Griselda Álvarez y su primera clase de Civismo
Por: José Rodríguez Salgado
A las nuevas generaciones de mujeres interesadas en la política. Salud.
Lo que escribo en esta columna de los jueves me consta en muchos aspectos, por los años en que tuve la oportunidad de colaborar ex oficio con la Licda. Griselda Álvarez Ponce de León, en el cargo de gobernadora del Estado de Colima allá por los ochenta del siglo pasado. Su trato relativamente frecuente me permitió conocer de cerca muchas de sus vivencias y especialmente de su experiencia en la política y la escritura de sus libros. Tuve en suerte revisarlos y estar pendiente de su reedición por parte de la Universidad de Colima (en la que yo atendía los asuntos académicos):
En una de sus charlas en la reunión semanal a la que habitualmente nos convocaba, le escuché entre otras cosas lo siguiente: que ella tuvo la suerte de alcanzar las metas políticas que se trazó, como llegar a la gubernatura de Colima, primera mujer al frente del Poder Ejecutivo de un estado que asumió con gran responsabilidad. Desde un principio decidió ser gobernadora de tiempo completo; de hecho abandonó la otra pasión de su vida, “la escritura”. De todas las facetas que conformaron su personalidad fue la que más le agradó.
Antes de adentrarnos a los comentarios de su función en la política debo presentar un cuadro sintético de su vida y de su obra. Nació en Guadalajara, Jal., el 5 de abril de 1913. Estudió en la Escuela Nacional de Maestros, además de ser Licenciada en Letras Españolas por la UNAM. Desde 1951 hasta 1961, ocupó diversos cargos en la entonces SSA y en la SEP. Llegó a ser Directora General de Acción Social Educativa de esa secretaría. Dirigió el Departamento de Trabajo Social e Inspección en la Asociación de Protección a la Infancia. Fue socia y fundadora Presidenta del Patronato de la Fundación FORTALEZA, Centro de Atención Integral de la Mujer IAP. Ocupó los puestos de Senadora y Gobernadora (este último de 1979-1985).
Recibió los premios Sor Juana Inés de la Cruz, por su cuento “Tiempo Presente” (1970); la Medalla Belisario Domínguez por el Senado de la República (1996) y fue candidata al premio “Educación para la Paz”, de la UNESCO; en 1995, entre otras distinciones. Publicó 14 libros de poesía y ensayo y su poema “Letanía para la Paz”, fue traducido a varios idiomas. En 1997 publicó “Sonetos Terminales” (FCE) y en 1999 “Erótica” (Universidad del Claustro de Sor Juana). Falleció en la Ciudad de México el 26 de marzo de 2009 a los 95 años.
Desde su puesto como gobernadora intentó dar cauce a las demandas de la mujer contemporánea con el fin de eliminar las dificultades con que se enfrentaba; decía que la máxima recompensa fue haber contribuido a solucionar algunos problemas que aquejaban a las personas de todos los estratos sociales principalmente los menos afortunados. Sentenciaba que le quedó la enorme satisfacción de haber cumplido con su deber.
Al hablar de su infancia refería que sus recuerdos estaban ligados con la hacienda de su padre en Colima y con la intensa amistad que compartió con su hermana Imelda, fue muy difícil separarse de ella. Al morir sus padres, por circunstancias familiares a ella la enviaron a otro colegio, no obstante se escribían con frecuencia y prosiguieron su relación hasta su muerte. Confesaba que su primer vínculo con la política fue a través de su padre. Aunque hubo otros antecedentes en su familia; su abuelo fue Prefecto Político y su bisabuelo el Gral. Manuel Álvarez, el primer gobernador de Colima. Su padre también fue gobernador de ese estado. Aunque fue muy inquieta, de niña era muy precoz y se impregnó del ambiente del mundo político.
En ese tiempo se organizaban tertulias, se incitaba a la convivencia familiar y amistosa y aquélla era la diversión más frecuente porque no había televisión. No se trataba de esparcir chismes, sino de ejercer un verdadero acto de compañía. Los niños eran incorporados al ritual, cuando mostraban sus gracias: tocar el piano o recitar. Ella aprendía fragmentos de poesía gracias a la lectura clandestina de algún periódico, -clandestina-, porque tenían prohibido leer ese material por la violencia innecesaria que mostraban los diarios.
En una ocasión su padre le habló muy seriamente: “Usted se va a quitar esa costumbre tontita de decir versos”. Le dio un papel que desbordaba palabras nuevas; las memorizó y cuando volvieron a pasarla al frente recitó: el Congreso de Anáhuac legítimamente instituido en la ciudad de Chilpancingo de la América Septentrional declara solemnemente por las provincias de ella y en presencia del señor Dios arbitro moderador de los imperios y autor de la sociedad…”. Las tías se conmocionaron porque no entendían lo que pasaba a la pequeña Griselda y jamás fue requerida otra vez para realizar ninguna artimaña de entretenimiento. De ahí corrió al diccionario pues se interesó por los conceptos que había memorizado como el de soberanía usurpada, árbitro y demás; fue una clase de civismo muy directa que le permitió entrever un mundo que su padre le fue mostrando a medida que pasaba el tiempo. (Continuará) Mayo 22 de 2025.