Expectativas 2023 – Don Chimino

Por: David Flores Botello

EXPECTATIVAS 2023.- No cabe duda que este inicio de año no se parece nada a la tradicional cuesta de enero y que seguía hasta febrero, enero ya pasó y febrero va que vuela. Las casas de empeño se ven vacías y en los centros comerciales hay buena afluencia de clientes, los estacionamientos casi siempre están llenos. Desde luego no falta quienes se endeudaron, empeñaron algo o metieron el tarjetazo para irse de vacaciones o su dinero lo gastaron en fiestas, en regalos navideños o en una que otra guarapeta, pero, la gran mayoría de la gente se ve contenta, se percibe un sentimiento de fe y esperanza por una vida mejor, el fantasma del COVID cada vez se aleja más, nos trajo tantos dolores y momentos de terror que una vez superados queremos regresar a nuestra vida normal y habitual, ya sin temores ni incertidumbre. La estabilidad de nuestra moneda, el no incremento de impuestos, ni aumento en los precios del gas, la gasolina y la electricidad, que no se veía desde hace muchos años, es motivo de reconocimiento hasta por quienes todo lo ven mal y nada les parece. Desde luego, quienes vivían de la corrupción y se hinchaban las bolsas con dinero del erario no están ni estarán contentos pues se les acabó la robadera. Los más de 58 mil millones de dólares que enviaron a México los migrantes, llamados también héroes vivientes, significan el monto más grande desde hace 27 años que se tiene registro. La mayor recaudación, la tendencia a la disminución de la inseguridad, las grandes obras que se llevan a cabo como el Tren Maya, el ferrocarril transístmico en cuyo corredor se instalarán diez parques industriales, la refinería Dos Bocas, el aeropuerto Felipe Ángeles (AIFA) que cada vez tiene más vuelos y cuya conectividad hacia la Ciudad de México va muy avanzada y consiste en un ramal del tren suburbano que entrará a la terminal del AIFA, la ampliación de cuatro a ocho carriles de la autopista México Pachuca, el distribuidor principal del AIFA, el macrolibramiento mexiquense, la autopista Siervo de la Nación, la autopista Toluca Naucalpan y la ampliación de la línea 1 del Mexibus. Se construye una planta coquizadora para procesar combustóleo y producir gasolina, la construcción de presas como La Libertad en Nuevo León y la de El Zapotillo en Jalisco y otras muchas obras que se realizan en todo el país como nunca se había hecho en tan poco tiempo, como la remodelación que se está haciendo del Centro Histórico de nuestra ciudad. Todo ello nos proporciona optimismo de que quizá, pronto, creceremos como en la década de los 60s, a un seis por ciento anual. También, como nunca, se apoya con becas a los estudiantes para que no deserten, la pensión a adultos mayores cada vez es más alta, se apoya a sembradores con fertilizante, los programas sembrando vida, Jóvenes Construyendo el Futuro y otros han dispersado miles de millones de pesos entre la población lo que favorece el consumo de las grandes mayorías. Todas las obras se han hecho con dinero del presupuesto sin solicitar más deuda, ¿no les parece que estamos viviendo tiempos mejores? A todos ayuda tener un país progresista y libre de corrupción, sigamos denunciándola porque aún no termina de irse. Acabemos con ese cáncer que beneficia a unos cuantos y afecta a la mayoría.

