-Garro en Cuernavaca.

Por: Rafael Domínguez Rueda

La recuerdo en su pequeño departamento de Cuernavaca que Elena heredó de su hermana Estrella, sentada en el comedor, a mediados de 1994. Eran más los silencios que la declaración en una entrevista que quería ser formal. Era la primera vez que estaba frente a ella. No era la mujer de sus novelas, cuentos y obras de teatro, personajes fuertes, conscientes, maduros en su tragedia humana.

En su espacio de la ciudad de la eterna primavera parecía frágil, sutilmente dócil, pero ágil para escapar del compromiso de la palabra en un diálogo con el entrevistador.

Sumamente delgada, con un cigarro siempre y atenta a los gatos que ronroneaban. Su hija Helena, también muy delgada, siempre sentada junto a ella. Elena no contestaba las preguntas. Respondía con digresiones incomprensibles para el desmañanado escucha… Había un discurso interno que manejaba a la perfección, pues por buen rato no dejaba de hablar. Tenía el don de la evasión.

El departamento se encontraba por el rumbo del parque Chapultepec. Ahí se habían instalado madre e hija, un año antes, en 1993… En el interior del hábitat de la Garro –la dramaturga de Felipe Ángeles y el sentido de la honestidad contra la injusticia; la de su novela Los recuerdos del porvenir, esa piedra que nos persigue como una lápida donde la vida se consume; o aquel cuento “Perfecto Luna”, el que se preocupa por el tiempo de una noche-; hay algo lóbrego y precario, ahí donde la tristeza y el tiempo han permanecido horas sin que circulen las manecillas del reloj…

Elena Garro no quiere, no desea ser cuestionada. Quiere que el entrevistador atestigüe la desolación de un carácter que se proyectaba en sus obras. Que nadie desde su melancolía inspirada en la literatura fantástica, prehispánica como aquel Relato de los tlaxcaltecas. Como si ella hubiera sido testigo de la violación de aquella niña indígena que corría para no ser alcanzada por la traición. O su novela exquisita y perturbadora Reencuentro de personajes. O ella misma: la falta de atención de la crítica literaria y el ninguneo a su obra completa. El entrevistador estaba perplejo de aquel encuentro.

Mis notas en el papel de la entrevista es nada frente al personaje que callaba. Sus silencios eran ecos que traspasaban las paredes del recinto. No era su impresión. Era surreal aquel instante. La turbación y el titubeo se apoderaron de él porque ella y su mirada nostálgica no estaban allí. Viajaban en los albores perdidos igual que Julia en Los recuerdos del porvenir. O la Verónica de Reencuentro de personajes, en aquella parada del tren donde no puede alcanzar el transporte que la llevaría al menos a un destino cierto.

Pero, ¿por qué entrevistar a Elena Garro? Tres fueron las principales razones que me motivaron. Después de leer “Los recuerdos del porvenir” tuve la impresión de que, si el Quijote había engrandecido a Cervantes, Elena Garro con esa novela había engrandecido a Iguala. Lo que debía agradecérselo como igualteco. Quería conocer de propia voz la vida de quien vivió y de manera extraordinaria exaltaba a Iguala. Y porque en dicha novela advertí que había prosa poética, entonces deseaba saber si escribía poesía.

El encuentro superó mis expectativas, ya que conocí la vida sorprendente y agitada de la Garro, ella me reveló que consideraba a Iguala como su tierra, pues acá despertó a la vida. Descubrí sus facetas de dramaturga, escritora, historiadora, periodista, guionista y ¡poetisa!

A mi me tocó –por encargo- inaugurar el Congreso Internacional “Cincuenta años recordando el porvenir, en 2013, acá en Iguala; y en 29016, “Rafael Domínguez Rueda cerró el ciclo de conferencias en el Museo de la Bandera con la ponencia “La vida agitada de Elena Garro”.

El 27 de marzo de 2022, los poblanos presenciaron la develación de 8 esculturas de ciudadanos distinguidos, entre ellos la de Elena Garro. Y eso que ella nació allá por accidente.

Después de 28 años de aquel encuentro que iba a ser de una hora y se prolongó por seis, el entrevistador piensa que la Garro, a pesar de que se explayó, evadió muchas respuestas para ocultar el misterio de eso que llaman verdad. Que no importa. Que ni siquiera existe que lo que queda son las obras. Que ellas hablan ahora que ella ya murió. Si la recuerdo es una sombra en la memoria.

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