Las Enseñanzas de mis Maestros
Por: José Rodríguez Salgado
Bien por las muestras solidarias con los damnificados del huracán OTIS.
Comentaba hace días en amena charla con el sabio maestro Carlos Cantú Lagunas, que ya son más de mil colaboraciones periodísticas mías con temas pedagógicos, sociales, políticos y culturales en general. En buena parte cito a muchos como: Pedro Astudillo Urzúa, Mario Rosas Magallón, Juan Brom y Juan Manuel González Bustamante de la UNAM; el matrimonio Ballesteros Elías, María Rosario Gutiérrez Eskildsen, Modesto Sánchez Vásquez y Agustín Cué Cánovas, en la Escuela Normal Superior de México. De la Universidad de la Vida anoto a Salvador Gonzalo García Pastrana, Cándido Pineda Barrios, Juan Nogueda Soto y Hermilo Castorena Noriega, por citar algunos que dejaron profunda huella.
En estos tiempos difíciles los he recordado con singular intensión, porque en varios horizontes del mundo se juega con el destino de seres inocentes. ¿Cómo no perpetuar el torrente de ideas y enseñanzas para detener y erradicar el monstruo de la guerra y propiciar un ambiente de paz, tolerancia y convivencia civilizada? Ellos pregonaban desde su cátedra, comentarios, charlas informales o conferencias, el llamado a la fraternidad universal. Advirtieron con sencillez y sabiduría el carácter eminentemente dinámico de la época que vivíamos; los principios básicos para el mantenimiento del orden social en crisis permanente; las luchas entre los factores que forman la raíz de la comunidad; las ambiciones incontrolables; el afán de poderío y de mando; el ansia de dominio y de opresión que provocan el desencadenamiento de las guerras.
Estaban convencidos que las causas de los conflictos eran económicas y que la mayoría perseguían el control de las fuerzas de producción y por añadidura el poder. Nuestro paisano tixtleco y eminente maestro de Economía Política en la UNAM, Pedro Astudillo Urzúa, explicaba al respecto: las guerras las provocan y emprenden los hombres que alardean de moralidad y de integridad, cuando obedecen a los grandes intereses del mercado. Ellos provocan las guerras para aumentar sus riquezas o influencia. En el mundo decía, hay dos clases de gentes, los depredadores y las víctimas. Los primeros tienen siempre las de ganar y están dispuestos a luchar por sus fines, destruir a las personas y apropiarse de su patrimonio. Gobiernan los vencedores que se convierten en potentados, permanentemente insatisfechos sin importar las personas que tengan que morir. Sólo les preocupa acrecentar su capital: petróleo, energía, oro, títulos y acciones, aunque tengan que mentir, robar, destruir, sobornar y estafar para conseguirlos. Acumulan el dinero para comprar autoridad.
Por su parte el sociólogo teloloapense, profesor normalista Modesto Sánchez Vásquez, desde su cubículo de orientador en la Escuela Normal Superior de México explicaba: hay personas que luchan por un ideal y son las menos, la mayoría desafortunadamente carecen de principios. Los triunfadores dicen tener siempre la razón. Es el evangelio de los ricos, de los poderosos y cínicos. Los políticos creen en él y los medios vendidos lo predican. Nada de verdad y justicia o caridad. Consiguen que todos vivan en el engaño. Al fin son triunfadores.
El profesor Agustín Cué Cánovas que compartía espacio académico con Sánchez Vásquez, añadía: el negocio de las armas es el más lucrativo del mundo, después de los narcóticos y no es de extrañar que muchos gobiernos estén confabulados con estos delincuentes. El negocio de las armas además de satisfacer el consumo interno es exportar los excedentes, fomentar las guerras o ambas cosas a la vez. Como ellos, miles de maestros, pensadores, analistas, filósofos, teólogos, coinciden en que el origen de los conflictos son de orden económico mercantil.
¿Cómo olvidar las ideas del maestro, historiador, sociólogo y economista Jesús Silva Herzog, que tuvo el principal oficio de pensar? Los jóvenes deben acercarse a sus libros, siguen siendo vigentes, llenos de secretos y alusiones, entretejidos con su trayectoria vital. Cada página suya es síntesis de su existencia, representa la armonía personal que se logró a plenitud, con sentido heroico porque conocía la profundidad humana. Debo a don Silvestre Gómez Hernández, mi acercamiento a sus ideas.
Cierro estas evocaciones con el pensamiento lúcido de la maestra Emilia Elías de Ballesteros del exilio español, que pregonaba en su cátedra el verdadero sentido de la educación y la función social del maestro. Logró, como pocos maestros equiparar su acción con sus ideas y principios. “Hagamos un mundo bueno para nuestros jóvenes; démosles una fe en la vida respetándonos a nosotros mismos; a ellos y a la humanidad. Infundámosles fe en los destinos de una sociedad que tiene derecho a vivir en paz; hagamos por ellos, con ellos y para ellos una educación humana, social, democrática, que respalde los derechos del hombre en un mundo en que la ley no sea la del más fuerte, si no la del respeto y el amor”.
Gracias Carlitos por la generosidad de tu invitación y compañía.
9 de noviembre de 2023.