Figuras de Innegable Eternidad

Por: José Rodríguez Salgado


Aniversarios luctuosos de Sor Juana y el Poeta Octavio Paz.


México recuerda en este abril primaveral a dos relevantes figuras del firmamento cultural, por su vida y obra poética que persiste con frescura. No obstante los años transcurridos sigue vigente su palabra con lozanía y actualidad. La monja Jerónima Sor Juana Inés de la Cruz nació en la población de San Miguel Nepantla, actual Estado de México, en 1648. Es considerada la escritora mexicana más destacada de las letras hispanoamericanas del siglo XVII. Ha sido llamada en todos los tiempos como “La Décima Musa”, “Fénix de América” y “Fénix de México”. Autora de obras como “Primero Sueño”, “La Segunda Celestina”, “Amor es más Laberinto” y las populares “Redondillas”. Falleció el 17 de abril de 1695, víctima del tifus, virus que entonces azotaba a la Nueva España.
Dedico unas cuantas líneas para recordarla, palabras insuficientes por supuesto para referirme a la mujer portentosa que toda su vida luchó en contra del mundo y en contra de sí misma. Fue brillante, hermosa, portando siempre la pesada loza de la soledad. Por un tiempo tuvo alojamiento en la Corte, pero después fue obligada a entrar al Convento de San Jerónimo en donde dosificaba su tiempo entre la oración, la lectura de sus libros así como la ejecución en sus instrumentos musicales y científicos. Ahí encontró refugio para incrementar la riqueza de su pensamiento y lograr cierta autonomía. Por su estilo de vida, para una mujer en aquellos tiempos, tampoco resultó del todo compatible con las reglas de la iglesia. Se dice que al final de su existencia renunció a todo lo terreno, incluso sus libros, escritos e ingenios para dedicarse por entero al servicio de Dios.
El jesuita Antonio Núñez de Miranda de Santa Cruz y el Obispo de Puebla la presionaron para que abandonara sus aficiones poéticas y lecturas profanas. Lejos quedó la emancipada y adelantada a su época por su intelecto y afición en el cultivo del conocimiento mediante su cercanía con los clásicos griegos y latinos, hasta convertirse en experta, vía el autoaprendizaje. Sus sonetos, poemas, redondillas, décimas, prosas, elegías, son célebres por la perfección formal a la par de experimentar en las áreas de la física, biología, matemáticas y química. La destacada mujer del Siglo de Oro Español, por su deseo de emancipación y fuerza creativa la convirtieron en una pionera del feminismo en México e inspiradora de sus luchas en todos los tiempos.
Respecto a Octavio Paz Lozano (1914-1998), hago la referencia: Nació en la colonia Juárez y pasó su infancia en Mixcoac. Sus primeros escritos datan de 1931 cuando estudiaba en la Escuela Nacional Preparatoria. Ahí fundó la revista “Barandal”. Su primer poema publicado fue “Preludio Viajero” y su primer libro “Luna Silvestre” editado por el escritor y recopilador Miguel N Lira en 1933. Vivió los episodios más dramáticos de su época: la Guerra Civil Española y las amenazas del Exterminio Nazi fascista. En 1936 publicó “No Pasarán”; en 1937 da a la luz los poemarios “Raíz del Hombre” y “Bajo tu Clara Sombra”. Al poco tiempo organiza la revista “Taller” y trabaja copiosamente en ensayos y libros. Da a conocer “Entre la Piedra y el Sol” (1941), en 1942 “A la Orilla del Mundo”.
En 1945 ingresa al servicio diplomático y se le comisiona en Francia. “Libertad bajo Palabra”, aparece en 1949, después englobaría su obra con este título de 1935 a 1957. En 1951 da a conocer “Piedra del Sol” compuesta con 584 endecasílabos, cuyo tema central es “la recuperación del instante amoroso como condensación de la verdadera libertad”. Este libro y “Estación Violenta”, son prosas influidas por el surrealismo. La mayoría de sus creaciones son consideradas como elitistas y trascendentes. Para entenderlas cabalmente hay que hacer varias lecturas, por su elevado simbolismo y contenido poético. Para Leopoldo Zea, Octavio Paz “va a lo universal por lo profundo”.
Uno de sus más conocidos libros es “Laberinto de la Soledad”, una interpretación del ser mexicano publicado el 15 de febrero de 1950. Cuarenta años más tarde el 11 de octubre de 1990, la Academia Sueca anunciaba que le otorgaba el Premio Nobel de Literatura al poeta mexicano, por el propio peso de su obra completa, polémica, poesía, novela y ensayo. En el discurso de recepción expresó: Las lenguas nacen, crecen y en su suelo las alimenta una historia común, son la misma planta y son una planta distinta… Mis clásicos son los de mi lengua y me siento descendiente de Quevedo, pero soy algo distinto como individuo, como hombre concreto y no simple remedo de otras expresiones de humanidad. Al cumplirse 34 años de su deceso recordamos a quien quiso ser poeta y nunca dejó de serlo, hasta los últimos días de su existencia. Abril 18 de 2024

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