Por: Netza Albarrán Razo

Enviado especial


Ciudad del Vaticano, Mayo 6.- l próximo cónclave que elegirá al nuevo Papa se perfila como un momento histórico sin precedentes en la Iglesia Católica, no solo por la importancia del evento en sí, sino también por las dimensiones y características únicas que lo distinguen de todos los anteriores.
Por primera vez en la historia eclesiástica, participarán 133 cardenales electores, superando el límite tradicional de 120 establecido en 1970 por el Papa Pablo VI y confirmado posteriormente por Juan Pablo II. Aunque el Colegio Cardenalicio cuenta actualmente con 252 miembros, el derecho a votar en el cónclave está reservado a quienes no hayan cumplido 80 años al momento del inicio del proceso. De esos, 136 cumplen con los requisitos de edad, pero dos no podrán asistir debido a problemas de salud y uno más por ser acusado de fraude financiero, reduciendo así el número final a 133 votantes.
Con esta cifra, se requerirá una mayoría de dos tercios para elegir al próximo pontífice, lo que equivale a un mínimo de 89 votos. Este nuevo umbral también rompe con los registros anteriores, convirtiendo esta elección en un récord no solo numérico, sino también simbólico, pues marca el profundo impacto del Papa Francisco en la estructura de la Iglesia.
En el cónclave que eligió al cardenal italiano Albino Luciani, quien tomó el nombre de Juan Pablo I, celebrado en agosto de 1978 tras la muerte de Pablo VI, participaron 111 cardenales electores. Este Cónclave fue relativamente breve, ya que duró apenas dos días. Su pontificado fue uno de los más cortos en la historia de la Iglesia, duró sólo 33 días, hasta su repentina muerte en septiembre de 1978, lo que llevó a un segundo Cónclave ese mismo año con la participación de los mismos 111 cardenales y del que resultaría electo el cardenal polaco Karol Wojtyła, quien llevó el nombre de Juan Pablo II y quien se convirtió en el primer Papa no italiano en más de cuatro siglos.
Cuando falleció Juan Pablo II en abril de 2005, se convocó un nuevo Cónclave que reunió a 115 cardenales con derecho a voto. En este proceso fue elegido el cardenal alemán Joseph Ratzinger, quien asumió el pontificado bajo el nombre de Benedicto XVI. Su elección fue una de las más rápidas del siglo, ya que se resolvió en apenas dos días.
Finalmente, tras la histórica renuncia de Benedicto XVI en 2013, el Cónclave posterior también contó con 115 cardenales electores. En esta ocasión fue elegido el cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, quien asumió el nombre de Francisco y se convirtió en el primer Papa latinoamericano y jesuita de la historia.
El Papa Francisco, elegido en 2013, nombró a 108 de los 133 cardenales electores en este nuevo Cónclave, lo que significa que más del 80% del colegio fue nombrado por él. Este dato no es menor, refleja la influencia de Francisco en la elección de su sucesor y garantiza, al menos en teoría, una continuidad en la visión de Iglesia que promovió durante su pontificado. Además, todos estos cardenales designados por Francisco participarán por primera vez en un Cónclave, lo que añade un elemento de renovación y expectativa al proceso.
La edad promedio de los electores es de 70 años, un dato que contrasta con la presencia de 15 cardenales menores de 60 años, lo que representa una rareza en la historia reciente de los cónclaves. Uno de los casos más llamativos es el del obispo ucraniano Mykola Bychok, de 45 años, quien actualmente reside en Australia y será el más joven en participar. En el otro extremo se encuentra el español Carlos Osoro Sierra, de 79 años, quien se encuentra en el umbral de la edad límite para participar, ya que el derecho a voto se pierde al cumplir los 80.
Desde el punto de vista geográfico, el próximo Cónclave será también el más diverso y representativo. Participarán cardenales de 71 países distribuidos en los cinco continentes, reflejo del carácter verdaderamente universal de la Iglesia actual. Europa sigue siendo el continente con mayor representación, con un 39% de los electores; sin embargo, su dominio ha disminuido progresivamente. América reúne al 27%, seguida de Asia con un 17%, África con 13% y Oceanía con 4%.
Este panorama global ha permitido la inclusión de cardenales de países que nunca antes habían estado representados en un Cónclave. Entre ellos destacan Haití, Irak, Irán, Cabo Verde, Singapur, Sri Lanka, Tonga, Mongolia, Papúa Nueva Guinea y Timor Oriental. Estos nuevos rostros no solo diversifican la procedencia de los votantes, sino que también amplían las perspectivas culturales, sociales y pastorales en la elección del nuevo Papa.
En cuanto a la distribución de funciones, 29 de los cardenales trabajan actualmente en la Curia Romana, el órgano administrativo central de la Iglesia. Otros 79 ejercen el ministerio pastoral en sus diócesis, es decir, están al frente de comunidades locales en distintas partes del mundo. Finalmente, 28 cardenales electores se encuentran ya retirados, aunque conservan su derecho a participar y votar.
Una nota curiosa y poco común en este Cónclave es la participación de un cardenal que no ha sido ordenado como obispo. Se trata del dominico británico Timothy Radcliffe, quien recibió el birrete cardenalicio por decisión directa del Papa Francisco, una excepción contemplada en el derecho canónico y que se ha aplicado en contadas ocasiones. Su presencia subraya el perfil inclusivo y reformador del pontífice argentino.
Por otro lado, de los 133 cardenales convocados, 21 ya participaron en el cónclave de 2013 que eligió a Francisco, mientras que solo cinco vivirán esta experiencia por tercera ocasión. Estos últimos fueron nombrados por el Papa Juan Pablo II, lo que los convierte en testigos privilegiados de varias etapas del papado contemporáneo.
Finalmente, aunque no hay manera de prever con certeza el nombre que elegirá el nuevo pontífice, algunos patrones históricos ofrecen pistas simbólicas. A lo largo de la historia, los nombres papales más comunes han sido “Juan”, “Gregorio”, “Benedicto”, “Clemente”, “Inocencio”, “León” y “Pío”. La elección de un nombre suele reflejar no solo una inspiración espiritual, sino también una declaración de intenciones sobre el tipo de liderazgo que se desea ejercer.
Con todas estas particularidades, el próximo Cónclave se presenta como una elección histórica que no solo definirá el futuro inmediato de la Iglesia Católica, sino que también marcará el rumbo espiritual, social y político de una institución con más de mil 406 millones de fieles en todo el mundo.