En la cantina se hacen los grandes negocios.

Por: Rafael Domínguez Rueda

Solía decir mi suegro que, «en la cantina se hacen los grandes negocios». En efecto, en esos templos bohemios llegan muchos socios o comerciantes a concertar negociaciones, pero también acudimos quienes queremos pasar un rato agradable, un momento de relajación o simplemente disfrutar de la compañía de verdaderos amigos.


Beber una cerveza bien helada o tomarse una copa de nuestra bebida preferida, cuenta entre los mayores goces que en este mundo se pueden disfrutar. Así la servían en El Intimo de Bandera Nacional o en la B grande de la calle Negrete, donde servían de botana caldo de pichón.


No he sido un gran bebedor, pero he tenido la gracia de encontrarme con gente que, sin ser amigos, gracias a esta sagrada bebida, se convirtieron en buenos benefactores.


Estando trabajando en Mazatlán, me presentaron a un compañero, digo compañero porque él era Inspector de Alcoholes y yo Inspector de Fondos y Valores, ambos de la SHCP. Él me invito a comer y como estaba como interventor en la Cervecería Pacifico, a la cantina que fuimos nos atendieron como reyes, pero, lo más interesante, me ofreció enviarme semanariamente 50 cartones de la Pacífico. Así que los sábados multipliqué mis amistades.

Cuando laboré en Monterrey, todos los sábados los jefes de Hacienda, que éramos 15, nos reuníamos en San Pedro Garza García, pues la cervecería Cuauhtémoc nos mandaba entre 40 y 50 cartones de su producto que nosotros completábamos con carne asada. Lo curioso es que había un jefe que al llegar preguntaba cuántos cartones habían mandado y contaba los que habíamos asistido. Dividía el número de botellas entre el número de asistentes y el resultado era el número de cervezas que consumía en menos de tres horas, pues él religiosamente a las 4 de la tarde nos dejaba para ir a comer con su familia.


Según las estadísticas la cerveza mexicana es hoy por hoy la marca más exportada del mundo, y que la marca Corona extra ostenta el título de la más valiosa, a lo que a mí me llena de orgullo y alegría, aunque yo prefiero la Victoria.


Allá mismo en Monterey me gustaba visitar el Salón de la Fama del Béisbol Mexicano. Le había caído bien al que cuidaba el lugar, un tal Manuelito. Me decía présteme las llaves de su carro. Salía yo de mis visitas a aquel Santuario como el jibarito del compositor Rafael Hernández, «loco de contento con mi cargamento” de cervezas. A unos pasos del Palacio federal, de la misma Sultana del Norte había una cantina, muy conocida por su promoción «En el consumo de una cerveza, si le repiten la botana, no paga la cuenta». Un día llegó un grupo de jóvenes dispuestos a batir el record. Después de consumir 70 cervezas se rindieron y tuvieron que pagar la cuenta.

Con mi amigo de juventud Chucho y el compañero Vicente acordamos ir cada 8 días a Los Arcos, acá en Iguala. Yo consumía 2 cervezas y ellos, como son abstemios pedían 2 refrescos, por cada ronda nos servían una botana. En cierta ocasión yo salí de comisión, pero ellos no quisieron interrumpir la costumbre, sobre todo por el caldito. Así que de manera natural pidieron su refresco. Al pedir el segundo refrigerio, también le reclamaron la botana. Nunca se imaginaron la respuesta: «La botana sólo a los que consumen bebida».

Hace 55 años, con varios maestros y conocidos, constituimos el Grupo UMO (Unión de Maridos Oprimidos). Éramos 15 y nos reuníamos el último viernes de cada mes. Llegábamos a las nueve de la noche y nos retirábamos entre una y dos de la mañana. Era un grupo de auténticos amigos que nos reuníamos manifestando la alegría de vivir y buscando esparcimiento, regocijo y desinhibirse ante compañías tan agradables, contando chistes y rememorando vivencias, todo acompañado de exquisitas carnes y espumosas bebidas.

Concluyo con tres realidades «La verdad es la realidad de las cosas». Primera, uno de los pocos reductos que a los varones nos quedaban: las cantinas. ¡Se acabaron! Ahora priva el justificado el empoderamiento femenino. Por eso existen bares a donde concurren mujeres. Yo pienso que la mujer siempre ha estado empoderada. Su reinado sobre el sexo masculino viene desde la Edad de Piedra, aunque sostengamos un falso dominio varonil.


Segunda, es necesario proclamar nuestro orgullo y alegría de que, por encima de la birra alemana, está la cerveza mexicana, tanto en exportación como en calidad.


Y tercera, se confirma la máxima de mi suegro, pues en el vino está la verdad y en la cerveza la mitad. La cerveza es una prueba constante de que Dios nos ama y le encanta vernos felices.