Recuerdos, Viajes, Charlas y Maíz
Por: José Rodríguez Salgado
A los campesinos, fiel sustento de nuestra supervivencia alimentaria.
Quienes me conocen saben que en toda mi vida he sido propenso a las evocaciones de manera constante e infatigable. Recuerdos de la lejana infancia, juegos, aventuras de la pubertad, arribo al ejercicio del magisterio rural en la adolescencia a mediados de los cincuentas del siglo pasado; ascensos y caídas; tristezas, años felices de las subsiguientes etapas del crecimiento, son los nutrientes que me han incitado a luchar por agenciarme los bienes de la vida, ya sea en el pasado inmediato o en el período en que se asciende la escalera de la tercera edad, que dicen, es espacio natural para las reminiscencias.
Por estos días en las reuniones con algunos paisanos y amigos coincidentes en edad, llamamos en las charlas a que acudan en tropel las vivencias y convivencias de antaño. Nos regocija a los aficionados a viajar por algunos lugares del mundo, comprobar el privilegio que significa visitar nuevos lugares, atravesar mares y océanos; estar en plazas, templos, mezquitas y sinagogas; gozar de los museos; pasear por los jardines; contagiarnos con los ambientes de nuevas provincias; admirar monumentos; subir montañas; caminar por los valles, plazas y mercados y saber datos sobre la historia, urbanismo, tradiciones, costumbres, gastronomía, lenguas, prácticas cotidianas, afanes de lucha y supervivencia sobre otros pueblos y culturas.
Comentarios anecdóticos y a veces chuscos acuden presurosos a nuestro inventario como atalaya que no admite que el olvido borre lo que vivimos y debe recordarse. Lástima que no se renueve así con igual intensidad el combustible financiero para nuevos viajes; pero en nuestras charlas se subraya que no hay queja, porque tuvimos el privilegio de asomarnos, aún brevemente, con el sabor agridulce de quien vuelve a admirar lo que los ojos vieron en la dicha de los años en que la juventud resplandecía con fuerza y ánimo resuelto. Que fuimos a dónde nunca estuvimos; que nuestros descubrimientos estimulan las rememoraciones. Finalmente concluimos que nos queda como saldo la experiencia obtenida en esos desplazamientos, a veces cortos y en otras prolongados. Que ello hizo que amáramos más a México, su geografía, diversidad de climas, ubérrima historia, pero también no ocultar su incierto futuro. En suma, los viajes siguen borboteando en nuestras cabezas y en el corazón que se nutren de remembranzas puras.
En otros espacios, tiempos y circunstancias oigo y soy escuchado por dos extraordinarios amigos, profesionistas exitosos y conocedores como pocos de las actividades del campo mexicano. Fidel Miranda Román de Apetlanca Gro., y Mario Román Brito de Apaxtla. Cultivan la tierra con cariño y conocen los secretos de la naturaleza, sus frutos y maneras particulares de obtenerlos. Por estas fechas junto a los suyos disfrutan los sabrosos elotes y esperan obtener en breve abundantes cosechas de maíz, gramínea originaria de Mesoamérica desde tiempos prehispánicos y que fue llevada a Europa en el siglo XVI. Actualmente es el cereal con mayor volumen de producción a nivel mundial seguido por el trigo y el arroz.
Ambos reiteran lo que conocemos, que los Olmecas y los Mayas cultivaban numerosas variedades y lo preparaban cocinado, molido o procesado a través de la nixtamalización. Refieren que el Popol Vuh, la llamaba Biblia Maya consideraba al maíz la materia principal de la que fueron construidos los humanos por los dioses. Mis interlocutores recrean las diversas formas para preparar los preciados granos de maíz; los trabajos previos a la siembra, procesos de fertilización; selección de semillas; tiempo de la siembra; labores de cultivo; sistemas de riego; momento de la cosecha y almacenamiento; desde luego la forma para combatir las plagas y las enfermedades de la milpa.
Don Hermilo, mi padre, me recomendaba cuando lo acompañaba de niño a sus terrenos de labranza, que aprendiera todo lo que el campo nos daba y enseñaba. Años después al leer a Justo Sierra entendí “que todos somos hijos del abuelo común: el pueblo”. Nuestras raíces vienen de él, son las suyas. Eso explica el orgullo que siento el haber tenido padres campesinos, inmersos en la más alta filosofía moral, cultural y laboral.
Mucho nos pueden enseñar otras naciones, pero nuestra esencia patria prevalece, queda y rebrota a cada instante. En todo tiempo los mexicanos y guerrerenses en particular, no perdemos el paso, ni negamos la cruz de la parroquia. Gracias amigos por su compañía y enseñanza.
Octubre 12 de 2023