—Victórico López Romero.

Por: Rafael Domínguez Rueda

Platicando con un amigo entrañable, me enteré de la partida al más allá de un ilustre igualteco, de Victórico López Romero ¿Quién era él? Fue un hombre polémico, pues no era santo de devoción de algunos; controvertido, ciudadano distinguido; pero, también un profesionista respetable y exitoso. Se le veía caminar por las calles, generalmente sólo. A todo mundo saludaba. Con mucha gente platicaba. Siempre bromeaba y tenía la sonrisa a flor de labios.


Yo me pregunto y pregunto a los que lo conocieron ¿cuál fue en realidad la esencia de Victórico López Romero? Puesto que sabíamos que era licenciado en derecho, administrador de negocios, consejero empresarial, político inquieto y ciudadano visionario.


Siendo así ¿cuál fue en realidad la metafísica, la filosofía que movía el alma de este destacado igualteco?… A mi juicio, era un alfarero de hogueras; un hombre que emprendía una empresa y contagiaba a todos de entusiasmo. Un ciudadano que en cada reunión levantaba mucha flama. Un artesano que dió forma a su modo de vida distintiva.


Era amigable, es decir, afable, agradable y abierto. Decía que eran contadísimos sus amigos. Y es que, amigo es un ser identificado espiritualmente con nosotros; en el que podemos confiar; con el cual podemos convivir y convivir no es lo mismo que coexistir; coexisten los enemigos; coexisten los políticos, pero tan pronto se da la vuelta el compañero le asesta una puñalada trapera.


Conviven las almas. Conviven en el amor, en la belleza, en la convivencia social. Los amigos son uno de los mayores tesoros de la vida.
Claro que hay de amigos a amigos. Todas las amistades son importantes. No todas son iguales. Para mi hay tres clases de amistades: amigos del alma, se consideran familia; amigos de corazón, con los que hay una relación entrañable; y amigos por convicción, con los que se sociabiliza.


De esta última clase fue mi relación con Victórico. Nuestro trato fue de respeto mutuo, reconocimiento y afecto. El afecto es una emoción fundamental y un sentimiento positivo que se caracteriza por la inclinación a una persona, lo cual se manifiesta a través de acciones y muestras de aprecio y cordialidad.


Todos los humanos somos imperfectos, caemos en errores y llegamos a cometer abusos. Pero, también tenemos nuestro lado bueno. Y este aspecto quiero reconocer en Victórico.


Él me abrió las puertas de su alma y eso debo agradecérselo. Entre muchas cosas, me contó cómo hizo su fortuna. Lo que me sorprendió fue constatar como llevaba en orden sus ingresos y egresos. Me explicaba, para demostrar algún día que no heredé una fortuna, como tampoco me robé un peso o timé a alguien.


Me invitó a formar parte de los fundadores del famoso Grupo Colosio que tendría como fin llevar a cabo una labor social —similar a la del Grupo ACA— para ello, lo integrarían cien líderes que sí se llegaron a reunir y de estos, mediante votación abierta, se integró un Consejo de diez socios. Entre los que figuré, para sorpresa de muchos.


Tenía en mente muchos proyectos, pues era un hombre visionario, es decir, tenía visión de futuro, imaginación para lograr éxito. Por ejemplo, decía que las calles deberían volverse a empedrar para recuperar los mantos acuíferos y disminuir el calor que provoca el asfalto. Que el ambulantaje se debería reubicar en un sólo lugar, por varias razones, pero sobre todo para que la ciudad luciera limpia y los visitantes disfrutarán del paisaje. Que, sin incrementar tarifas, se deberían ordenar los ingresos para elevar el techo financiero y lograr mayores participaciones, pues, por tantas fugas nunca hay dinero en la Tesorería.

En una ocasión le planteé la posibilidad de crear una Fundación Cultural (talleres, presentaciones, exposiciones, biblioteca y galería). Él me comentó que ya lo había pensado, pero la idea la estaba madurando para comentarla con su familia, pues es una forma de perpetuar el nombre.


El tiempo sigue inexorable. Pasa rápido, pero nos deja vacíos, sino lo supimos aprovechar; o nos deja recuerdos si sembramos inquietudes. A veces queda el silencio, pero en otras ocasiones, la semilla de la amistad se convierte en el busto de bronce que nos recuerda que la vida es bella, alegre, generosa Victórico quiso hacer mucho por Iguala, pero su carácter impulsivo no se lo permitió.

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