Ante la guerra: Educar para la Paz
Por: José Rodríguez Salgado
Hoy cumple 85 venturosos años Juan Sánchez Andraca. Felicidades
No podemos permanecer indiferentes ante el caos generalizado que provocan las ambiciones de poder o riqueza y sitúan al mundo al borde del abismo. Nunca imaginamos tiempos en que los seres humanos nos conectáramos en tiempo real con el resto de la humanidad. Nuevas y sorprendentes conquistas, aventuras fantásticas dentro de un entorno globalizado donde el signo constante es el sorprendente desarrollo tecnológico que transforma la vida cotidiana y modifica nuestra percepción y comunicación. Como sociedad no hacemos una correcta interpretación que vaya acompañada del conocimiento y dominio de las herramientas para hacer viable la convivencia civilizada para sobrevivir del colapso inminente.
¿Cómo no preocuparnos por el exterminio de vidas inocentes que por accidente del destino les tocó nacer en territorios en conflicto? La masacre colectiva que sucede en Medio Oriente es apenas una muestra sensible de la deshumanización. ¿De qué han servido los esfuerzos de científicos y técnicos si no van orientados a procurar el bienestar de la humanidad? Al contrario, de manera soez el monstruo de la guerra agrede, erosiona y destruye sin miramiento. Se vive en medio de la tortura y drama grosero, los pobres, los despojados, los desposeídos sufren sin derecho a la queja y claman alivio a sus intensos dolores. Los sienten intensamente no sólo en su carne y su sangre, si no en la carne y sangre de sus hijos.
El huracán de la desolación y la muerte todo lo destruye. No queda a la población más que caminar sin ruta por los amargos horizontes a su alcance. Cuando no son las fuerzas de la naturaleza que aniquilan, es la maquinaría brutal que termina imponiéndose. Así ha sido desde el principio de los tiempos. Viene a mi memoria de mi época de estudiante en la capital del país, haber escuchado en el Claustro Académico de El Colegio Nacional, la voz del talentoso intelectual y Maestro Emérito don Jesús Silva-Herzog, quien explicaba en sencilla conferencia con el mayor sentido pedagógico el origen de la propiedad y los conflictos colaterales a las conquistas, -palabras más, palabras menos, cito de memoria -un campesino próspero cultivaba su parcela con cuidado y comedimiento, alegría y optimismo. Se acercó un caminante y le preguntó ¿Es tuya esta plantación?, ¿Qué siembras?, ¿Cuánto produce?, ¿Compraste esta tierra? El interpelado respondió puntualmente: Esta tierra la heredé de mi padre, ¿Y tú padre?, la heredó de mi abuelo y a su vez éste la heredó combatiendo. Agresivo el caminante se quitó la ropa que le estorbaba y altanero dijo, entonces “vamos a combatir”.
Afortunadamente hay voces que con preocupación salvadora, protestan en todos los espacios y claman por el cese de las hostilidades y el acceso a un ambiente de paz y concordia. Ante la indiferencia, la soberbia de los poderosos termina imponiéndose y con crueldad quienes dominan las economías de guerra y el aparato armamentista multiplican geométricamente el peligro entre las naciones. Agregue usted a esta brutalidad el panorama de intensa competitividad, mutaciones profundas en los roles económicos y productivos de los llamados países en desarrollo que carecen de los recursos humanos y tecnológicos significativos que les impiden subirse al tren del desarrollo. El resultado es el rezago, la miseria y la exclusión permanentes.
Es impostergable aplicar estrategias integrales que contemplen múltiples variables y elementos propios de cada nación; adaptar y generar cambios; crear niveles de desempeño más altos y reducir la falta de equidad. Debemos unirnos a las proclamas que en todos los horizontes del planeta piden una EDUCACIÓN PARA LA PAZ. Si la escuela es motor del cambio social,mejoremos el trabajo de quienes intervienen en este proceso. Una educación para la paz, es generadora de sociedades más justas, igualitarias, plurales y tolerantes, en suma, sociedades más democráticas. Es en la escuela en donde se forjan las generaciones comprometidas con el derecho, la justicia, el conocimiento y los valores que a su vez incuban armonía y bienestar.
El reto es trabajar por este objetivo, no soslayar responsabilidades, ni huir a los compromisos individuales y colectivos. Si queremos un mundo sin conflictos, excesos, abusos, falsas expectativas, actuemos a tiempo, cada quien desde su trinchera con sentido de equipo, solidaridad, conocimiento y buena fe. La tarea es enorme ante un futuro incierto. No demos la espalda a los problemas; enfrentémoslos con un sistema educativo constructivo, que no esquive los desafíos ni se alinee con las ineficacias vergonzantes.
Noviembre 23 de 2023