Por: Rafael Domínguez Rueda

HOY quiero dedicar esta columna a mis lectores. A aquellos –damas y caballeros- que tienen la delicadeza de leerme –conocidos y desconocidos-, pues decía bien claro el refrán castellano: “de bien nacido es ser agradecido”.

Uno de mis asiduos lectores es don José Sotelo, dueño de “Tacos Sotelo”, un lugar para comer, para que te vean comer y para ver cómo preparan los que son para llevar. Decir su nombre no es publicidad, pues no la necesita; sus mesas están permanentemente ocupadas y siempre hay que esperar buen rato para que le sirvan a uno, pues la demanda se debe a que son exquisitos y sabrosos. Únicos en Iguala.

Unos días antes del 24 de febrero acudí al expendio de la Lotería Nacional a adquirir un “cachito” de la serie dedicada a Iguala para conservarla n mi archivo. En el momento de entrar, una señora con su niña salían. Nos saludamos. Ella de inmediato reaccionó y me espetó: “Usted es el que escribe en el periódico?” Como mi respuesta fuera afirmativa, precisó: “Yo lo leo cada ocho días. No soy de aquí, pero tengo más de 30 años viviendo en Iguala y sus escritos me recuerdan la Ciudad que yo conocí cuando llegué a vivir acá”.

Hace dos meses, mi hijo mayor, me comunicó con una persona que vive en Acapetlahuaya. Ella me hizo saber que su papá fue corresponsal del periódico EL CORREO y cuando aparecían mis artículos, a la hora de comer se los leía. Desde entonces me lee. Ahora, en el Diario 21.

En Buenavista de Cuéllar, José Botello que trabajó en Bancomer y ahora es despachador de gasolina en aquel lugar, también no deja de leerme.

Desde luego que es gratificante saber que a uno lo leen y, sobre todo, escuchar las ingenuas opiniones de personas sencillas. Yo no escribo para ver aparecer mi nombre en los periódicos o para congraciarme con u político o poderoso, sino para estar en comunión con quienes me leen, con testimonios fidedignos o temas de interés.

Hace 55 años, Carlos Alvear Acevedo, mi maestro de periodismo, me dijo un día: “Mira Rafael, tú eres periodista por vocación, así que todo lo que escribas, para bien o para mal, bien o mal pensado, al final de cuentas vas a influir en quien te lea, más aún, vas a modificar la conducta de tus lectores, muchos o pocos que tengas. Lo que te quiero decir que, aunque no te lo propongas, tu papel como periodista será de líder social”. En ese momento, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, pues comprendí la responsabilidad que contraía.

El maestro continuó: “El periodismo lo debes asumir como un magisterio, ya que a través de tus escritos estás enseñándole algo a los lectores. Y es que tu papel como periodista, lo quieras aceptar o no, es el de un maestro que enseña a los lectores que leen un periódico no sólo para enterarse de lo que está sucediendo, sino también para adoptar un criterio sobre un asunto o tema. Entonces, debes entender que como periodista debes asumir un compromiso formal con la sociedad a la que sirves y a la que de muchas maneras, representas”.

Estoy consciente de que muchos de los que me leen no coinciden con mi forma de pensar, sobre todo los jóvenes, pero trato de ser asertivo, es decir, procuro expresar mis opiniones en forma juiciosa y realista, y hacer sugerencias en forma honesta, sin caer en la pasividad, pero, sobre todo, confiado en que el tiempo me habrá de dar la razón. Como hasta ahora ha sucedido.

La pluma del periodista está para orientar a la Patria, a la patria chica primero que nada. Hacia el oriente y el poniente crece México. Lo sabemos porque nos lo han dicho algunos de nuestros lectores y lo comprobamos cuando tenemos la suerte de conocer a otros lectores, como los casos descritos al principio o al platicar con hombres de provecho, con gente capaz –como decimos- de hacer Patria. Gracias, gracias, muchísimas gracias, gentiles lectores.

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Una desgracia vino a llenar de luto el templo del arte culinario en Iguala. La muerte de la conocida Francisca Ocampo, mejor conocida como “Pachita”, ocurrida el martes 30 de mayo, ha sido profundamente sentida en todas las clases sociales, y con harta razón, porque Pachita era muy querida por sus altas prendas personales.

El velorio, como se acostumbraba antes en Iguala, fue en su domicilio y la calle se vio inundada de familiares, vecinos, amigos y de admiradores de la virtud.

Mi sentido pésame a Enrique y toda su familia. Él un hombre probo, popular y muy trabajador es uno de los fundadores y principales promotores del Festival Franciscano Yohuala.

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