Las Justas de la Palabra

Por: José Rodríguez Salgado

En recuerdo del Lic. Martín Lagunas Brito, maestro de oradores

Grata sorpresa recibí al enterarme que en algunos municipios de Guerrero las instituciones culturales y educativas, autoridades municipales y el H Congreso del Estado, han promovido últimamente Certámenes de Oratoria en honor de figuras sobresalientes de la historia nacional. Por ejemplo la LXIII Legislatura del Estado, realizó el pasado 5 de septiembre una justa del arte de la palabra, con el propósito de seleccionar al joven que represente a la entidad en el Concurso Nacional de Oratoria a celebrarse el próximo 13 de los corrientes, en el estado de Nayarit, para honrar a Juan Escutia, natural de esa pródiga tierra, también cuna del excelso poeta Amado Nervo.

En buena hora que se promueva la participación de los jóvenes en el arte de hablar en público; se fomente la lectura y motive el conocimiento de la vida y obra de quienes han servido al país con desprendimiento y heroísmo. Son más las ventajas que situaciones contrarias, al convocar a estos concursos que muchos califican de prácticas pasadas de moda. México y en especial Guerrero son considerados cuna de grandes oradores en las distintas etapas de nuestra historia. Recordemos cómo a principios del siglo pasado en el crepúsculo del porfiriato, brilló el sol de la elocuencia especialmente en el llamado “cuadrilátero” integrado por los intelectuales y reconocidos maestros de la palabra Jesús Urueta, Nemesio García Naranjo, Querido Moheno y Francisco Olaguíbel, que hacían gala de cultura enciclopédica y giros metafóricos sustentados en el clasicismo grecolatino.

Guerrero por su parte ocupó lugares resplandecientes en el arte del buen decir y tuvo como representantes a grandes humanistas y fulgurantes oradores especialmente dentro del período post revolucionario: Ezequiel Padilla Peñalosa, Donato Miranda Fonseca, Alejandro Gómez Maganda, Carlos Román Celis, Jorge Montúfar Araujo, Miguel Osorio Marbán, Píndaro Urióstegui Miranda, Juan Pablo Leyva y Córdoba, Rigoberto Pano Arciniega y Juan Nogueda Soto. Años después brillaron las figuras de Hermenegildo Rodríguez Hernández, Rafael Domínguez Rueda Héctor Astudillo Bello, César Alarcón, Emilio Ortiz Uribe, Joaquín Mier Peralta, Joel Zapata Montalbán, Efraín Zúñiga Galeana, Bernardino y Jorge Vielma Heras, Imperio del Mar Rebolledo Ayerdi, Héctor Jesús Hernández Ramos, Celso Cruz Montes, Fidencio Salazar Vega, Juan Muñoz Caballero y el que esto escribe, entre otros. Cada uno en su tiempo, con su particular estilo, su acervo cultural, personalidad y valores individuales, cumplieron y engrosaron la memoria de este arte.

Grandes figuras en la historia de la elocuencia mexicana dieron lustre al panorama nacional en esta materia, Luis I Rodríguez, José Muñoz Cota y Alfonso Sierra Partida, encabezan la lista de maestros de la tribuna. El licenciado Andrés Serra Rojas, describe la vida y obra de más de cien oradores que han pasado a la posteridad por su penetrante palabra y su incisivo discurso. Son tantos que centenares de libros compendian el ramillete de palabras bellas y profundos conceptos. Puede decirse que los siglos XIX y XX pueblan el universo de la elocuencia.

El maestro Alfonso Sierra Partida, preocupado por la formación integral de la juventud recomendaba a sus alumnos de la Escuela Nacional de Maestros, allá por los años cincuenta que iniciaran sus discursos con una frase categórica, interesante y demoledora para captar la atención del auditorio y garantizar el interés por el resto de la disertación. Decía, dar a las palabras los matices correspondientes, imprimir energía a medida que se entre a lo esencial del tema hasta llegar al clímax, imán que sostenga el arrobo. La frase inicial no debe ser forzada, huir del rebuscamiento, las perífrasis y lirismos innecesarios. El orador debe probar siempre la veracidad de sus afirmaciones; valerse de referencias concretas de la vida real; no debe abusar de los ejemplos; partir de la idea central, proposición, argumentación conceptual, el epílogo y despedida deben ser breves y deliberadamente determinantes, en suma persuadir, convencer y conmover. Esto será apenas el principio, lo demás, disciplina, cultura, convicciones, inspiración y valor para enfrentar al auditorio. El resto vendrá por añadidura.

En lo personal confieso con humildad que lo que soy, lo que sé, lo que viví y lo que anhelé se lo debo a la práctica de la oratoria. Saludos.

P.d. Hoy se cumple un aniversario más del natalicio de mi hermano político Adrián Flores Rivera (RIP). Me uno al recuerdo de sus hijos.


Septiembre 08 de 2022

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