Los primeros Libros de Texto

Por: José Rodríguez Salgado

A David Pimentel Pérez, por su venturoso cumpleaños. Fraternalmente.

Me solidarizo con el contenido de la columna Revista de la Semana del reconocido analista Rafael Domínguez Rueda, quien expuso ayer sólidos argumentos sobre los nuevos libros de texto. Independientemente de las críticas, fuertes y fundamentados cuestionamientos ante la desmesura de los actuales funcionarios de educación, considero importante aportar algunos datos sobre el origen de la valiente decisión del presidente Adolfo López Mateos (sexenio 1958-1964). Recordemos que en esa época el país advirtió un notable crecimiento industrial que demandó un mayor número de técnicos y obreros calificados; un Sistema Educativo Nacional cuyo compromiso fue alfabetizar a gran parte de la población y dar escuela a todos los niños y jóvenes.

López Mateos apoyó sin medida a la educación y la confió a los mejores especialistas en la materia. El problema era mayúsculo y aparentemente inmanejable. Describirlos demanda miles de páginas. Para afrontar las ingentes necesidades el titular de la SEP y la representación de los maestros elaboraron el llamado Plan de Once Años, que fue aprobado el 1° de diciembre de 1959. Para aplicarlo se necesitaban 9 mil millones de pesos, sin considerar la inflación de los siguientes 10 años. El documento proponía reformar Planes y Programas de Estudio de primaria, secundaria y normal; modernizar los métodos de enseñanza; formar nuevos maestros y capacitar a los actuales; construir más de 50 mil aulas en todo el país y dotar gratuitamente a cada niño de los libros de texto que se necesitaban año con año.

Como consecuencia del Plan fue creada la Comisión Nacional de los Libros de Texto Gratuitos el 12 de febrero de 1959, que se encargó de producir y distribuir los libros y cuadernos de trabajo a todos los niños de primaria de todo el país. La CONALITEG, fue presidida por uno de los intelectuales más distinguidos de la época: don Martín Luis Guzmán. Esta decisión no sólo haría efectivo el derecho de todos los niños a la educación básica, sino que contribuiría a fortalecer los valores cívicos y a crear una base educativa y cultural para todos.

Fue una medida muy acertada que favoreció a las familias pobres que ya no tendrían que gastar en libros para sus niños. Los autores, editores y libreros que los vendían perderían un negocio lucrativo. Por eso trataron de obstaculizar el proyecto, al principio con el argumento de que afectaba sus intereses económicos, pero muy pronto el ambiente se enrareció y se convirtió en campaña contra el Estado Mexicano al que se acusaba de “querer uniformar al pensamiento de los niños, violar los derechos de todos los que participan en el negocio de los libros de texto e imponer un sistema comunista en la educación básica”.

Hubo intensas campañas de los diversos grupos afectados quienes trataron de boicotear el proyecto. La discusión subió de tono y se convirtió en un conflicto, ya no sólo por los libros de texto mismos, si no por el carácter laico de la educación que el nuevo proyecto venía a reforzar. El gobierno carecía de talleres gráficos suficientes para imprimir 16 millones de libros que se necesitaban para 1960, por lo que tuvo que contratar impresoras privadas, editoriales y diarios, pero se logró la meta aunque con limitaciones. Para conciliar con los opositores de los libros, la SEP autorizó a los maestros de grupo que utilizaran libros de consulta no obligatorios, si no optativos.

El doctor Jaime Torres Bodet entregó el primer libro de texto gratuito a la niña María Isabel Cárdenas Ruiz, en la Escuela Primaria Rural “Cuauhtémoc” del municipio de El Saucito, en SLP., el 16 de enero de 1960. En mi anecdotario personal comento que a mediados de febrero del mismo año como profesor de grupo de la primaria “Ignacio López Rayón” de la colonia Bella Vista en Tacubaya, puse en manos de la niña Cristina Torres de la Vega, el primer lote de los citados textos. Dirigía el plantel la acreditada mentora Teresa Torres Rojo (RIP), a quien recuerdo con enorme gratitud. Como premio de la vida Cristina y los suyos siguen privilegiándome con el favor de su trato amistoso.

Al término del sexenio ya se habían editado y distribuido 112 millones de ejemplares. El proyecto prosperó con los años y se extendió en su momento a la compra gubernamental de libros de secundaria seleccionados por los maestros y la formación de bibliotecas escolares y de aula, con libros adecuados a la edad y grado de madurez de los alumnos. En cada sexenio los gobiernos modifican el contenido de estos materiales inyectando un sentido ideológico acorde con su postura política. Tal es el caso de hoy que es evidente el desajuste y desorientación que provocan “gracias a las propuestas de un tal Marx Arriaga”. Tienen fundamento, por tanto, los conceptuosos argumentos de don Rafael.

Independientemente podemos afirmar sin rubor que la obra educativa del presidente López Mateos fue auténticamente relevante.

Septiembre 14 de 2023.

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