-Una noche mágica
Por: Rafael Domínguez Rueda
A las seis y media de la tarde del pasado viernes 19 de este mes de mayo, el Museo de la Bandera, agradablemente decorado y el escenario espléndidamente iluminado con juego de luces, abrió sus puertas a la numerosa concurrencia invitada con algunos días de anticipación por la maestra y diseñadora Silvia Huicochea Martínez, quien para celebrar su cumpleaños número ochenta y ocho ofreció un Recital Poético Musical, acompañada del Grupo PODERYO musical.
Aunque parezca increíble, esa noche se demostró que la poesía sigue teniendo una influencia magnética arrobadora, cautivadora, que desciende de los dioses a los declamadores para que nos deleiten con la dulzura de los poemas que interpretan.
Siempre afirmaré que la poesía es indispensable para la sublimación de las personas y el engrandecimiento y la gloria de Iguala y que bajo el cielo de la libertad, deben cultivarse mejor las flores del sentimiento, de la armonía y de la inteligencia.
A las siete de la noche, todo el patio central donde se colocaron doscientas sillas, se encontraba lleno. Al lado izquierdo, como al fondo también había asientos, pero ninguno vacío.
Nos es difícil asentar los nombres de las distinguidas damas de Iguala que allí se encontraban. Eran tantas que perderíamos la cuenta y temeríamos omitir, contra nuestra voluntad, algunos de importancia; pero bástenos decir que casi todas las que allí había y que resplandecían de belleza, de elegancia y de buen gusto, eran, casi todas, hijas de Iguala, eran el encanto de los salones; el ornamento de nuestras plazas públicas; la flor y nata de la juventud y de la hermosura
Los jardines de Iguala se habían quedado sin sus más pomposas flores para enviarlas a formar el incomparable ramillete que se ostentaba esa noche en el Museo de la Bandera y que difícilmente volverá a tener igual.
¡Oh! , no era necesario conocer personalmente a todas las damas de la sociedad igualteca para distinguirlas y para asegurar que eran ellas. La igualteca se conoce en cualquier parte por la gallardía y el donaire con que sabe llevar su traje o vestido y su tocado discreto, como así lucían las integrantes del Grupo PODERYO, también por el buen gusto de los colores y adornos que escoge, y por esa gracia y esa distinción elegante que parecen innatas en ella y que se perciben a distancia como se percibe el perfume de las rosas.
Pero aretes, prendedores y pulseras no hacían más que añadir los encantos del lujo y buen gusto a aquellas bellezas, cuya seducción principal consistía en la dulce expresión de los ojos miel o en la ardiente languidez de los ojos negros; en la amorosa sonrisa que movía todos aquellos labios de granada y de mirto; en la delicadeza de las formas de aquellas mujeres a quienes puede llamarse a justo título las griegas de Iguala; en la flexibilidad de aquellos talles que se cimbraban como un junco al compás de la recitación o de la música.
Cada beldad era la realización de un sueño de poeta, era el ideal de un enamorado de 25 años. Iguala había robado a Puebla sus ángeles, los perfumes del Paraíso y los resplandores de la eterna dicha.
Interrumpimos nuestro sueño, porque la protagonista del Recital, la estrella de la noche, la musa del momento, la inigualable declamadora Silvia Huicochea Martínez apareció en escena.
Mi respeto, mi reconocimiento y mi admiración para Silvia, porque a sus ochenta y ocho años conserva una memoria prodigiosa, una voz melodiosa, un garbo juvenil y una gracia angelical.
La declamación es un arte y Silvia posee una sensibilidad exquisita; asimila y da vida al tema que desarrolla; sabe dar forma bella a todas las manifestaciones.
Ella posee el secreto del arte de la declamación, pues actúa con naturalidad; domina el tema y la modulación, los que le dan belleza a la emisión de la voz y Silvia llega con el ademán, los gestos y la actitud a coronar el efecto de la palabra, produciendo sensaciones y provocando sentimientos que arroban.
La maestra Silvia Huicochea, el sábado pasado nos ofreció una pequeña obra maestra de arte, una inolvidable noche maravillosa, un deseo delicioso que aumentará su nombradía en el mundo de la declamación. ¡Enhorabuena, amiga! ¡Felicidades! Y que los éxitos sigan alfombrando de rosas tu camino.