Un deseo no alcanzado
Por: Rafael Domínguez Rueda
A lo largo de mi vida me he fijado metas y procurando hacer realidad mis deseos. Las metas actúan como una fuente constante de motivación. Tener algo concreto que perseguir nos impulsa a esforzarnos y a superar obstáculos. Cuando alcanzamos una meta, como obtener un título profesional, experimentamos una sensación de alegría que refuerza nuestra confianza en nosotros mismos y nos mantiene a seguir adelante.
Un deseo es algo que me gustaría tener, alcanzar, realizar. Ese anhelo de poseer lo que para mí es un ideal, como: éxito, superación personal, amor, salud, viajar, tener amigos auténticos.
Me siento satisfecho de haber alcanzado metas, como mí profesión; haber escalado 5 categorías como auditor, alcanzar la categoría de Subsecretario y sin proponérmelo salir avante en el manejo de las finanzas en el séptimo municipio más importante del país.
Entre mis sueños o deseos cumplidos están: haberme casado con Ma. Teresa, tener una familia honrada; viajar, conocer palma a palma mi Estado, buena parte de la república y parte del Viejo mundo, entre otros muchos.
Sin embargo, van a quedar algunos deseos sin realizarse, como: el viaje soñado a Papeete, visitar Machu Pichu, integrar en un sólo lugar mi biblioteca y lograr que el nombre de Iguala figure en el Muro de Honor de la Cámara de Diputados.
Y, por qué el viaje soñado a Papeete? Porque cuando era Gobernador de Guerrero José Francisco Ruiz Massieu, citó a René Juárez Cisneros, entonces presidente municipal de Acapulco, a una reunión con Pedro Aspe Armella, Secretario de Hacienda y me pidió que lo acompañara. Al salir de la reunión, Ruíz Massieu nos dijo: “el expresidente Luis Echeverría nos invita a comer”. Desde luego no fue un convivio de amigos, pues durante la comida hablaron sólo el que invitó y el Gobernador. Sin embargo, en la sobremesa se explayó. Pero, entre los varios temas que tocó me llamó la atención el comentario de que “había tenido tres deseos en su vida que se habían cumplido: casarse con Esther, ser Presidente de México y conocer Papeete”. En ese momento pensé ¿cómo puede equiparar ser Presidente con conocer un lugar perdido en el mar? Y no me quedé con las ganas y le solté la pregunta, a lo que me contestó: “Es que hay que conocer Papeete”. Lo que desde entonces me provocó curiosidad y deseo de visitar. Ese año cumplía yo 25 años de casado y ya tenía todo adelantado para pasarla en Cancún en calidad de piloto aviador. O sea, casi regalado pasaje, hotel y alimentos.
Por lo que he investigado, Papeete es un lugar único, cuyo clima es literalmente el del paraíso terrenal. Se cuenta que Paul Gauguinn pintor parisino que nació en 1848 y murió en 1903 en la Polinesia abandonó los fríos y las humedades de París y se fue a vivir a Papeete en medio de los alegres nativos. En su casa, hoy museo, se respira la calidad de vida que pudo tener y de la magia de luz y color que lo llevó a hacer las pinturas que hoy admiran los visitantes.
Las llamadas “islas del viento”, toda la Polinesia Francesa, tienen como característica su especial cuidado por el medio ambiente, y en todos lados se puede observar el respeto por la naturaleza, tierra, aire y mar, lo que permite a los vacacionistas admirar la vegetación exuberante y cientos de especies marinas que circulan libremente por los arrecifes.
Para llegar allá, hay que abordar un avión y cruzar el Pacífico para llegar a Tahití, donde los nativos reciben a los turistas con collares de flores y los trasladan a sus habitaciones que están en una sola palapa sostenida por pilotes en el azulísimo mar de la Polinesia.
Entre las muchas buenas costumbres e inolvidables tradiciones recomiendan casase allá, pues resulta una inolvidable ceremonia. Ataviados como nativos la pareja llega a la playa, ella en un adornado catamarán y él en una piragua. El jefe de la tribu los recibe entre cantos y bailes y los casa por el rito polinesio.
Eso es vida: disfrutar el sol, al aire, las nubes, el cielo transparente y la paz, paz que contagian los hombres y mujeres que como los tahitianos atienden con amabilidad y siempre sonrientes.