Por: J. David Flores Botello


DE LA SEQUÍA A LA ESPERANZA-DON CHIMINO


DE LA SEQUÍA A LA ESPERANZA. – En este periodo crítico en el que la sequía afecta nuestra tierra y nuestras vidas, es importante reflexionar sobre la importancia de las lluvias y cómo impactan en nuestra comunidad. Como especialista de niños vemos de cerca las consecuencias de la escasez de agua en la salud de nuestros niños y niñas. Además, el calor es tan intenso (hemos tenido temperaturas de 41 grados centígrados), que los niños recién nacidos pueden tener fiebre sin estar enfermos, solo por la inclemente temperatura asociado a exceso de arropamiento o a habitaciones calientes y poco ventiladas. La sequía no solo afecta los cultivos y la economía local (una pipa de agua llega a costar 850 pesos), sino que también repercute en la salud de la población. La falta de agua puede incrementar la propagación de enfermedades gastrointestinales y dermatológicas, así como dificultar la higiene personal y la limpieza de los alimentos. Nuestra Laguna de Tuxpan y la presa Valerio Trujano de Tepecoacuilco muestran niveles de agua críticos. La red de agua potable en nuestra ciudad es incompleta, e insuficiente el agua que se envía a los hogares, no alcanza y se ha racionado su tanto su distribución que la gente se ve obligada a comprarla de quienes la venden en pipas que, si no se tiene una cisterna lo suficientemente grande y no se tiene tinacos u otros recipientes para que ahí se la vacíen, los que llevan el agua no se esperan a que los compradores llenen los tinacos de sus casas para dejar espacio en la cisterna. Si no se tiene donde echar el agua, se llevan el sobrante… por el mismo costo. No se esperan porque tienen tantos pedidos que no se dan abasto. Los pozos excavados a más de 100 metros han ayudado mucho a paliar la crisis de escases de agua, pero, ¿Cuánto tiempo nos durará el agua del subsuelo? Es fundamental que como comunidad nos unamos para enfrentar esta situación y buscar soluciones juntos, empezando con ya no talar árboles ni ocupar los antes campos de siembra y de huertas para convertirlos en fraccionamientos aumentando más la mancha de cemento que ha venido a causar tanto daño a nuestra ya sufrida ciudad. Los calores que hemos estado padeciendo nos obligan a tomar agua lo cual aumenta su consumo y hace felices a los dueños de las purificadoras, que también no se dan abasto. Si dicen que “cuando más oscura está la noche, más cercano está el amanecer”, ojalá que también pudiera ser cierto de que, cuando más hace calor, más cercanas están las lluvias. Las precipitaciones no solo revitalizarán nuestra tierra sedienta, sino que también renovarán la esperanza en nuestros corazones de no padecer lo que representa una sequía prolongada. Es imperativo que aprovechemos la situación que estamos padeciendo para concientizarnos sobre la importancia de cuidar y preservar el agua en nuestra región. Implementar prácticas sostenibles y medidas de conservación del recurso hídrico son acciones clave para garantizar un futuro próspero para las generaciones futuras. Para grandes problemas se necesitan grandes soluciones.
DON CHIMINO.- Este pinche calorón nos tiene agarrados de los pelos, no hay quien se escape del solazo que se siente en la piel como si juera uno un bisté en la parrilla. En veces sopla viento caliente, pero no trae más que polvo y más sequedá. Yo prefiero la calor en lugar del frío, pero no tantísima calor. Hay veces que ya casi le hago como mi perrita Chisquistrisquis que se la pasa con la luengua de juera de tan asoliada que anda sin ni tan siquiera irse a parar bajo el sol, siempre anda buscando sombra y aún asina no haya lugar a onde estar. A la que más le pega es a mi Puchunga porque le da dolor de tatema por más que se hace su molote en el cabello, anda tome y tome agua con yelo, se la quiere pasar dentro del cuarto con el aigre acondicionado a 21 de frío. Lo pior es que, en veces, se pone de malhumor, dice que la calor la encalaberna. Un día le oyí paticar por celular con mi comadre Salomé a la que le dijo que sentía que se taba friendo como chicharrón