Príncipe del culto a la palabra.

Por: Rafael Domínguez Rueda

Amigas y amigos lectores, ser maestro es vivir un apostolado. Yo sé que a los profesores no les gusta que nosotros les llamemos apóstoles, porque piensan, y con razón, que el apóstol está condenado al hambre, a muchas limitaciones y hasta la renunciación de los bienes materiales; ya sé que no es posible pedirle al profesor que tenga cultura, si no tiene dinero para comprar los últimos libros que han aparecido.

Lo sé, y sin embargo, el verdadero maestro es un apóstol. Ciertamente hay una gran diferencia entre profesor y maestro. El profesor es la persona que enseña un conjunto de saberes; sin embargo, el maestro fundamentalmente moldea la mente de los estudiantes. Por eso el maestro es un forjador de almas, no simplemente transmisor de conocimientos, por eso yo también les digo, que siento una gran angustia cuando veo que muchos profesores toman la carrera como un trampolín para saltar a la política que los enriquezca, les satisfaga el afán de lucro.


Por maestro entiendo al orientador no sólo de niños, sino el que cumple con el triángulo inevitable de la educación, el orientador de los hogares, el orientador de la escuela, el orientador de la calle, del medio ambiente y del ambiente que lo rodea.

No deberíamos separar –y en México siempre se han separado estos tres elementos: el hogar, la escuela y la calle, porque solamente de este modo podrá hablarse de educación y no solamente de instrucción; instructores hay muchos y puede ser cualquiera; maestro es aquel que entrega su alma, para con los pedazos de su propia alma, crear la estatua de una humanidad mejor, más justa, más preparada, más honesta, más humana ¡Más humana!


Decía Pablo de Tarso, el maravilloso Pablo de Tarso, decía: Yo me eduqué a los pies de Gamaliel y lo decía con orgullo, con satisfacción, con un justo reconocimiento al hombre que lo enseñó a pensar, que lo encauzó por la senda del triunfo, que lo encaminó sin saberlo por el camino de Damasco. Yo puedo decir, salvando las distancias, puedo decir que sigo aprendiendo también a los pies de José Rodríguez Salgado, un extraordinario maestro cuyas raíces se encuentran en Teloloapan, pero el sigue sembrado en todo el estado de Guerrero, como un árbol de bondad, de oxigenación y de generosidad para todos los mexicanos y cuyas frondas han traspasado nuestras fronteras. Y no es una simple expresión o un cumplido, les recuerdo que la Secretaría de Educación Pública, hace dos años, lo distinguió al reconocerlo entre los “100 personajes en la educación de México.

En efecto, el maestro José Rodríguez Salgado es un hombre excepcional, un egregio maestro, un amigo incomparable. Conocerlo y tratarlo es un señalado privilegio, no sólo por su cultura y su saber, sino por su elevada condición humana. He caminado con él por las polvorientas calles de Iguala, así como por las inclinadas calles de la bizarra capital del Estado. La gente lo saluda con afecto a quien es ampliamente conocido, llamándolo respetuosamente “maestro” y de continuo lo detienen para entablar con él una breve y cordial charla.
Educador que ha recogido lo mejor de la noble tradición de la benemérita Escuela Nacional de Maestros, escaló todos los peldaños del sector educativo, desde profesor rural hasta Secretario de Educación en los estados de Guerrero y Baja California, pasando por profesor normalista, por lo que es reconocido como maestro de maestros.


Brillante orador que en su juventud llegó a ser campeón cuando en aquellos tiempos eran reñidas aquellas justas de elocuencia. Por cierto, la competencia donde ganó fue organizada en esta ciudad de Iguala. Gracias al talento para desarrollar los temas, al genio artístico y dialéctico, a la viva imaginación, a la memoria retentiva, al corazón capaz de apasionarse por los nobles sentimientos de tristeza o dolor y amor a la Patria, y tener las fuerzas físicas y voz vibrante, es reconocido como el “príncipe de los oradores guerrerenses”


Como escritor, ha escrito algunos libros particularmente pedagógicos y durante más de treinta años ha dado cátedra literaria a los guerrerenses desde las páginas de los diarios Vértice de Chilpancingo y Diario 21 de Iguala, con su interesante columna “Presencias y evocaciones”.
El maestro Rodríguez Salgado hace de su conversación una cátedra dicha al mismo tiempo con erudición, elegancia y sencillez.


Yo pensé, con motivo de que hoy cumple 84 años, escribir el curriculum vitae del maestro. Pero ¡Para qué! Muchos lo conocen mejor que yo. Todos saben que él ha ocupado puestos importantes dentro de la Secretaría de Educación Pública de donde ha salido airoso y con la frente en alto; que ha escrito libros con alma de literato pedagógico; que no deja de estudiar ni de leer, pero todo esto son circunstancias, lo que importa, lo que interesa es reconocer que es un Príncipe del culto a la palabra, que es el culto a la vida de México y el culto a la esperanza del estado de Guerrero.


En este su día ¡Felicidades maestro José! Y en estas líneas va con usted mi corazón palpitante.

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