-Así conocí a… Febronio Díaz Figueroa
Por: Rafael Domínguez Rueda
Tras el anuncio de la muerte de un hombre común hay un torrente de historias; tras la de un hombre connotado hay un océano; y tras la de una persona modesta, su grandeza se pierde en el mar de la indiferencia. La muerte del licenciado Febronio Díaz Figueroa vino a corroborar que cada día la sociedad va perdiendo el interés por el destino de sus semejantes, de los hechos y de los componentes que constituyen la historia.
Durante el período de enero de 1990 a marzo de 1993, en que René Juárez Cisneros fue presidente municipal de Acapulco; yo me desempeñé como Director de Ingresos del Ayuntamiento. Entonces, me enteré de que el licenciado Febronio, a pesar de que había sido maestro universitario, presidente municipal del Puerto y haber desempeñado otros cargos públicos, nunca pudo lograr que lo pensionaran.
Él fue marxista leninista y, por lo mismo, un hombre recto, honesto, por lo que no poseía una fortuna. Con René Juárez logró que le otorgaran un apoyo mensual que le regateaban, pues lo hacían ir varios días. En una ocasión, lo encontré en los pasillos y me comentó su calvario. Lo invité a mi oficina a esperar a que lo llamaran. A partir de entonces, cuando llegaba se anunciaba y avisaba que estaría en mi oficina.
Así fue como conocí al licenciado Febronio Díaz Figueroa y aproveché para descubrir parte de su vida. Él estudió en Iguala y, cosas de la vida, curiosamente vivimos en la misma vecindad.
Díaz Figueroa, oriundo del poblado de Atenango del Río, fue uno de esos coterráneos que desde su infancia destacó por sus dotes de inteligencia. Fue licenciado en economía. Miembro de las primeras generaciones que se formaron en esa disciplina de izquierda. Era ampliamente conocido por los guerrerenses que radicados en la ciudad de México se congregaban en las tertulias, donde se organizaban las inolvidables noches guerrerenses, que cada año conjuntaban a los surianos en el desaparecido salón La Riviera, donde finalmente terminaban como cena de negros los de Costa Chica contra los de Tierra Caliente o los del Centro con los del Norte del Estado, mientras la orquesta de Rufino García Suazo se ufanaba en los acordes de nuestro folclor musical.
Pero, Díaz Figueroa, no era en esencia el hombre de las tertulias, sino el admirado maestro al que todos los estudiantes recurrìac vn en busca de consulta o de consejo, buscándolo entre ese desorden de libros, ropa y enseres que románticamente caracterizan a los hombres sabios.
Aunque Febronio Díaz Figueroa, casi no visitaba a su terruño, era admirado como uno de los hijos más distinguidos y quiso el destino que en lugar de ser responsable de los destinos de ese tan olvidado municipio, fuera presidente municipal del puerto de Acapulco, donde desarrolló, además de su trabajo administrativo y operativo, una labor editorial sin precedente.
El maestro de la escuela de Economía de la UNAM, fue el prototipo de los intelectuales que sostenían su verdad en la doctrina materialista de Calos Marx; su fama por esa característica rebasaba nuestras fronteras, ganándole merecidos reconocimientos en los círculos internacionales de la izquierda política.
Fue esto lo que motivó al senador Rubén Figueroa Figueroa a sumarlo a su propósito de pacificar al Estado, buscando incorporar a Lucio Cabañas Barrientos al orden mediante el diálogo y alejarlo de la lucha guerrillera. Lucio faltó a su palabra y durante los 102 días mantuvo secuestrado al Senador y a sus acompañantes. El saldo de ese plagio, cuyo desenlace se magnificó, no tuvo consecuencias fatales.
Incorporado al servicio público, años después. De 1978 a 1980 fue presidente municipal de Acapulco, donde realizó una administración ejemplar y los estratos populares del Puerto recibieron innumerables beneficios y amabilidades, llamando la atención la forma modesta en que Febronio vivía, un hogar como el de cualquier costeño.
Podemos afirmar que en el gremio de los economistas no hay uno de sus integrantes contemporáneos que no guarde un buen recuerdo de este hombre ejemplar, profesionista ilustre, ciudadano modesto, cuyo nombre aparece en los Consejos Consultivos de organizaciones y publicaciones de esa disciplina.
Febronio Díaz Figueroa, pertenece al acervo humano de todos los tiempos, cuya mala suerte es que, por su modestia, sencillez, honradez y nada vanidoso, no ha habido quién o quiénes le reconozcan sus innegables méritos de maestro emérito, intelectual docto, político sobresaliente y honrado y ciudadano ejemplar. El destino es tan caprichoso que induce a pensar en una analogía que el Gobierno del Estado debería hacerle un significativo reconocimiento; así como a Zumpango del Río, se le cambió esa denominación por Eduardo Neri, sería de justicia que Atenango del Río, se denominara en lo futuro Atenango de Díaz Figueroa.
Me extraña que en la Enciclopedia Guerrerense no aparezca la biografía de este ilustre guerrerense, como tampoco la Secretaría de Educación Guerrero, a través del Departamento de Extensión Educativa, le haya dedicado un Cartel.
Él falleció en febrero de 1994. No se me olvida que en diciembre de 1993, llegó a mi oficina a darme el abrazo de fin de año y llevaba en la mano una botella de Presidente con un listoncito que al entregarme, dijo: “Algo modesto, pero de corazón, con el que le patentizo mi afecto y agradecimiento por sus atenciones”.
Su sencillez, su don de gentes y su bonhomía siempre le ganaron un lugar en el corazón de quienes lo tratamos. Por nuestra parte y a pesar de los años, hacemos una sincera manifestación de condolencia para todos los guerrerenses y para sus familiares una excitativa para que se sientan orgullosos, porque Febronio, por la puerta grande, pasó a la historia.