El Derecho a Educar
Por: José Rodríguez Salgado
En recuerdo del Profr. Ladislao Cienfuegos (RIP)
Se terminaron las actividades escolares del presente ciclo. Miles de estudiantes desde educación inicial hasta normal y superior toman un corto receso para recuperar fuerzas por la energía invertida, otros se aprestan a realizar pequeños viajes por algunos lugares de la República. A todos les deseamos feliz descanso, aunque esto es muy relativo después del largo período de pandemia. No hay satisfacción plena, siempre quedará la duda sobre el saldo en los niveles de aprovechamiento por la irregularidad de los cursos presenciales y la ausencia de evaluaciones. Un alarmante número de escolares estuvieron impedidos, por motivos diversos de tomar clases en línea.
Aunque pudiera parecer utópico valdría la pena analizar los avances de todas y cada una de las actividades escolares y el aprovechamiento de los contenidos programáticos. Suponiendo que así sea hay que partir de la complejidad: tiempos actuales, factores como la economía, inseguridad, cambio climático, deficiencias en la infraestructura, continua movilidad poblacional por diversos motivos. No obstante estos nubarrones, no debemos perder la esperanza.
Años atrás se realizaban suntuosas ceremonias de clausura de cursos, los graduados eran centro de atención de autoridades, padres de familia y amistades; atrás quedaron los cursos de verano, los trabajos de capacitación de las normales superiores que hacían milagros en tres, cuatro y hasta seis semanas. Lo que si es vigente es el reconocimiento de la primera norma que se pide a los profesores que es la responsabilidad en su desempeño frente a grupo. Se recomienda evitar improvisaciones y apresuramientos producto de posiciones psicológicas.
Cierto es que el país demanda buenos técnicos, mecánicos, electricistas, plomeros, carpinteros, enfermeros, biólogos, químicos, etc., pero anhela también, que sean magníficos ciudadanos, íntegros en toda la extensión del término. Para ello es indispensable emplear la técnica con un equipo humano bien coordinado además de entender las necesidades específicas del medio en que se circunscribe cada plantel en todos los subsistemas. No es lo mismo el trabajo en los núcleos urbanos que en las comunidades rurales carentes de vías de comunicación y de servicios como centros de salud, agua, drenaje y alumbrado público.
Entender e insistir en que la tarea de los trabajadores de la educación no se reduce al escenario del aula, si no que empieza y concluye fuera de ella en el ambiente social, familiar, político y cultural. Considerar que la actividad de la enseñanza para que sea exitosa y trascendente, debe ejercerse por espíritus selectos; es un arte, como lo señala certeramente el intelectual y poeta Germán Lizt Arzubide “en verdad que sí existe un arte de enseñar. El oficio de profesor es difícil, exige una larga experiencia y una adhesión ilimitada a la obra, es a quienes han hecho profesión de enseñar y han triunfado en ese arte, a quienes tenemos que pedirles reglas”.
Por eso he insistido por más de sesenta años, que hay que cuidar las vocaciones y que en el caso del maestro hay que orientarlo a realizar la palabra y la vida del discípulo, que alcanza la dimensión cuando la obra y la voz son la misma cosa. Una educación revestida de valores es la búsqueda de los pedagogos de todos los tiempos. Por la palabra del maestro se llega a la plena liberación del hombre. Venturosamente dentro de cada uno de los seres humanos hay un llamado interior que es la Vocación y se adquiere cuando se logra la propia expresión. El más noble deber de padres y maestros es no coartar los impulsos de libertad de toda vocación humana.
Quien se incorpora al magisterio adopta la exigencia de que el profesional de la enseñanza no es un modelo hecho si no que se hace de manera continua rectificando su propia acción, vitalizándola con nuevos conocimientos y experiencias y proyectándolas con entusiasmo e ilusiones. Así se preservará de las incomprensiones, ingratitudes y abandonos. Quien no tenga el valor y la voluntad de reunir un mínimo de valores, no tiene derecho a educar.
Cuánto mayores sean los obstáculos, entre más pobre y desquiciante que parezca la realidad, más prudencia, serenidad y pertinencia se necesitan. Lo importante es no desistir y hacer de la escuela un instrumento de liberación de las conciencias. Ojalá valgan estas reflexiones. Saludos.
4 agosto de 2022