En recuerdo de mi maestra y amiga la poeta y escritora Griselda Álvarez Ponce de León. RIP.
Por: José Rodríguez Salgado
Escribo estas líneas en los momentos en que se conmemora el Día Internacional de la Mujer. Hombres y mujeres de todas las razas, ocupaciones, signos ideológicos, profesiones y militancias, marchan y se concentran en plazas públicas, jardines, explanadas, monumentos y sitios diversos, para refrendar voluntades y esfuerzos que conduzcan a la reivindicación de las aspiraciones y derechos de las mujeres. Estas voces resuenan firmes y fuertes. En los primeros años del siglo XXI la sociedad asegura para la comunidad femenina una condición de plena igualdad con los hombres dentro y fuera del hogar; en el disfrute de sus derechos humanos y en el acceso a la vida económica sin exclusiones. Así como la participación para adoptar decisiones en todos los ámbitos del quehacer humano.
Hombres y mujeres de todo el orbe están convencidos que éstas son tan dignas como aquéllos; poseen capacidades y talentos al igual que cualquier ser humano, tan sólo requieren de un ambiente propicio para desarrollarse. Un hecho cierto e inobjetable es que las mujeres hoy en día construyen el futuro del mundo, marchan en tropel y conquistan sitios antes sólo reservados a la élite de los varones. Muchas en algunas regiones del mundo muestran un desarrollo impresionante; puede parecer paradójico o fuera de tono, pero no lo es. Frente a los avances existen grandes desigualdades y rémoras que no se han extinguido.
La conciencia de las mujeres avanza con celeridad, esto puede constatarse en casi todos los países. Desde que se empezó la alfabetización femenina masiva en el siglo XVIII, hasta nuestros días, su rápido ascenso al poder permite una visualización más actuante y junto con los hombres entienden y valoran los cambios que la humanidad está experimentando en los últimos tiempos, destruyendo las viejas estructuras que consideraban a las mujeres siervas y súbditas, con un destino único, siempre protegidas y de paso manipuladas.
Es fundamental que estudiemos el crecimiento intelectual de las mujeres a lo largo de la historia, porque siempre las ha habido con instrucción y cultura. A partir del siglo XVI escriben más y expresan una visión del mundo completa y sugerente. Ya en ese siglo en Venecia se publicaron 49 obras y en el siguiente 76. De 1700 a 1750 publican la misma cantidad que los hombres: 110 (Claude Dulong, “Historia de las mujeres”, editorial Taurus p.184).
Realmente los cambios se pudieron advertir hasta bien entrado el siglo XX y todavía persiste en amplios sectores, especialmente en los países árabes. Resulta difícil creer que el filósofo español José Ortega y Gasset haya escrito en los años veinte: “En la presencia de la mujer presentimos los varones inmediatamente a una criatura que en el plano propio de la humanidad es de un rango vital, algo inferior al nuestro”.
Frente a los movimientos revolucionarios del siglo XX en el ámbito social e intelectual, se dio otra revolución: la de la mujer, casi siempre silenciosa, avanzó a través de las generaciones. El mercado de trabajo, las políticas de población, los nuevos métodos educativos, la apertura de algunas concepciones religiosas, contribuyeron a que la mujer pasara de la vida privada a la pública y ya instalada en ésta se convirtiera en sujeto activo y protagonista; dejó de ser el fantasma que aparentemente no hacia historia, pero que era imprescindible en la vida de los hombres: amaba, procreaba hijos, los educaba, se encargaba de administrar el hogar, se esforzaba como el que más, aunque su trabajo casero no fuera reconocido y no se registrara en las estadísticas.
La herencia más sólida que el siglo XX diera al siguiente milenio, es sin duda la presencia sin retorno de las mujeres en la vida pública; su estilo en la toma de decisiones y su visión del mundo son el eje que mueve a la humanidad. Don Arqueles Vela literato y pensador decía, medio en serio y medio en broma que, “el hombre domina al mundo, pero la mujer domina al hombre”. La equidad en la condición de los sexos cambiará con el tiempo, la mayoría de las premisas que actualmente rigen a las sociedades contemporáneas.
Este tema adquirió gran importancia en la segunda mitad del siglo pasado. A partir de la Primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Mujer, celebrada en la Ciudad de México en 1975. Ahí se aportaron elementos que permiten entender los cambios profundos que se han dado en torno a la vida de las mujeres y la sociedad. Cuesta trabajo explicarnos los acontecimientos con las precisiones y rigores que exige nuestra conciencia occidental, pero por lo menos podemos constatar las mutaciones sorprendentes en todos los campos de la realidad y que muchos códigos, reglamentos, costumbres y tradiciones están en la vitrina de las evidencias. En todas las áreas del conocimiento y del campo empresarial las mujeres ocupan puestos de dirección. En el poder público ya no es sorpresa que una mujer ejerza el papel de jefa de estado y de gobierno, con un sello especial por las diferencias conceptuales de percepción del mundo y de las prioridades nacionales. (Continuará)