La Construcción de la Palabra

Por: José Rodríguez Salgado

A Humberto Manzo Ramírez, maestro, abogado y tribuno.

Me entusiasmó la noticia que leí en la prensa de Guerrero sobre la convocatoria del Congreso Local para tomar un curso sobre Técnicas para Hablar en Público. Todos en alguna etapa de nuestra vida tenemos la ocasión de tomar la palabra, situación que encierra una enorme responsabilidad, porque hacer uso de la voz es un acto pleno de voluntad y compromiso que no se debe infringir. El ameritado filosofo neokantiano Francisco Xavier Amezcua Vargas sentenciaba en la cátedra allá por los cincuentas del siglo pasado, que “Hay una verdad elemental, la palabra no vale, si no es palabra que se cumple”. Cuando alguien compromete solemnemente sus intereses o su vida misma, se le dice: con su palabra basta, estamos frente a un hombre cuya palabra responde por él.

Antiguamente las personas al formalizar un negocio “empeñaban su palabra”. El grado máximo de un compromiso se crea cuando se ofrece el propio honor, si no cumple, desde ese día se carece de palabra y de honra. No resulta exagerado afirmar que todo lo que la humanidad ha hecho de permanente, de valioso, ha sido logrado por hombres de palabra, es decir por aquellos que en un momento dado pueden ser sustituidos por la misma. En esta vida no es el negociante, ni el rico. El hombre esencial, lo mismo en la vida que en la cultura es quien “empeña su palabra”. Por tanto, sólo hay hombres que la poseen y gentes incapaces de tenerla, lo que equivale a decir que cada quien es el dueño de su propio lenguaje o “el arquitecto de su propio destino”. Efectivamente, la palabra no es cosa hecha, es necesario hacerla con nuestra propia vida, todos los días.

En el orden humano es esencia del ser y acompaña e ilumina toda la existencia. La cultura desde los viejos tiempos ha sido regida por los hombres de bien que comprometen su palabra. En su destino han intervenido los que la honran y la señalan con propiedad. Los pecados contra ella han torcido el mundo, disipado los esfuerzos, menoscabado sus logros. El sabio español don Miguel de Unamuno afirmaba en “Cuadernos de la Cátedra”, que todo, absolutamente todo se encuentra en la palabra, la civilización, la economía, el derecho, el arte, la sabiduría. En su discurso que denominó “Última Lección Académica” considerado como su testamento ideológico, rinde tributo a la palabra y al Evangelio de San Juan, que definió que “en principio fue el verbo”. Es un instrumento valioso para la comunicación, con ella se construyen caminos y puertos para que fluya la buena voluntad de progreso y comprensión que identifica a los pueblos y a los hombres de todos los tiempos.

Por eso debemos procurar manejar cuidadosamente nuestro lenguaje. Éste no debe separar ni aniquilar, debe ser instrumento de unión y afecto. Tengamos presente que las palabras son como las flechas, una vez disparadas ya nadie puede detenerlas. Su poder no tiene equivalente, así ha quedado para la historia sin que haga mella el tiempo, ejemplos: “Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”, Benito Juárez.

Ojalá que esta Universidad pueda alcanzar la gloria de ser la iniciadora de esta enorme obra de redención nacional, “Por mi raza hablará el espíritu”, José Vasconcelos Calderón.

“No estoy de acuerdo con lo que dice, pero defenderé hasta morir, el derecho que tiene a decirlo”, Voltaire.

Amaos los unos a los otros”, Jesucristo.

“El derecho es la creación cultural que resuelve las antítesis individuales y sociales en una obra pacífica superior a la guerra de todos contra todos”, Antonio Caso. Y podrían seguir miles de ejemplos.

A manera de conclusión podría afirmarse que los libros y las palabras han movido al mundo: La Biblia; El Capital, de Carlos Marx; La República, de Platón; El Corán; La Ciudad de Dios, de San Agustín; La Divina Comedia, de Dante; El Quijote, de Cervantes; las obras de Shakespeare; Milton, Maquiavelo, Darwin, los poemas de Homero escritos hace más de 25 siglos, en tanto se han convertido en ruinas o desaparecido palacios, castillos, ciudades enteras y la palabra permanece.

En lo personal tengo fe en la palabra, nadie le supera en fuerza para perdurar, nadie tiene su dinamismo para la imaginación y la originalidad, nada tiene su potencia e impulso para las ideas en actos. Confío en que seguirá moviendo y conmoviendo a la humanidad como bandera de libertad, materia de belleza, motor de progreso, nave en que el espíritu puede lanzarse a distancias sin fronteras, en el espacio, en el tiempo y remonte alturas infinitas. Ojalá haya respuesta a la invitación del Congreso Local.

Abril 20 de 2023.

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