en sartén. ¡Ay sí, probre de mi vieja! Ya le dije que habría que comprar otros dos aigres acondicionados, uno pa´la sala y otro pa´la cocina, pero dice que le duele el codo no nomás por lo que cuesta cada aparato y por lo que cobran por instalarlo, sino porque nos han estado llegando cuentones de luz dende que tenemos el aigre del cuarto. Tonces, se me ocurrió una idea, me jui en mi forcito hasta el periférico (ya aprendí a decir la palabra, ya no digo periféquiro porque mi Púchun cuando me oye, me arrienda a ver con ojos de pistola porque dice que me debo refinar al hablar). Un día que pasé por áhi miré a un señor que vende alberquitas inflables, le merqué una derronada, de las más grandes, con una figura de palmera en el centro pa´que mi vieja se sintiera como si estuviera en Acapulco. Regresé a mi cantón lo más silencio posible y sin decirle nada, la extendí en el patio y me puse a inflarla, a puro pulmón pa´ no hacer ruido con la bomba pa´inflar llantas. Después de media hora de tar sople y sople y sude y sude me empecé a sentir mariado, como que se me escurecía el mundo, jui a tomar agua, agarré juerzas otra vez y a soplarle de nuez. Después de una hora y otras dos desguanzadas por tanta sopladera, me sentí feliz de ver la alberquita bien inflada con su palmera derechita en medio. Conepté una manguera a la llave del agua y me puse a llenar la alberquita. No llegó ni a la mitán del nivel cuando se terminó el agua del tinaco. Prendí la bomba, subí agua al tinaco y la dejé prendida en lo que se llenaba la alberquita. Taba yo atento para que, cuando se empezara a tirar l´agua del tinaco apagara la bomba lo más rápido posible pa´no desperdiciarla. Quedó rebosante la alberquita, casi a la altura de mis dorrillas de hondo, y anque ya ´bía pasado más de media hora de tar trabajando la bomba nomás nones que se tiraba l´agua. Jue entonces que le cambió el sonido a la bomba, que en vez de zumbar se le empezó a oyir un chirrido y carrera jui a apagarla. Mero en ese momento salió mi Púchun del cuarto, me preguntó que qué le pasó a la bomba, qué por qué sonó tan feo y, cuando miró la albequita llena de agua cristalina, se le iluminaron sus de apipisca y de momento se le olvidó lo de la bomba. Agarró un poco de agua con ambas manos, se la echó en la cara, dijo “¡Aaahhh!” y corrió de regreso al cuarto de donde salió en chanchas portando un chiquini colorado que ya que a que no se ponía y sus lentes de sol. Como si juera una pilcatita se metió y se dejó caer suavemente de pompis sacando gran cantidá de agua pa´juera, acomodó su cabeza en el borde y extendiendo los brazos, se quedó quietecita disfrutando, como si de veras juera una alberca de Acapulco. No pasaron ni quince minutos cuando me volvió a preguntar que qué le pasó a la bomba. Ya para entonces había yo revisado la bomba. Cuando la toqué taba calientísima y cuando revisé la cisterna no tenía más que un chorrito de agua con lodo asentado. La chingadera jue que, como no ha cáido agua en la cisterna se vació todita, asina que tuve que destrabar la bomba de su lugar, la llevé con el que me la sabe arreglar que por más que le dije que somos cuates, que me urgía, que me había quedado sin agua en el tinaco y que si no me la entregaba pronto se me iba a armar la bronca con mi vieja. Nada valió, tenía tantas bombas pendientes de arreglar como si jueran enfermos en una sala de urgencias de hospital público esperando a que los atiendan, tuve que esperar 2 días porque se madrió tanto la bomba que ya casi me sale como si comprara una nueva. Aproveché pa´limpiar la cisterna, a otro día pedí una pipa de agua, me preguntaron si quería de primera, de segunda o de tercera, esta última a 600 morlacos y la de primera a 900, que pa´ ese día ya no alcanzaban a llevármela. El medio tinaco de agua que quedó nos lo juimos chiquitiando pa lavar trastes, las frutas y verduras y pa bañarnos. La de la alberquita p´al excusado, pa´ trapiar, pa´regar las plantas. Apenitas nos alcanzó y… híjoles, ya me colgué de nuez, mejor les sigo paticando pa´la prótsima, ¡abur!.

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