Por: Carlos Martínez Loza


Ciudad de México, Julio 2.- La piedra angular del aborto en EEUU ha sido partida a la mitad. Esa roca es la sentencia del caso Jane Roe Vs Henry Wade de 1973, que establecía el derecho de la mujer a interrumpir su embarazo. Muchas naciones americanas fueron a esa roca para presentarle ofrendas e incienso y de paso inspirarse en sus postulados que con los años se tornaron en cultura urbana: el credo cuasiapostólico de los tres meses o 12 semanas para abortar, ya que después de la semana 15 el tamaño del feto hace imposible que pueda extraerse por completo y es necesario desmembrarlo. Es decir, la dignidad humana es “ganada” por el individuo con su edad y tamaño.
Pero el culto de aquella idolatrada roca se fundó sobre una falsa doctrina. Jane Roe (Norma McCorvey, su nombre real y solicitante del aborto), deseaba abortar a su tercer hijo aduciendo que había sido violada. Muchos años después declararía públicamente que mintió: no había sido violada. Impensablemente Jane Roe pasó de militar el culto del aborto al activismo antiaborto. De costa a costa, el debate se avivó en todo EEUU y más allá de su geografía y su tiempo.
Hace unos días la Corte Suprema de EEUU anuló la sentencia del caso Roe Vs Wade, y con ello se declaró que abortar no es un derecho amparado por la Constitución estadounidense. La resolución fue obra de los jueces Samuel Alito, Amy Coney Barrett, Brett Kavanaugh, Clarence Thomas y Neil Gorsuch, quienes han sido erigidos ad hominem por la crítica para vestirlos con las expresiones “conservadores” y “elegidos por Trump”, como si esos fuesen verdaderos argumentos para contrarrestar el razonamiento de su resolución, cuando no son más que simples sofismas.
Pero aún hay uno más sutil y persuasivo, aquel que se acuñó en un hábil eslogan: “Mejor regulen las armas y no nuestros cuerpos”, esa afirmación es un ejemplo hermoso de una falacia bicéfala: ignoratio elenchi- pista falsa; sin duda alguna el uso de armas en EEUU ha ocasionado tragedias indecibles y bien pueden enunciarse argumentos poderosos para prohibir el derecho a portarlas, pero de eso no se sigue la justificación de un “derecho a abortar”, además de que el problema de las armas no está relacionado con el aborto. Son dos cuestiones autónomas e independientes.
¿Por qué pensar pues que no es un retroceso la anulación del aborto en EEUU? Porque toda legislación que le diga sí a la justicia, entendida como la virtud de dar a cada uno lo suyo, en este caso a la persona que está por nacer el respeto a su vida, pues ponderativamente la persona y su vida prevalecen sobre cualquier libertad sexual y reproductiva, debe ser considerada una perfección que nos exalta y vivifica como seres humanos. Sí, un retroceso para el “derecho”; pero un gran paso para la justicia.

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