Día de las Madres

Por: Rafael Domínguez Rueda

HOY es un día especial en la vida de todos los mexicanos, porque México glorifica a la madre por su grandeza espiritual y los mexicanos le hemos enseñado al mundo que jamás podrá encontrarse un templo más hermoso que el corazón de una madre.
Este día, en cada hogar, los fuegos del amor se encienden en torno del ser más sublime que Dios ha creado: la MADRE. Esa estoica mujer que desde nuestro nacimiento nos ha dado todo sin pedirnos nada. Mujer, al fin, en la que ni el dolor, ni la tristeza doblegan su fe inconmensurable por ver a sus hijos realizados en aras de un brillante porvenir.

Se ha dicho que, grande es la mano del hombre, porque puede destrozar montañas y convertirlas en llanuras, pero si la mano del hombre es fuerte para hacer eso, la mano de una madre es más grande aún, porque está hecha para suavizar y está preparada para curar y confortar. Si la mano del hombre es poderosa por lo que realiza, la mano delicada y suave de una madre posee una magia mayor todavía, porque todo lo idealiza y todo lo embellece con el roce de sus dedos de pétalo de rosa; ella transforma el duro lecho del enfermo en un amanecer de ensueño.

Al conjuro de su dulce voz se secan las lágrimas de los niños y los sollozos se convierten en sonrisas. Si el hombre, el titán, engrandece al mundo, la madre, el hada, lo vuelve hermoso. Si el hombre lleva el sustento a la casa, la madre lo que lleva a la mesa familiar es alegría y gozo.

Si el hombre con sus inventos transforma la naturaleza, la madre lleva en su seno el misterio de la creación y de la vida. Si el hombre es una canción, la madre es el himno; ciertamente la canción alegra, pero el himno estremece el alma. Si el hombre se parece al oleaje bronco, la madre se identifica con el mar pacífico; el oleaje tiene la poesía de la espuma, pero el mar, tiene el tesoro de la perla. En fin, el hombre es un fruto de ilusión, mientras la madre es la espiga de la patria.

Los hombres hacen las naciones, pero la madre construye los hogares y los mantiene siempre con el fuego sagrado de su alma.

Cuando pienso en lo que el mundo sería sin la inspiradora influencia de una madre, siento vergüenza al ver lo que el mundo ha hecho con ella. Todo lo ha hecho la madre por el mundo y el hombre, en cambio, sólo les ha causado daño. Es él quien ha puesto entre sus manos delicadas, fardos pesados que difícilmente puede soportar, pero que ella sobrelleva sin quejarse.

Aún sigue siendo la madre la que mantiene el fuego sagrado que Prometeo robó a los dioses del Olimpo y gracias a ella precisamente prevalecen todas las artes. Si ella las abandonara, la tierra volvería a la edad de Piedra y el hombre tornaría a ser un bárbaro, como está ocurriendo ahora cuando muchos, pareciera que no tuvieron madre, pues sin escrúpulos las menosprecian y ofenden.

Por eso en este mundo convulso en que estamos viviendo, no hay nada tan puro y hermoso como una madre. Nada es más sagrado ni más divino que la madre, pues lleva en si el futuro destino de la humanidad. Por eso, ningún hombre puede pensar en su madre, sin admirarla como un ser perfecto. Ningún esposo amante –como deberíamos serlo todos- podrá creer o sentir que su esposa es menos, cuando en la plenitud de su belleza, tocó por primera vez su corazón.

Como no recordar a mi santa madre en este día tan especial, cuando ella me mostró en las palmas de sus manos, las incontables páginas de su libro de trabajo; en su corazón el pentagrama de una sinfonía de amor virginal; en su cerebro, el mármol de una escultura de sufrimientos y abnegación; y en su alma pura, la gloria de un lienzo de esperanza que ella pintó con ternura, dulzura, dignidad y mucho amor.

Por todo esto: ¡¡¡BENDITAS SEAN POR SIEMPRE QUERIDAS MADRECITAS!!!

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