud y servicios, quizá el mayor resulte ser la del país bañado en sangre.