La marcha de la «Generación Z»

Por: Rafael Domínguez Rueda

La marcha de la #Generación Z, compuesta por jóvenes, señores y adultos mayores, llevada a cabo el pasado sábado 15, que partió del Ángel de la Independencia de forma pacífica hasta que los manifestantes arribaron al Zócalo de la Ciudad de México, en donde lograron retirar las vallas metálicas que protegían al Palacio Nacional, tras más de 4 horas de enfrentamiento con elementos de la Secretaria de Seguridad Ciudadana, fueron desalojados del Zócalo capitalino. Durante la protesta la policía utilizo gas lacrimógeno y explosivos para dispersar a los asistentes.

En esta manifestación de la Generación Z, la consigna más escuchada fue: «¡¡¡Carlos no murió lo mató el Gobierno!!!» Carlos Manzo, el alcalde de Uruapan ejecutado el pasado 1 de noviembre, para muchos no lo mataron los criminales, sino el gobierno.


Aunque la mayoría de las marchas se parecen, la verdad es que ésta se vió articulada y con un vigor que podrían darle identidad a un movimiento aún amorfo, dotado de los valores simbólicos, indispensables para tratar de fracturar los andamios del gobierno.


En 1956, el guerrerense Othón Salazar encabezó el movimiento magisterial más grande que haya visto el país. El conflicto de los ferrocarrileros de 1958-59 con Demetrio Vallejo y Valentín Campa. El movimiento de los médicos en 1964-65. El movimiento estudiantil de 1968, en el que me ví involucrado como estudiante y cronista gubernamental del conflicto.


Desde los 15 he sido rebelde. Pero, mis protestas han sido de manera pacífica pero firme, inofensiva pero segura, ingenua pero convencido de que me asiste la razón. No fueron como las protestas de la CNTE o de los normalistas de Ayotzinapa o del tartufo más perverso que cada vez que protestan obtienen jugosos botines en dinero y privilegios.


Yo cada vez que protesté lo hice ingenuamente, es decir, con idealismo quijotesco cuyo único mérito es el de la sinceridad.


A mis 15 años, estando en el Internado, el 15 de septiembre pedí a mis maestros celebráramos “el Grito» o me dieran permiso de organizarlo. Se me negó. Invité a unos compañeros a solemnizar. No falto uno que me delató. Así que a la hora convenida cuando yo grite»: «¡Viva México!» Solo me secundó Francisco Iglesias. Pero, inmediatamente apareció al maestro y nos pidió que lo siguiéramos. Hizo que nos hincáramos a media cancha y con nuestros brazos en cruz, puso en nuestras manos una piedra. El castigo duró media hora.

Participé en el movimiento del 60 que provocó la caída del gobernador Raúl Caballero Aburto y por mi intervención vino a cambiar el rumbo de mi vida.
Como olvidar los discursos incendiarios de mis amigos de mil batallas: Julián Santana, Celso Cruz y Jorge Román, para que se manifestara el pueblo, pero, sobre todo, las reuniones con el Gobierno para que la ESPI no la cambiaran a la colonia Ruffo Figueroa. Esa fue la primera de 3 disputas que tuve con don Rubén. Las otras dos fueron directas.


Secundé a la maestra Constantina Parra para qué no se demoliera el edificio de la escuela Herlinda García. Movilizamos a la sociedad. Lo logramos. Pero no se me olvida una anécdota. En una de las reuniones públicas, se me acercó un señor joven y me dijo: «Soy el doctor fulano de tal. Trabajo en Cuernavaca. Estudié en esta escuela y la quiero mucho. Por favor, en el momento en que se entere de que van a movilizar la maquinaria, no dude en llamarme. Yo me traslado inmediatamente y voy a ser capaz de acostarme a la entrado para impedir que entre la maquinaria». No cabe duda que hay personas que valoran la vida y su ciudad y por ellas son capaces de todo…

Una cosa debo señalar en defensa de mis protestas: jamás han sido erradas. Siempre he tenido la razón al protestar, como cuando se descubrió en el atrio de S. Francisco de Asís la base de una pirámide mexica. Queríamos recuperarla y preservarla para mostrar nuestras raíces a las futuras generaciones. Sabiendo de nuestra pequeñez, unimos a nuestro propósito al Grupo «Calpulli Yohuala», Colegio de Arquitectos, Colegio de Ingenieros, CANACO Y SIGE, hablamos con la autoridad municipal y estuvo de acuerdo con nuestra petición. Si al fin no se preservaron fue porque la autorización vino de arriba. A cambió nos unió a los igualtecos, durante tres años, los miércoles, jueves y viernes de la última semana de cada mes se realizaron actividades culturales y dió origen al Festival Yohuala que este año llegó a su edición 31.

Termino por hacer una declaración lapidaria: estoy hasta la madre de la politiquería que priva en nuestros días. La palabra política es la procuración del bien común. En cambio, la politiquería es la práctica engañosa, truculenta y mentirosa de hacer política que no le importa dañar a otras personas con tal de lograr los finos propios. Hundidos en la politiquería, no les preocupa que se hunda el país y menos el bienestar de los ciudadanos. Dentro de esa mafiosa ralea figuran 14 empresarios y exfuncionarios de más alto rango dedicados al huachicol fiscal impunes; además, de las acciones del actual régimen como la llamada Ley Mordaza, la indeseable Ley que te obliga a regalar tus datos biométricos o la nefasta reforma judicial que dió paso a integrar los ministros de la Corte y jueces del acordeón… y, ¿qué? En México no pasa nada.