-A nueve años, no se sabe nada todavía

Por: Rafael Domínguez Rueda

Se están cumpliendo 108 meses de la desaparición de 43 normalistas de Ayotzinapa y a pesar de que el presidente ha afirmado que ya sabe todo lo que pasó en Iguala la noche del 26 de septiembre de 2014, no se avizora que públicamente se llegue a conocer la verdad de lo ocurrido aquel día y mucho menos que se vaya a castigar a los responsables materiales, a los intelectuales y mucho menos a los encubridores.

Estos días, normalistas de Ayotzinapa, padres de familia, activistas y profesores han manifestado su malestar por la falta de avances en las indagaciones y exigen al gobierno federal que cumpla su compromiso de esclarecer los hechos y, sobre todo, hacer justicia.

Este caso, como todos, los que se politizan, se volvió inescrutable, por lo mismo, no hay esperanzas de que se vaya a llegar al punto al que no hay voluntad gubernamental de aterrizar. Lo que no se vale es jugar con los sentimientos de unos padres que aún abrigan la esperanza de saber qué pasó con sus hijos.

Y aunque parezca increíble, a nueve años, sigue flotando en el aire la pregunta: ¿Qué sucedió en Iguala aquella noche negra?

Para conocer lo que ocurrió el 26 y 27 de septiembre de 2014 en Iguala, y por qué fueron desaparecidos los estudiantes de la normal de Ayotzinapa, es necesario conocer a plenitud qué sucedía en Iguala aquel día, así como lo que ocurrió antes de esa fecha en todo el Estado y fuera de él, porque no hay que olvidar que “en Estados Unidos estaban viendo como sucedían los hechos en tiempo real”.

Hasta ahora se han manejado hipótesis. Que los normalistas vinieron a secuestrar camiones, inexacto. Que los confundieron con los Rojos, falso. El móvil fue perfectamente planeado e inicialmente bien ejecutado. A los estudiantes sólo los utilizaron de carne de cañón. Venían a secuestrar a un “autobús” y a boicotear el evento que se llevaba a cabo en la Explanada.

Ese 26 de septiembre, a las 6 de la tarde, debía iniciar en la Explanada el evento del informe que la presidente del DIF rendía al pueblo de Iguala; sin embargo, el acto se retrasó por más de una hora. El ambiente se percibía tenso. Luego de dar lectura al segundo informe al frente del DIF, la primera dama del municipio, celebraba con un baile, en la misma plaza de las Tres Garantías, cuando se originó una balacera.

Mientras se desarrollaba el evento en el corazón de la ciudad, los normalistas llegaron a la Central Camionera, donde se apoderaron del autobús “misterioso”. En caravana enfilaron por Galeana. Al llegar a la calle de Aldama, dos autobuses continuaron hacia Álvarez; pero, en ese momento, 21.10 horas, se soltó la balacera en todo el Centro. Primeramente para amedrentar a la gente que disfrutaba la fiesta y luego para perseguir a los grupos contrarios por toda la ciudad, pues por todos lados se escuchaban detonaciones. En segundos, la explanada quedó vacía: zapatos, sillas y objetos tirados; los músicos abandonaron sus instrumentos. Todos los negocios cerraron. Algunas personas lograron esconderse y otras huyeron como pudieron.

A las 21.40, en calle Álvarez y Periférico, policías interceptan y atacan a tres camiones por ambos frentes, asesinando a dos estudiantes. A las 22.25, después de un segundo ataque, entre 25 y 30 estudiantes fueron desaparecidos en seis patrullas. Únicamente a dos de ellos se les permitió ir a un hospital.

Poco después de las 12 de la noche, mientras se daba una conferencia de prensa, tiene lugar un tercer ataque, en el mismo lugar, donde todos salen huyendo.

A las 21.10, cuando 3 autobuses habían enfilado hacia Álvarez y se soltó la balacera, los 2 últimos camiones, tomaron la calle de Aldama y salieron, pero cerca de las 22:00 horas son detenidos frente al Palacio de Justicia. Ahí bajan a un grupo de estudiantes y se los llevan en patrullas según una declaración por el rumbo de El Naranjo, mientras los del autobús que venía atrás tienen tiempo de huir.

Sin deberla ni temerla, jugadores de Los Avispones que viajaban de Iguala a Chilpancingo, a las 23.30 son tiroteados en la carretera a la altura del cruce de Santa Teresa con saldos fatales.

Ahora bien, si los Guerreros Unidos estaban monitoreando sus pasos a sus compañeros de Chicago, los normalistas a las 22:10 lanzaron su alerta de lo que estaba pasando en Iguala a los periodistas de Chilpancingo: “Nos están atacando a balazos”. Media hora después hubo otra llamada solicitando la presencia policiaca pues estaban solos y «no había ninguna garantía para ellos”. Ante este llamado un grupo de reporteros decidió trasladarse a Iguala.

Fueron ocho reconocidos periodistas, seguidos de un autobús con maestros de la CETEG, cuando cerca de la media noche arrancó el convoy. Los reporteros, pasadito de la una llegaron a la zona de conflicto, desde ese momento son monitoreados y el único camino que les quedaba es ir a las instalaciones del Ministerio Público, donde permanecieron hasta las cinco de la mañana.

El trabajo de los periodistas aquella noche de Iguala ha sido fundamental para conocer lo que ocurrió. A la media noche, los reporteros de Iguala que acudieron a la conferencia tuvieron que salir huyendo cuando los asistentes fueron atacados por un comando y por los de Chilpancingo se sabe que el papel de los soldados del 27 Batallón de Infantería así como los policías federales sólo fue de observadores, sin intervenir para detener los crímenes que en flagrancia se estaban cometiendo.

Los testimonios que registraron los periodistas han permitido adentrarse en la tragedia que se vivió, pero, sobre todo, la red de protección institucional y la forma en que las fuerzas de seguridad actuaron esa noche, no precisamente para prevenir el delito, sino para no estorbar en los hechos, en la consumación de un crimen de Estado.

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