—El placer de la lectura
Por: Rafael Domínguez Rueda
Cuando voy al teatro o a una fiesta, si la fiesta es de mi agrado, recuerdo inmediatamente y lamento que no todos mis hijos y amigos no se encuentren allí disfrutando del ambiente. «Lo que le gustaría esto a mi hijo, a mi hermano Alejandro o mi amigo Pepe», pienso y deploro que no estén compartiendo el momento conmigo. Esta es una melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería poco y ruin, sino por todas las personas que por falta de medios o de recursos y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es la vida y es serenidad y es gozo y es pasión. Por eso tengo tantísimos libros, un poco más de diez mil que para mí son infinitos, pues, algunos lo releo y a todos los consulto y esto se me vino a la mente, porque hoy se celebra el Día del Libro y lamentablemente, según encuestas, las tres cuartas partes de la población mexicana, no lee ni un libro al año, cuando la recomendación mínima de la UNESCO para «el sano desarrollo de la sociedad» es de 4 títulos anuales.
De acuerdo a la última encuesta realizada el 22 por ciento de los mexicanos acostumbra leer libros; el 38 por ciento, periódicos; 25 por ciento, revistas; y el 15 por ciento, historietas. La principal razón para no leer, según el 70 por ciento de los encuestados, es la falta de tiempo, mientras que el 30 por ciento admite que no le gusta.
El nivel de lectores, creo que es más bajo. De acuerdo a un estudio que se hizo de lectores de mi columna, en 2022; tenia, como asiduos 706; ocasionales, 122; y eventuales 72. A principio de este año, casi perdí los asiduos y se mantienen los eventuales y ocasionales. De acuerdo, al estudio, perdí 700 lectores, porque dejo de salir el periódico impreso.
Algunos de mis conocidos se burlan de mi insaciable afición a comprar toda clase de libros. Dicen que soy capaz, si está a buen precio, de adquirir la «Enciclopedia Espasa Calpe»; una obra reconocida por la magnitud de su extensión que no ha sido superada: 119 tomos bastante gruesos. Yo me atengo a la máxima cervantina: no hay libro, por malo que sea, que no tenga algo bueno. Por ejemplo, todos los libros de AMLO, son malísimos. Lo bueno es que exhiben al hombre mentiroso, falaz y perverso.
Y aclaro, no compro libros malos. Compro, sí, libros antiguos y raros. Poseo la primera parte de la segunda edición de El Quijote de 1615. También, una mini edición en marfil de la misma obra
La afirmación de que «el hábito de la lectura se mama» es una forma coloquial de decir que el hábito de la lectura se desarrolla y se arraiga desde la niñez, cuando nuestros padres nos inculcan ese hábito que, en mi caso creció cuando en la primaria descubrí que en un estante había una colección ilustrada de las obras de Emilio Salgari y con el permiso de mi maestra, en lugar de salir a recreo, me quedaba a leer las aventuras de Sandokan, el Corsario Negro y otras. Lo que se acrecentó en mi adolescencia, cuando formé parte de un grupo que nos impusimos leer un libro por semana.
Lamento ya que, en las secundarias, los maestros de español, ya no pidan a los alumnos leer y elaborar un resumen de la lectura de un libro
Yo creo que no hay en el mundo una universidad que pueda enseñar lo que cualquier persona puede aprender con un rato de buena lectura cada día.
Los mexicanos no leemos. Escribimos, sí, pero no leemos. En este país hay más escritores que lectores. Y de esos escritores algunos han escrito más libros que los que han leído.
En otros países la lectura es un hábito cotidiano. La gente compra libros, o los obtiene en la biblioteca de su comunidad, y nadie sale de viaje si no lleva un libro para leer en el aeropuerto, el avión, la playa o al pie de la alberca.
Para los mexicanos, en cambio, es un artículo de lujo, algo que no figura en la lista de nuestras prioridades.
No lee el que no quiere. Si los mexicanos leyéramos quizá sería otra cosa este país. Hay una sola forma de volverse lector: descubrir el placer de leer.