Escuelas y comunidades libres de dengue – Don Chimino

Por: J. David Flores Botello

ESCUELAS Y COMUNIDADES LIBRES DE DENGUE.- En la lucha contra el dengue, hay un arma que no requiere insecticidas, ni equipos costosos, ni grandes presupuestos: la organización comunitaria y escolar. La experiencia en varios países y en múltiples municipios de México lo demuestra: cuando la gente se une, el mosquito pierde la batalla. Pero ojo, no basta con una campaña de una semana o con repartir volantes; se trata de cambiar hábitos y mantenerlos. Las escuelas son un punto estratégico. Ahí convergen niñas, niños, docentes y familias. Cuando un plantel se convierte en un espacio libre de criaderos, no solo protege a su comunidad interna, sino que también se transforma en un centro de ejemplo y multiplicación de buenas prácticas. Lo primero es entender el enemigo: Aedes aegypti es un mosquito que prefiere poner sus huevecillos en agua limpia y estancada, en recipientes pequeños y medianos, desde una tapa de refresco hasta un tinaco sin cubrir. Sus huevecillos pueden sobrevivir en el fondo seco de un recipiente durante meses, esperando la próxima lluvia para reactivarse. La clave es convertir la limpieza y revisión de criaderos en una rutina semanal fija, casi un ritual escolar. El viernes, antes de salir, los grupos pueden recorrer patios, jardines y áreas comunes para vaciar cubetas, revisar macetas y limpiar canaletas. En ciencia escolar esto se llama “actividad transversal”: no es solo tarea de ciencias naturales, también es de educación cívica y de salud. Los niños aprenden que la prevención es parte de la responsabilidad ciudadana. En la comunidad, la historia se repite pero con más actores. Los comités vecinales, iglesias, comercios y familias pueden coordinar un “día de patio limpio” cada semana. No se trata de barrer hojas, sino de inspeccionar y eliminar cualquier recipiente que acumule agua. Incluso los objetos inservibles —latas, botellas, juguetes rotos— pueden ser paraísos perfectos para el mosquito si quedan al aire libre. La comunicación es fundamental. Los mensajes claros, directos y repetidos funcionan mejor que largas charlas técnicas. Frases como “Sin agua estancada no hay zancudo” o “Revisa, tapa, voltea y tira” se graban en la memoria y se convierten en acción. Las radios locales, las redes sociales comunitarias y los murales escolares son aliados para difundir recordatorios y convocatorias. La evidencia científica respalda este enfoque. Estudios de la OPS y experiencias en Brasil y Honduras han demostrado que la participación activa de la comunidad puede reducir en más del 70% los criaderos detectados, incluso sin intervención química. Cuando se involucra a las escuelas, la cobertura y la constancia aumentan, porque los niños llevan la información a sus hogares y ejercen una presión positiva para que se actúe. Las Jurisdicciones Sanitarias tienen un papel coordinador: ofrecer capacitaciones, materiales visuales, supervisar avances y reconocer públicamente a las comunidades y escuelas que mantengan sus espacios libres de criaderos. Ese reconocimiento —una placa, un diploma, una mención en redes— no solo premia, sino que motiva a otros a sumarse. El objetivo final es que “Escuelas y Comunidades Libres de Dengue” deje de ser un programa y se vuelva una costumbre. Así como nadie deja un bote con desperdicio de cevichería dentro de casa varios días, nadie debería dejar un balde con agua destapado o un florero sin limpieza. La constancia es lo que rompe el ciclo del mosquito y, con él, la cadena de transmisión del dengue, zika y chikungunya. El control del dengue no se gana solo con brigadas oficiales ni con fumigaciones; se gana cuando cada patio, cada pasillo y cada objeto que acumula agua, se revisan con los ojos de quien entiende que proteger la salud es tarea de todos. Las escuelas y comunidades libres de dengue son una meta alcanzable, replicable y sostenible, siempre que la prevención se viva como parte de la vida diaria y no como una campaña pasajera. En esta batalla, la unión y la disciplina valen más que cualquier insecticida. Invitamos al alumnado, al magisterio, a los padres de familia, a la comunidad toda, a que hagan propios estos consejos y los compartan. El objetivo final es que “Escuelas y Comunidades Libres de Dengue” deje de ser un programa y se vuelva una costumbre. Y que no se olvide: fumigar contamina, mata polinizadores, perjudica a la salud y no es la solución al dengue. Juntos podemos.