DON CHIMINO.- No sé si a ustedes les ha pasado que van en carretera y se baja o se poncha una llanta, a mí sí y hartas veces. Esa mañana que apenas taba asomándose el sol entre las montañas juimos a un restaurán de Jardines de México, cercas de Tegüiscla, Morelos, íbamos yo, mi Puchunga, su prima Norma y Heriberto su marido, en eso, comencé a oyir un sonido distinto del normal al ir manejando, primero lo achaqué a la carretera que taba media bromosa pero no, anque en lo parejito, tambor se oyía diferente de lo que oigo cuando lo manejo pues bien que conozco mi Forcito. Cada vez se fue haciendo más diferente el sonido hasta que ya se hizo ruido, sentí una especie de vribración en el asiento, el coche comenzó como a frenarse y, cuando se empezó a bambolear como lancha supe que era hora de parar. Lueguito me imaginé que era una llanta de atrás, porque cuando es llanta delantera, lo que vribra es el volante no el asiento, supuse que no se ´bía ponchado por completo porque, cuando se truena una llanta se siente ipso facto, se pierde el equilibrio del coche y el traca-chaca traca-chaca de la llanta tronada es inconfundible. Pa no chingar la llanta me orillé en una parada de autobús. Y sí, era la llanta trasera derecha, taba tan baja que casi la mordía el rin y tendríamos que cambiarla por la de refatción, abrí la cajuela y me sumergí hasta el fondo porque, la cajuela ta tan grande que le cabe adentro hasta una vaca echada, saqué el gato, la llave de cruz y se los di a Beto mientras yo sacaba la llanta, pero, ¡oh sospresa!, tambor la de refactión taba sin aigre, seguramente se desinfló sola de tar áhi por casi tres años que no tuve necesidá de usarla. Beto ya taba en chinga aflojando las tuercas pa hacer la talacha cuando se lo dije, rascándose la cabeza cavilando y con rostro de preocupación me dijo: –“Y ahora, ¿qué podemos hacer?” Sin decirle más, me sumergí de nuez en la cajuela, saqué mi bomba de aire pa bicicleta y nos pusimos a inflar la llanta. Primero le di yo pa que viera cómo se garraba la bomba. Por un rato tuvimos haciendo conejo dándole duro y duro a la bombita hasta que nos cansábamos o se calentaba mucho. Entre más aigre le entraba más difícil era echarle cada bombazo. Al final lo dejé a él solo pa que le siguiera echando, se me ´bían hecho dos ámpulas en mi mano, una se me reventó y me comenzó a arder un montón. Bien dice mi vieja que tengo manos de señora güevona. Agu no se ´bía inflado bien la llanta, pero le dije a Beto que ya con eso era suficiente, que podíamos seguir nuestro camino hasta encontrar algún talachero. Nos metimos de nuez a mi Forcito y, anque taba fresca la mañana ambos dos sudábamos un buen, –“¿Tienes un clínex?”, preguntó. Metí la mano bajo mi asiento y le saqué un rollo de papel de baño que de por sí sé traer ahí pa lo que se ofrezca. Después de avanzar por la carretera con precaución por si las moscas, en cinco minutos llegamos a Zacapalco y mero a la orilla taba una llanta grande parada, detenida por dos piegras gordas derrondas y pintada con letras blancas mayúsculas la palabra “talachas”. En una silleta de madera con asiento tejido de palma taba un señor güero de ojo claro que al vernos llegar dejó su cazuela, tapó su tortillero, tambor de palma tejida y un jarrito con algo que humiaba, le dije lo de la llanta y me dijo que la iba a quitar pa revisarla. En lo que quitaba la llanta me asomé pa ver que tenía en su cazuela, era menudo que olía como los buenos menudos, a caca de vaca. Lo que tenía en su jarrito era café, tengo olfato de perro hambriento y dende que bajamos del coche me llegó el olor. Yo creo que el talachero alcanzó a ver que tragué saliva cuando vi lo que taba desayunando porque nos dijo: –“si gustan pasen a desayunar, hoy por ser domingo tenemos menudo con tortillitas de mano saliendo del comal, pasen, adentro tenemos sillas y mesas”. De tanto esfuerzo que hice me dio hambre y set, le pregunté a mi Puchunga y a Norma que si querían algo y dijieron que no, que se esperarían a llegar al restaurán, Beto dijo que él solo quería agua, me acompañó a pasar pa dentro y con la pena, le dije que me comería un menudo pero chico pa que no se me juera a quitar l´hambre. Me lo tuve que zampar a la carrera pos oyí el rechinido que hace cuando se aprietan las tuercas de la llanta, el talachero ya ´bía terminado y a Beto lo miraba yo cada vez más ansioso. El señor güero me dijo que ya ´bía quedado la llanta, que no taba ponchada ni nada que a la mejor jue que el aigre se salió por la válvula, me preguntó si en la gasolinera me ´bían checado las llantas porque a veces dejan la válvula metida y se va saliendo el aigre poco a poco, le dije que no pero recordé que yo las había checado por la noche y seguramente yo no le saqué bien la válvula. Le pedí que me inflara la llanta de refacción y Beto le preguntó que cuánto era, le pagó y de nuevo agarramos camino, pasando Puente de Ixtla la carretera se conepta con la autopista del Sol y, en vez de seguirnos pa Cuernavaca agarramos como si juéramos de Cuernavaca a Chipacingo pero por la del Sol, después de avanzar unos cinco kilómetros llegamos hasta donde taban unas paderes forradas de plantas y unas grandes letras blancas que decían “Bienvenidos a Jardines de México” y… ¡ándale! Ya me rete colgué, áhi nos pa l´otra, graciotas.

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