Natalicio 187 del Maestro Altamirano

Por: José Rodríguez Salgado

A la maestra Concepción Jiménez Alarcón, normalista excepcional.

El Estado de Guerrero ha sido en su largo y difícil tránsito, fuente riquísima de personajes que han nutrido con su sangre, pensamiento y acción las causas nobles y justas de la República. Semillero de héroes legendarios, de eminentes maestros, de escritores, profesionistas, técnicos, e inspirados artistas que constituyen para las generaciones presentes y futuras, lección imperecedera. Tal es el caso del Maestro Ignacio Manuel Altamirano Basilio, quien vio la luz primera un 13 de noviembre de 1834, hace 187 años. La historia mexicana ha colocado el nombre del ilustre tixtleco junto al de los más destacados varones, que dedicaron su vida a servir y honrar a su país.

El Maestro Altamirano vinculó a su intensa labor política, literaria, educativa y periodística a la de la tribuna legislativa y a la lucha armada para defender el proyecto liberal, la independencia y la soberanía frente a la agresión extranjera. Es un representante genuino del llamado Liberalismo Mexicano y especialmente se reconoce su legado y aportaciones a la formación de la República, su cultura e identidad. Señaló la necesidad de revalorar nuestra evolución histórica y el estudio de las contribuciones de hombres y mujeres que defendieron las mejores causas populares.

Recordemos que durante el siglo XIX, junto al turbulento quehacer político, el ingrediente cultural fue una empresa de primera importancia al ejercer la voluntad creadora y la comprensión crítica que permitió incorporar a la realidad mexicana a la literatura, el arte, la oratoria y convertirlos en elementos activos en la constitución de la unidad nacional. El Maestro Altamirano fue hombre de letras, profesor infatigable, destacado político y pundonoroso militar.

Vivió su primera infancia en el barrio de Santiago y convencido de las bondades del estudio solicitó y obtuvo una beca en el Instituto Científico y Literario de Toluca. Ahí conoció a quien fuera su mentor por excelencia, don Ignacio Ramírez “El Nigromante” quien lo protegió y alentó sus inquietudes literarias y filosóficas. Su paso por el cargo de bibliotecario de la institución propició un destacado y sobresaliente desempeño como estudiante y profesor. Años después ingresó en la capital de la República como alumno del Colegio de Letrán, Centro Cultural que alojaba a los principales intelectuales del país. Ahí se marcó su destino como liberal íntegro dentro del grupo ideológico de seguidores de los Hombres de la Reforma.

Combatió con las armas de la razón a los conservadores y al triunfo del movimiento juarista resultó electo Diputado en el Congreso General de 1861, en donde sobresalió como fogoso e incorruptible tribuno. Se le calificó como “El Marat de los Puros”, al oponerse al proyecto de amnistía a los conservadores. “Con toda la conciencia de un hombre puro, con todo el corazón de un liberal, con la energía justiciera del representante de una nación ultrajada, levanto mi voz para pedir a vuestra soberanía que repruebe el dictamen en que se propone el decreto de amnistía para el partido conservador”.

El Maestro concebía el Programa Reformista en los siguientes términos: “Obtener el bienestar de la patria por vía de reformas sociales”. El liberalismo le significaba democracia, libertad e igualdad entre los poderes supremos de la nación. Convencido de la noble causa de defensa de la soberanía ante la invasión francesa, se alistó para defender la integridad de la República y luchó al lado del General Vicente Jiménez, para expulsar al enemigo del territorio guerrerense. El Presidente Juárez le giró despacho como Coronel de Infantería. A él le correspondió comandar la campaña que liberó a Cuernavaca y Tlalpan de la presencia de los partidarios de la monarquía.

Participó en la toma de Querétaro y en la acción para aprender a Maximiliano y a sus principales generales. Cumplió su misión de soldado como el mejor de los héroes. Al restaurarse el Gobierno Republicano en toda la nación, dio por terminada su carrera militar, volvió al periodismo y a la literatura sin deslindarse de la política.

De su obra como pedagogo, diplomático y su actividad cultural, abordaré esas vertientes en otra oportunidad. La de Altamirano fue una vida auténticamente pródiga.

Noviembre 10 del 2022.

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