DON CHIMINO.- Como dicen los chavos de ora: –“¡Chale! Ya te la crolongastes”. Y sí. No me lo van a creer pero agún todavía llego a sentir mi boca seca como la sentimos yo y mi Puchunga esa vez que juimos padrinos de terminación de kinder de su sobrina Elisamar. Algunas gentes le dicen resaca a la cruda. Yo más bien diría, si es que eso nos pegó a ella y a mí, que no jue resaca, jue reseca. Reseca mi luengua, mi gañote y mi riñón que ni agua echó. Y qué gacho se siente la chinga de la cruda que le pega a uno por festejar la vida, mero cuando más ganas tiene uno de festejar. Y dígamelo si no. Viernes en la mañana, en Acapulquito de mis memorias, en una fiesta que en un principio era una clausura del kinder pero que luego habría desayuno áhi y luego fiesta en la casa de los nuevos compadres y toda su parentela, ¿onde cree? En un restaurán que tienen a la orilla del mar. Pero vamos por partes: después de que Elisamar abrió su regalo y vio lo que tenía el estuchito, echó todo pa dentro sin acomodar, lo cerró y corrió gritando: –“¡Mami, mami, mira lo que me regaló tía Fer! ¿Me lo guardas?”. Lo dejó sobre una silla y se fue a seguir jugando con sus compañeritos. Cuando nos vio su mamá fue presurosa a recibirnos. –“Hola hola holaaaa, ¿cómo están? ¡Qué gusto! ¡Muchas gracias por venir! ¡Qué guapa estás manita! ¡Por ti no pasan los añooos!”. Dijo fundiéndose en un cordial abrazo con mi Púchun que a su vez le contestó: –“Y eso que no dormimos bien. Y tú, Eulalia, estás guapísima, luces muy feliz y, por cierto, a partir de hoy, además de primas, somos comadres, ¿eh?”. A luego me dio un abrazo a mí y me dijo: –“¡Muchas gracias por aceptar ser padrinos de mi niña! Pasen por aquí por favor”. Nos llevó a una mesa onde taba una pareja de invitados de ella. Apenas nos íbamos sentando pusieron un plato con chicharrones y papas de bolsa. A como nos sentíamos, ni pa comerse uno. Nos ofrecieron refresco que llevaban en vasos sobre una charola. Era coca y Yoli. Mi Púchun pidió Yoli. Yo no puedo tomar refresco porque se me sube l´azúcar. Le dije que prefería agua natural. –“Ay, agua no tenemos, disculpe”, me dijo una jovencita que la hacía de mesera. ¡Úchales!, pensé. En eso, Eleuterio papá de Elisamar, llegó saludando a gritos: ¡Quiúbulee compadritos! ¡Qué chingón que ya están aquí!” Nos saludamos de mano, luego un abrazo. A mí me palmió las espaldas tan juerte que hasta arriendaron a vernos gentes de otras mesas. Se sentó a mi lado y Eulalia al lado de mi Púchun. Nos preguntaron que cuándo llegamos, que cómo ´tábamos de salú y esas cosas que te pregunta todo mundo cuando ya tarda de no verse. Eleuterio me preguntó que por qué yo no taba tomando refresco y le dije por qué, me preguntó que si quería una cerveza la podía meter de contrabando porque taba crohibido bebidas alcohólicas en la clausura. Le dije que no quería más alcohol, que pasé una noche de pesadilla, que agún todavía me sentía bien jodido y me dijo: “¡Amigo! ¡Yo tengo el remedio!. Arajo primo, todo fuera como eso, pan comido pa´los costeños. Ora verás, pérame tantito, te voy a traer un remedio chingón.” Diciendo eso salió del salón, a los 10 minuto regresó con dos bolsas naylas casi llenas de una especie de chocolate con yelos, me dio una a mí y otra a mi Púchun. “–Es chilate, chínguenselo, me cái de madre que les asentará la panza y hasta el cerebro”. Yo la mera verdá no recordaba verlo tomado el mentado chilate. Le dí unos sorbos al popote que llevaba metido dentro de la bolsa. Como si juera mi aifon con 5% de pila y que lo conepto al cargador, cada sorbo que le daba, haga de cuenta que la raya que marca la cantidad de pila me empezó a subir, como con cargador rápido y… ¡Chingüentes! Ya me volví a colgar, áhi nos pa l´otra, graciotas.