150 Aniversario Luctuoso de Juárez

Por: José Rodríguez Salgado

A Armando García Peña, ex discípulo y amigo. Altamira, Tamps.

En casi todos los lugares del país el lunes pasado se colocaron crespones de luto en plazas y edificios públicos por una de las fechas más importantes del Calendario Cívico. Hace 150 años murió don Benito Juárez García, indígena oriundo de la Sierra de Ixtlán, Oaxaca. El nombre de Juárez es casi igual que una montaña grande, fuerte, inmarcesible. No hay poblado en el país que no recuerde al patricio más importante del período de la Reforma, quien llegó a ocupar la primera magistratura del país. Ciudades, calles, colonias, universidades, aeropuertos, obras grandes y pequeñas llevan su nombre en homenaje a su memoria.

Su vida toda se reviste del más acendrado patriotismo, tuvo la oportunidad de salvar a nuestra Patria, gracias a la firmeza inquebrantable de su carácter y vocación por la libertad. El notable orador del porfiriato, Jesús Urueta llegó a calificarlo como “un gran mexicano ejemplo de su raza realzada con concreción y síntesis, pero sobre todo es un miembro de la humanidad, una de las más grandes figuras de la historia, caudillo, héroe, sus actos son como gotas de sangre que circulan en el organismo entero de la humanidad, nutriéndola de vida y floreciéndola de amor…” Es el Padre de la República, capaz de haber sabido construir un equipo de gobierno que desarrolló con la más honda raigambre del amor al México anhelado por años. Unió a la nación y derrotó al usurpador, a la traición conservadora y a la invasión extranjera.

Efectivamente, de una nación despedazada la generación de la Reforma pudo reconstruirla a golpe de dignidad, logrando de la nada levantar el patrimonio nacional con los más altos valores del pueblo mexicano sometido a la degradación, abandono, analfabetismo, oscurantismo, despojo de la tierra de labranza, pobreza, desnudez, marginación durante los más de trescientos años del coloniaje español y posteriormente por la toma de la Presidencia de la República, por la traición de Ignacio Comonfort.

Juárez supo ser el mandatario que rompió las cadenas de la persecución a los periodistas durante su gobierno, borrando la mancha que había significado la censura, multas, castigos, desaparición de libros y revistas durante las dictaduras del Santanismo. La libertad de pensamiento y expresión encontraron al personaje ideal: Francisco Zarco, adalid de las ideas. Fue Juárez hombre de una sola palabra que supo cumplir cabalmente su papel como Presidente de un país destrozado y lograr con el triunfo de las armas la restauración de la legalidad y la creación de nuevas esperanzas para el pueblo que representaba.

El Movimiento Reformista fue un gran sacudimiento social que significó la consolidación de la República como sistema de gobierno; la supremacía del poder civil, la liquidación de todo tipo de militarismo; el triunfo de la doctrina liberal; la separación de la iglesia del Estado; la implantación del laicismo en la enseñanza y la igualdad de todos ante la ley. Al respecto recomiendo el magnífico libro del doctor en derecho Everardo Moreno Cruz, catedrático de la UNAM quien escribió: “Juárez Jurista”, en donde hace una recopilación de las diversas leyes emitidas bajo el auspicio de Benito Juárez desde su tiempo como Ministro de Justicia e Instrucción Pública del gabinete del Gral. Juan Álvarez, luego como Presidente Interino y después como Presidente Constitucional Electo.

En estos documentos queda constancia de la colosal obra legislativa del indio oaxaqueño quien seguramente elaboró de su puño y letra muchos de los preceptos que transformaron las instituciones mexicanas y sentaron las bases de la verdadera independencia nacional.

Cuando el Benemérito murió a los 66 años en Palacio Nacional, los editorialistas de “El Siglo XIX”, afirmaron ese mismo 18 de julio de 1872 que “la personalidad política del C. Juárez pertenece más a la historia cuyo buril inflexible y severo le asignara el lugar que por derecho le corresponde, siendo incuestionable que su recuerdo perviva siempre en México por haber logrado la emancipación de la patria invadida”.

Al conmemorarse los 150 años del fallecimiento del presidente peregrino, se cumple con el deber cívico de rememorar a una de las conciencias más limpias y lúcidas que concretó el dictado inapelable de la historia. Con su muerte terminó una época llena de sobresaltos, guerras intestinas y luchas ideológicas. La suprema lección es su apotegma “Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.

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